Qué es la educación canina amable y respetuosa

Existe mucha confusión acerca de las distintas filosofías y modalidades de educación canina.

Te explico en qué consiste exactamente la educación canina amable y empática, y te cuento qué NO es, para que no te engañen y te intenten confundir con conceptos equivocados.

¿Qué es la educación canina amable y respetuosa?

 

En eduación canina hay distintas corrientes. Toma fuerza la educación canina amable, también llamada empática y respetuosa. Te explico por qué.

Frente a visión utilitarista del perro, o la reducción a la conducta y a la acción/reacción, la educación canina amable considera al perro como un todo. Se apoya en que el perro es un invididuo con emociones, capacidad de razonamiento, estructuras sociales,  y sistema comunicativo complejo.

En la educación canina empática se da mucha importancia a sus necesidades de especie y a la integración en un entorno familiar humano.

La educación canina tradicional tiene una visión del perro como herramienta. Debe cumplir una función. El perro se ha entrenado durante muchos años para rescate, policía, búsqueda de personas, ataque y defensa, pastorear animales, guardar propiedades, para la guerra, para tirar de carros y trineos… En resumen, para realizar un trabajo útil para las personas.

A día de hoy, donde el 95 % de los perros no tiene trabajo, y se limitan a convivir con una familia humana, la visión persiste, y el perro debe ser entrenado para una función exclusivamente: dar compañía sin dar problemas.

Y como se ignora por completo su comunicación, sus necesidades y sus conductas naturales, muchos perros dan problemas.

Entonces, la visión tradicional propone adiestrarlos y educarlos como solución a las conductas indeseables por las personas. A menudo, ese adiestramiento, sobre todo cuando es en cachorros, se convierte en la causa de mayores problemas de conducta. O, simplemente, agrava los existentes.

 

¿Cuál es la alternativa?

 

En la educación canina amable y empática se promueve conocer al perro, sus conductas naturales, su comunicación y sus necesidades, y a partir de ahí, se busca proporcionarle el mejor estilo de vida posible para cubrir todo eso.

Sus conductas, como consecuencia de este trabajo, cambian (pero cambiar las conductas nunca es el objetivo), y los problemas de comportamiento desaparecen o se mitigan notablemente.

En caso de que el problema de comportamiento fuera en realidad una conducta natural de la especiel, se entiende que el problema lo tiene la persona, no el perro, y no se interfiere en el mismo.

 

¿Como aplicar la educación canina amable y respetuosa?

 

Dicho de un modo breve: la educación canina amable y respetuosa no busca enseñar trucos al perro, ni pretende que obedezca órdenes.

Tampoco se centra en cambiar sus conductas, y menos aún en inhibirlas.

Aboga por formar a las familias para que conozcan a fondo a su perro y a la especie, y, a partir de ahí, le ofrezcan la mayor calidad de vida posible, respetando sus necesidades y conductas naturales.

Solo así se consigue un perro maduro, feliz, equilibrado y bien integrado en su entorno.

 

¿Cómo educar a un perro sin violencia?

 

La educación canina amable y empática nace por el interés de muchas personas de educar sin violencia.

Esto ocurre como contraposición a los sistemas tradicionales educativos, donde hay que imponese al perro a toda costa (teoría de la dominancia), y donde se incluyen acciones violentas como voltearlo, darle toques, tumbarlo e inmovilizarlo contra el suelo, etc.

Y para evitar los modos conductistas basados en el castigo positivo, con empleo generoso de herramientas mal llamadas educativas. Estas herramientas infligen dolor, y funcionan por el miedo que causan. Seguro que las conoces: collares eléctricos, estranguladores, martingale, de pinchos, cabezadas halti.

Nada de esto tiene cabida en la educación amable y empática. En esta filosofía prima el respeto al perro, el conocimiento y satisfacción de sus necesidades como especie y como individuo, la atención a su comunicación, y el favorecer su desarrollo como perro, y no como herramienta para satisfacer las necesidades y deseos humanos.

No se busca la modificación o desaparición de las conductas, sino que se consideran indicadores del estado emocional del perro y de cómo están de bien (o mal) cubiertas sus necesidades.

En el conductismo, en cambio, que se utiliza ampliamente en la educación canina, prima el cambio de las conductas visibles por distintos medios.

Si se emplea un sistema de refuerzo positivo, se considera que la violencia está exenta del proceso de educación del perro, por lo que hay quien dice que se puede educar a un perro sin violencia mediante premios y golosinas.

Sin embargo, al dirigir sus conductas a nuestra conveniencia, anulando su voluntad, ignorando su comunicación y estado emocional, y pasando por encima de sus necesidades para imponer las nuestras, en realidad sí se ejerce violencia. Solo que no es física, sino emocional y psicológica, que es mucho menos evidente y visible, pero que también termina por pasar factura en la convivencia.

 

¿Cuál es la mejor manera de educar a un perro?

 

Esta pregunta tiene una difícil respuesta. Porque para eso debemos definir exactamente qué entendemos por «educar», y aquí cada uno puede entender algo diferente.

 

Adiestramiento tradicional

 

Si la finalidad es anular conductas que no nos gustan o nos parecen inaceptables, entonces la mejor manera de lograrlo es, sin duda, el adiestramiento tradicional. Usando la fuerza, el miedo y el dolor se logra inhibir casi cualquier conducta.

Personalmente pienso que si esto te parece bien, no deberías tener perro. Tal vez peces de colores, que no dan guerra y no hay que andar manipulando para que se porten de ciertas maneras.

Y ojo, no te lleves a engaño, el que te cuenta que hay herramientas que «bien usadas no hacen daño» ya admite que hacen daño. En ese caso, pregúntale por qué funcionan cuando se usan «bien».

La realidad es que si no hacen daño, no funcionan, porque esa es la razón de ser de dichas herramientas: hacer daño y provocar miedo.

Tampoco te dejes seducir por el que te cuenta que puede positivizarse cualquiera de esas herramientas, porque te miente. Te dice lo que quieres oir, no la realidad. Os hará mucho daño, a tu perro y a ti.

Por último, si algún profesional te cuenta que la única manera de educar a TU perro (que es muy especialito) es usar ese tipo de manejos y de herramientas, porque ya se ha probado el refuerzo positivo y no ha funcionado, huye.

Primero, hay otro modo (sí, la educación canina amable, que no usa premios ni herramientas), y segundo, lo que te está diciendo realmente es que ÉL, como profesional, no sabe gestionar o comprender a tu perro, y por eso recurre a lo que no falla: el miedo y el dolor. No lo permitas, nunca.

 

Adiestramiento con refuerzo positivo

 

En cambio, si buscamos enseñarle trucos y hablidades al perro, la elección está clara. El adiestramiento mediante refuerzo positivo da excelentes resultados. No cambiará sustancialmente las conductas del perro, y tampoco garantiza una buena obediencia, pero no le dañará físicamente ni le atemorizará.

En ocasiones, el adiestramiento en positivo puede resultar útil si lo que se busca es evitar ciertos comportamientos o que el perro deje de hacer ciertas cosas.

Si la motivación para los comportamientos a modificar no es muy alta, el resultado será el deseado.

En cambio, si la respuesta emocional del perro es muy intensa y es la base de la conducta que se quiere evitar, o hay una gran motivación instrínseca para llevarla a cabo (un ejemplo sencillo: perro macho siguiendo a perra en celo), el adiestramiento mediante refuerzo positivo no servirá de nada.

 

Educación canina amable

 

Así que nos queda la educación canina amable y empática. Es la mejor manera de educar a un perro, porque no le educamos nosotros, que no somos perros y sabemos poco de perros.

Se educa él solo a base de exposiciones y experiencias en la vida real, oportunidades de aprendizaje, seguimiento y observación de otros perros adultos, con el acompañamiento y guía de las personas de referencia para él.

 

¿Qué es el adiestramiento en positivo?

 

Suele haber confusión entre el adiestramiento en positivo y la educación amable y empática.

Se considera que el adiestramiento en positivo, o educación en positivo, es respetuosa con el perro. Pero se considera esto porque no se le agrede físicamente, ni se le atemoriza para que haga lo que deseamos.

Sin embargo, es importante diferenciar, porque la base de la que se parte es totalmente distinta.

El adiestramiento o la educación canina en positivo, o basado en el refuerzo positivo, consiste en premiar al perro cuando realiza las conductas deseadas, retirando la atención o la recompensa si no actúa como queremos. Y ya. En teoría no se aplican castigos, no se corrige al perro y se le respeta.

 

¿Qué falla?

 

En la práctica esto  no es cierto. Por dos motivos:

1- El refuerzo positivo siempre va acompañado de castigo negativo. Piénsalo, retirar la atención si el perro la considera valiosa, es un castigo negativo. Negarle la recompensa que está esperando es también un castigo (negativo). Lo uno va la mano de lo otro, esto es ciencia y son las leyes del aprendizaje, no es discutible ni negociable.

2- Muchos adiestradores y educadores dicen emplear refuerzo positivo en exclusiva porque usan comida en sus protocolos. Y se quedan tan anchos. Eso sí, cuando el perro rechaza la comida, te dicen que debe ayunar dos o tres días. Se acabó el refuerzo positivo, y entramos en «modo supervivencia». O te sueltan que van a positivizar cosas a lo loco, hasta un collar eléctrico lo positivizan. ¿En serio? ¿En qué universo paralelo crees que alguien puede considerar positivo recibir una descarga eléctrica? Mira, te doy cien euros si te aguantas esta descarga. Vale, te llevas los cien euros, pero ¿te gusta recibir descargas?. Y luego están los que  alternan comida con correcciones, o meten herramientas que implican castigo positivo revistiéndolas de mucha verborrea para disimular lo que realmente están haciendo.

 

¿Cómo conocer mejor a tu perro?

 

Conocer a tu perro es algo fundamental para convivir y que ambos estéis satisfechos de esa convivencia. El mejor camino para conseguir esto es formarse sobre comportasmiento canino.

Relee la frase anterior, he dicho sobre comportamiento canino, no sobre cómo educar perros, ni cómo enseñarles trucos, o cómo conseguir que obedezcan o que dejen de hacer ciertas cosas.

Y la mejor formación puedes obtenerla si te centras en la filosofía de la educación canina amable y empática.

En ese tipo de formación vas a conocer las necesidades reales de los perros. Luego revisas a tu perro, y ajustas lo que corresponda. Esto ya resuelve muchos de los mal llamados problemas de comportamiento.

También sus fases del desarrollo, es imprescindible saberlas para favorecer el paso de tu perro por las mismas en lugar de entorpecerlo, bloquearlo o preocuparte pensando que esas fases son problemas.

Aprenderás sobre comunicación canina, entre perros y contigo. No para decirle a tu perro lo que tú quieres y que te entienda, sino para que tú le entiendas a él y puedas apoyarlo y acompañarlo cuando te necesite, o responder a lo que te pide.

También, y esto es básico pero casi nunca se tiene en cuenta, conocerás las conductas  normales de los perros. Una vez sabes de estas conductas, te das cuenta de que mucho de lo que te preocupa, o de lo que otros te dicen que es un problema, es algo totalmente habitual en la especie. Y no solo no debes impedirlo, sino que te conviene favorecer que tu perro pueda realizar esas conductas. De ese modo será un animal equilibrado y feliz.

Así que, definitivamente, si tu perro es tu mejor amigo y forma parte de tu familia, olvida la visión utilitarista que te venden por todas partes, y céntrate en formarte y en aplicar la filosofía de la educación canina amable y empática. No te arrepentirás, y podrás disfrutar de una relación de complicidad con tu perro como ahora no puedes ni imaginar.

Y si has llegado hasta aquí, y te interesa lo de la educación canina amable, apúntate a recibir un correo diario con reflexiones e ideas en esa línea. Deja tu email, y recibes la primera ya mismo.

Efectos colaterales del castigo (I)

castigo en perros

“El que estando enfadado impone un castigo no corrige, se venga” (M. de Montaigne)

 

El castigo es una herramienta habitual en la educación en nuestra sociedad.

Lo aplicamos con nuestras mascotas, con nuestros hijos, con nuestros familiares y amigos.

Un enfado, una llamada seria de atención, a veces una agresión física más o menos intensa…..

Buscamos con ello modificar una conducta que el otro realiza y nos resulta molesta o inaceptable.

Así que, si alguna vez te has preguntado cómo castigar bien a tu perro, lo que viene ahora te interesa.

 

¿Por qué castigas a tu perro?

 

El castigo está tan integrado en la sociedad que si no lo ejerces ante una acción inadecuada de tu niño o tu perro en público, poco menos que eres una mala persona.

TIENES que corregir esa conducta, no se pueden consentir ciertos comportamientos.

Y así, repetimos el ciclo que hemos vivido en nuestra infancia sin pararnos a pensar más en el asunto.

 

¿Para qué sirve un castigo?

 

El problema es que rara vez funciona.

En el castigo intervienen muchos factores que hacen que se perpetúe a pesar de su escasa eficacia, y que impiden, a menudo, que la persona que lo aplica sea consciente de sus consecuencias, que sí tiene, y son muy negativas.

Lo primero sería definir lo que la mayoría de la gente suele entender por castigo.

En general, aceptamos como tal una acción punitiva, en forma verbal o física, encaminada a evitar que el individuo que recibe el castigo repita la conducta que ha desencadenado dicho castigo.

Así para castigar a un perro puedes gritar, puedes mirarle fijamente con expresión de enfado mientras avanzas a toda velocidad hacia él con movimientos amenazadores, puedes dar tirones de la correa, puedes zarandearle, darle una colleja, un manotazo en el hocico, un “toque” en el cuello, una “patadita”, un empujón, golpearle con un objeto como una zapatilla o un periódico enrollado,  o puedes electrocutarlo.

La consecuencia inmediata es el cese de la conducta indeseada.

Esa es la finalidad hipotética de un castigo: interrumpir una conducta y desalentar su repetición en el futuro.

Y esa es la primera gran piedra en el camino.

Aparentemente, funciona.

El perro ya no hace eso que no te gusta.

Pero ese cese es solo momentáneo.

Bien por el susto, bien por el miedo y/o el dolor provocado por el castigo, la conducta cesa.

Esa conducta, y cualquier otra, en realidad.

Con el castigo se coloca al perro en una situación de conflicto emocional cuya resolución considera prioritaria, y por lo tanto detiene sus acciones para valorar qué hacer a continuación.

 

El castigo se perpetúa a sí mismo

 

Pero dado que nuestros mecanismos de aprendizaje funcionan exactamente igual que los del perro, para el castigador esa detención momentánea de la conducta inadecuada funciona como un premio.

Y como la conducta de aplicar un castigo ha funcionado, las leyes del aprendizaje empiezan a actuar.

Por lo que el castigo, como todo lo que funciona, se repetirá con más frecuencia en el futuro.

Si en el futuro deja de funcionar, la aplicación del castigo no se desvanece.

No se opta por un “plan B”.

Se opta por incrementar la intensidad del castigo para tratar de lograr el resultado de la primera vez.

El ejemplo más objetivo es el collar eléctrico: tiene grados. Si en el 3 deja de funcionar, prueba en el 4, o el 5, o el 8…..

Igual que el perro que ladra y ladra sin descanso para que le tiren la pelota, porque ladrar funcionó una vez para que le tirasen la pelota.

El humano castiga con más intensidad para intentar conseguir lo que logró la primera vez.

Y entonces se entra en una espiral en la que se castiga por todo porque momentáneamente funciona, porque no se ha pensado en otras alternativas, y porque socialmente es lo correcto.

Pero el castigo tiene otros efectos, esta vez a medio o largo plazo, y todos ellos son negativos.

 

¿Cuáles son las consecuencias del castigo?

 

Y éstas son las consecuencias más habituales derivadas de la aplicación del castigo como «herramienta» educativa:

 

El castigo genera miedo hacia quien lo inflige

 

Pase lo que pase con la conducta a corregir, tanto si ésta desaparece como si no, el castigador genera miedo en el animal.

Más miedo cuanto más a menudo castiga, y más miedo cuánto más intenso es el castigo.

Como se puede castigar a un perro por casi todo, el dueño se convierte automáticamente en un tirano junto al que no es muy agradable estar.

Esto implica que a medio plazo se produce un efecto de alejamiento del perro hacia el humano que castiga para intentar evitar los castigos.

 

Da lugar a conductas indeseadas en ausencia del castigador

 

Cuando una conducta tiene una motivación escasa, como olfatear una farola, un castigo puede eliminar dicha conducta.

Cuando una conducta está muy motivada, el castigo se convierte en un obstáculo a superar para lograr realizarla.

El perro puede alejarse de ti para hacer aquello que te molesta, o esperar a que le dejes solo. La conducta sigue presente, y el miedo, también.

 

Promueve conductas de evitación, no de cooperación

 

Cuando un perro se habitúa a que su cuidador le castigue casi siempre que se le aproxima, prefiere mantener las distancias “por si acaso”.

Dado que se le puede castigar por casi todo, y él no entiende el criterio elegido para “lo que se puede hacer y lo que no”, opta por evitar aproximarse.

En casa no tendrá muchas opciones, pero en la calle, sí.

Desde luego será poco activo cuando se le pida que obedezca alguna orden,  y puede incluso que huya de ti en cuanto perciba una expresión de enfado.

 

En conductas bien motivadas, genera «evitación de obstáculo»

 

Como dije en el segundo punto, el cuidador puede convertirse en “ese pelmazo que me amarga la existencia y no me deja hacer nada”.

Las consecuencias más visibles son que el perro realiza las conductas «inadecuadas» en solitario, o las hace muy rápido para poder terminar antes de que llegues a su lado y le interrumpas.

O empieza a presentar conductas de agresividad defensiva cuando te acercas para castigarle.

No entiende tus reacciones, pero le das miedo, y te lo dice.

 

El castigo favorece las respuestas defensivas/agresivas

 

Estas respuestas aparecen si el castigo se aplica de modo incoherente, desproporcionadamente, a destiempo, o con larga duración.

O sea, prácticamente siempre.

Un castigo, para que funcione, aunque la consecuencia “miedo” es inherente a todo castigo, debe cumplir ciertos requisitos:

  • Aparecer siempre cuando la conducta se produce.
  • Desaparecer de inmediato en cuanto la conducta cesa.
  • Aparecer en el instante justo, ni unos segundos antes ni unos segundos después.
  • Ser proporcional a la acción realizada.

Los humanos no suelen hacer nada de esto.

Llegan tarde.

Lo alargan incluso días.

No son lo bastante rápidos para encontrar el momento justo (¿quién no ha visto llamar a un perro para regañarle por haberse comido un trozo de pan del suelo? Le regañas por venir, no por tomar pan del suelo).

Y sobre todo, dejan que sus emociones dicten sus acciones, y no responden a la comunicación del perro en esos momentos.

Es razonable pensar que la naturaleza, nuestro entorno, también castiga, y, por lo tanto, es lícito educar mediante el castigo.

Pero la naturaleza no se anda con rodeos ni se deja llevar por emociones. Tampoco está educando a tu perro, simplemente le muestra las consecuencias de sus acciones.

Establece una cadena de “acción-reacción” sencilla de asimilar, el castigo es inmediato, proporcional, breve, y desaparece al detener la acción.

Y se mantiene constante en el tiempo si insistes en repetir.

Pensemos en qué ocurre si acercas un dedo a una llama, o lo metes en un enchufe, o te golpeas con un martillo al poner unos clavos.

Te quemas, te electrocutas, te puedes romper un dedo.

Rápido, inmediato, instantáneo y totalmente aséptico.

Pero el dolor y el miedo también van incluidos en el lote.

Si no estás muy motivado, no volverás a acercarte a una llama, ni a un enchufe, ni a un martillo.

Si tienes una gran motivación, lo harás con precauciones adecuadas y estando más atento, pero lo seguirás haciendo.

A las personas usar el castigo como modo de educar no se nos da bien, no es ético, y además existen alternativas mejores.

Dejemos que la llama, el enchufe o el martillo sean los malos de la película.

El cuidador nunca debería ser asociado por su perro con situaciones de elevado conflicto como las generadas al castigarle.

 

El castigo es reforzador en quien lo aplica

 

Aplicar un castigo da una momentánea sensación de control y salida a la frustración, por lo que aumenta la probabilidad de que se aplique en el futuro, con más frecuencia y a más conductas.

Como indicaba al principio, durante un instante parece que funciona, y eso premia al castigador.

Además, a menudo se castiga aquello que no sabemos manejar de otro modo, es decir, nos frustra que nuestro perro haga ciertas cosas y no seamos capaces de evitarlo.

Manifestamos nuestro enfado dirigiendo una conducta punitiva hacia el animal, y nos autojustificamos pensando “tiene que aprender a comportarse”.

Si pensamos en frío en todo lo que sale mal cuando se aplica un castigo, en lo endeble que es lo que sale “bien”, y le sumamos las expresiones faciales de nuestro perro cuando le castigamos, que no indican arrepentimiento sino miedo e intentos de apaciguar tu enfado, más la sensación de malestar o culpa por parte de la persona poco después (porque en el fondo no nos gustan los enfrentamientos con aquellos a los que queremos), debería quedar claro que todo cuidador tiene que erradicar cualquier tipo de castigo como modo de educar a su amigo.

Hay otras maneras de conseguir modificar la conducta de un perro, que no solo funcionan, sino que son amables y gratificantes para quien las emplea, y generan respeto y afecto en quien las recibe.

Y ésta es la base desde la que parto en mi trabajo.

¿Te encanta el concepto pero no tienes ni la más remota idea de por dónde empezar?

En ese caso estos correos te servirán. Uno al día, empezando con un regalo de bienvenida que sí que te va a ser más útil que cualquier castigo. Deja tu email y lo recibes de inmediato:

 

Si quieres un cochazo…

esta es la más manera rápida y barata para lograrlo

 

Hay gente que vive pensando en el qué dirán.

Y gente que simplemente vive y disfruta de cada momento, a su manera.

Lo segundo mola, ¿no?

Ya verás cómo te animo, un poquito al menos, a entrar en el segundo grupo.

Conozco a un tío que trabaja haciendo negocios online.

Uno de sus negocios es gestionar una página web de alquiler de coches de lujo.

Ya sabes, Ferraris, Lamborghinis, Maseratis.

Esos coches.

A ver, que él no tiene coches de lujo, su web solo pone en contacto a quienes lo alquilan (concesionarios) con quienes los quieren alquilar.

Eso se puede hacer hasta sin saber conducir.

El caso es que le pagaban bien por esa página, y a veces le pagaban en especies.

¿Cómo es eso?

Pues le prestaban un fin de semana algún cochazo.

Para que se diera el gusto.

Que a él no le interesan mucho, que tiene niños y tal.

Pero algún fin de semana de presumir, tiene gracia.

Así que cada mes podías ver aparcado en la puerta de su casa un coche de lujo.

Cada mes. Uno diferente.

Y claro, los vecinos veían aquello, y pensaban.

Pensaban mal.

Muy mal, de hecho.

Y él no se había dado cuenta, ni le importaba, la verdad.

De hecho, fíjate si no se había dado cuenta, que no fue hasta que tuvo una conversación con un vecino por alguna tontería, que le dijeron algo sobre los coches.

“¿Y qué haces para ganarte la vida? Porque menudos cochazos gastas, eh? Jajajajja”

Él lo explicó, y la respuesta fue:

Aaahhhh, vale, fíjate que llegué a pensar que eras narcotraficante o algo

Pues eso.

Estar pensando en qué dirán o creerán los demás de ti es una opción.

Y cuando tienes perro, ya te digo que media humanidad está pensando o diciendo algo de ti.

Se les pasa en un minuto, eso sí.

En cuanto te alejas de ellos y otra tontería viene a ocupar su mente.

Pero oye, igual a ti ese minuto te importa.

También puedes pasar del asunto, y dedicar ese minuto y otros minutos más a saber más de perros.

A comprenderlos y a aprender qué necesitan y qué puedes mejorar en la vida del tuyo para que sea más feliz.

Y lo mismo luego van pensando o diciendo por ahí de ti que qué habrás hecho para que tu perro cambie así.

Cuéntales lo que quieras.

O mejor, no les cuentes nada, y sonríe con aire misterioso.

Y disfruta pensando en lo que puedan estar diciendo ahora de ti.

¿Que cómo puedes aprender más sobre perros?

Leyendo los correos que mando a diario a mis suscriptores, van justo de eso.

Ah, y aplicando lo que te cuento en el libro que recibes como bienvenida.

Y para recibir correos y un libro digital, tendrás que dejar un email.

Pues aquí

Perros que saben quedarse solos

Pero que te han dicho que no saben

 

Es fascinante la cantidad de información que se puede observar en un vídeo de apenas treinta segundos.

Un vídeo con perros, quiero decir.

Muchas personas creen que lo que importa realmente cuando se trata de trabajar un problema de conducta es lo que ellas tengan que decir.

Cuentan, describen, hablan, se explican.

Y eso está muy bien, es una información importante.

Sin embargo, donde realmente se obtienen muchos datos es observando al perro.

Lo que él dice, cuenta, describe, explica.

Y un vídeo, incluso de menos de un minuto, puede ser tremendamente revelador.

Así que veo un vídeo.

Es de un perro al que le han diagnosticado ansiedad por separación.

Cuando se queda solo deambula, rasca la puerta, ladra y aúlla.

Y eso ya a los pocos minutos de partir el cuidador.

Y claro, preocupan los vecinos.

Y preocupa el bienestar de ese perro.

En el vídeo se ve que no está precisamente contento, relajado o a gusto.

Bien.

Eso es lo que ve la persona, y lo que cuenta.

Porque en situaciones así, la persona tampoco puede dar muchos más detalles: todo ocurre mientras no está mirando.

A mí lo que me llama más la atención es otro vídeo.

El vídeo que registra la llegada del cuidador a casa.

La recibida que hace el perro.

Lo que comunica en esos momentos.

¿Y por qué?

Porque ahí está la clave del problema.

No en lo que dice el perro cuando el cuidador se va.

En lo que dice el perro cuando el cuidador regresa.

Y ahora viene lo importante, atenta.

En la mayoría de los sitios en los que expliques “mi perro ladra y deambula y rasca cuando se queda solo” te dirán: ansiedad por separación.

Tienes que ignorarle 15 minutos antes de irte de casa.

Dejarle la tele puesta.

No agarrar las llaves ni ponerte el abrigo cuando te vayas

Y así aprenderá a quedarse solo.

Da igual si preguntas en Forocoches, en el parque canino o a un profesional.

Eso es, con más o menos detalles, y más o menos argumentos, lo que te van a contar.

Nadie te dirá: mira al perro cuando llegas a casa.

Mira qué historia está contando.

Y trabaja para cambiar la historia que cuenta en ese mismo instante.

Entonces, y solo entonces, se quedará tranquilo cuando te vayas, y dejará de ladrar, rascar y deambular.

Y lo mejor: casi nunca tendrás que aplicar lo de dejar la tele puesta, no agarrar las llaves o haz como que te vas, pero vuelve en treinta segundos.

Porque el problema no está en quedarse solo.

El problema está en todo lo demás que ocurre cuando sí estás presente.

Y ahí es donde hay que poner todo el enfoque y el esfuerzo.

En lo que pasa cuando sí estás.

En lo que haces cuando sí estás.

Y en lo que no dejas hacer cuando sí estás.

Y entre medias, observar cómo cambian las historias que cuenta tu perro para saber si vas bien por ahí.

Igual te suena algo complicado. No lo es, pero hay que saber cómo se aplica todo esto.

Y es la base de la educación canina amable y empática, de la que hablo cada día a mis suscriptores por correo.

Así que si quieres saber más, te apuntas dejando tu email.

 

PD- El perro del vídeo cuenta que hay un conflicto emocional muy serio entre él y el cuidador. Seguramente le grite, o le regañe, o le amenace sin darse cuenta. Eso genera una gran dependencia emocional. Pues por ahí empezamos a trabajar

 

Deja a tu perro ser Bill Murray

Y que disfrute de cada momento

 

 

Supongo que conoces a Bill Murray, el actor.

 A mí me cae muy bien.

El caso es que el otro día he escuchado una extraña biografía sobre el señor Murray.

 Y ahora me cae mucho mejor.

 Verás.

 Al parecer el señor Murray es calificado por quienes le conocen personalmente como “extraño”.

 No encaja en lo que entendemos por “normal”, se sale de los patrones preestablecidos.

Pero no porque tenga alguna diferencia que le venga de nacimiento y no pueda elegir ser de otro modo.

 No es cojo, ni ciego, ni tiene una marca de nacimiento en forma de calabaza de Halloween cruzándole la cara.

 Simplemente, ha elegido ser diferente porque le da la gana.

 Y se le da muy bien.

 Te cuento y decide tú.

Al parecer, su principal cualidad es que se dedica a improvisar.

 “Bueno, es un actor, es natural”.

 Sí, claro, pero es que improvisa en la vida, así, en general, sobre todo lo que se le ocurre.

 En una ocasión, iba en un taxi charlando con el conductor, y descubrió que el hombre era un saxofonista frustrado.

 Trabajaba muchas horas al día al volante, y no le quedaba apenas tiempo para practicar.

 Así que Murray le dijo que parase el taxi, ocupó su lugar, y le pidió que aprovechara para tocar el saxo mientras él conducía.

 Puede entrar en un bar y antes de que te des cuenta, está detrás de la barra sirviendo chupitos de tequila a todos los clientes.

 Si ve un edificio en obras, se mete dentro y se dedica a leerle poesías a los albañiles.

 Se cuela en las bodas y trata de salir en las fotos con los novios.

 Se ha dejado caer en más de una fiesta de piso de estudiantes, y ha terminado fregando los platos tras la juerga.

 Llama por teléfono a su amigo George Clooney, para decirle que está en ese mismo instante en la puerta de su casa del Lago de Como (Italia), que le abra.

 No tiene ni agente, ni manager ni relaciones públicas.

 Así que si quieres que trabaje en una película que has guionizado o piensas dirigir, te toca llamarle por teléfono.

 No importa si eres George Lucas, o Scorsese, o Riddley Scott.

 Le llamas tú.

 Eso sí, a un numero 900 de tarificación de pago.

 Ah, nunca lo coge, tiene un contestador.

 Le cuentas a la máquina un resumen de tu proyecto, y ya si eso tal.

 Si escucha el mensaje, igual te devuelve la llamada.

 Y si consigues contratarle, no sabrás nada más de él hasta el primer día de rodaje.

 Momento en el que se planta en el set de maquillaje contando chistes y abrazando a todo el mundo.

 Bill Murray hace lo que le pide el cuerpo en cada momento.

 Improvisa su vida sobre la marcha.

 Ha venido a este mundo a disfrutar.

 Y esa es la clave de su éxito y de su encanto.

 Hacerlo todo de modo diferente al resto.

 Si te fijas, la mayoría del tiempo te estás preocupando de cosas que en realidad no tienen importancia.

 Y encima, te estás preocupando por eso porque te han dicho que es de lo que hay que preocuparse.

 Pero la verdad es que solo hay unas pocas cosas que son realmente importantes, y seguro que sabes cuáles son.

 Hacer las cosas sin importar lo que otros digan de nosotros y sin estar condicionados con el que dirán es un modo de asegurarte el éxito en la relación con tu perro.

 Y es que irónicamente a mucha gente le gusta lo único.

 Lo original.

 A mucha gente le gusta Bill Murray porque es Bill Murray.

 No quien los demás esperamos o creemos que debe ser Bill Murray.

 Y por eso Bill Murray es un perro.

O mejor dicho, se comporta como un perro.

Así que lo mismo aquí está la receta para la cuadratura del círculo.

Muchos no se atreven a hacer o dejar de hacer cosas por el qué dirán.

 Por miedo a no encajar, o a no ser aceptados por la mayoría.

 Pero mira, Bill Murray hace justo lo contrario, y le va bien.

 El qué dirán le da igual, y curiosamente, es muy bien aceptado por la mayoría.

 Así que puedes aprender esto de tu perro.

 O de Bill Murray.

 Eso sí, muchos de los (teóricos) problemas de conducta de los perros provienen de no dejarles ser Bill Murray.

 Y arrastrarles a ser quienes no son por cumplir con el qué dirán.

 Romper ese círculo sería un gran comienzo, para ti y para tu perro.

 Y lo mismo necesitas ayuda para lograrlo.

 Puedes probar a llamar a Bill Murray, lo mismo te responde.

 O puedes probar a apuntarte a los correos que mando cada día a mis suscriptores, leer lo que cuento, y aplicarlo en tu día a día.

Has caído en la trampa

Y es muy difícil salir

 

Es interesante cómo nos aferramos a aquello en lo que creemos y a lo que conocemos.

Aunque sea solo un montón de basura que nos perjudica.

Escucho una anécdota sobre una técnica para cazar monos empleada en algún lugar donde cacen monos.

Para lo que sea.

Dejan unas jaulas con forma rectangular en sus zonas de paso habitual.

Dentro de la jaula hay un cebo muy apetitoso para el mono.

Por lo tanto, cuando un mono se tropieza con una de esas jaulas, no puede evitar acercarse.

Manipularla.

Trastear con ella.

Hasta que da con un agujero que le permite meter su manita de mono.

Entonces, estira bien el bracito, atrapa el cebo, y se lo quiere llevar.

Solo tiene que sacar la mano de la jaula.

Pero la jaula está diseñada de tal modo que no puede sacar la mano.

No mientras la mantenga cerrada con el cebo dentro.

Solo si la abre y renuncia al premio, podrá recuperar su mano y su libertad.

Pero el mono no abre la mano.

Pelea, grita, aúlla, zarandea la jaula.

Pero no abre la mano.

Ya está atrapado.

Es una gran metáfora, ésta.

¿De qué?

De cómo nos agarramos a nuestros conocimientos falsos, a nuestras creencias limitantes, a ideas que nos vienen impuestas desde fuera y que aceptamos sin cuestionar.

Porque sentimos que, si abrimos la mano, si soltamos todo ese lastre, perdemos.

Cuando es justo al revés, es al soltar toda esa morralla mental cuando somos libres.

Cuando podemos salir de esa jaula en la que igual ni siquiera te das cuenta de que te han metido.

Al convivir con un perro, entre unos y otros te han hecho meter la mano en la jaula.

Tú has atrapado al vuelo una serie de ideas y de conceptos que te venden como “mágicos” y adecuados para educar a tu amigo.

Y ya está, ahora no puedes alejarte de todo eso.

Ya eres prisionera, como tantos otros, y no te atreves a abrir la mano y soltar todo lo que te han inculcado ya desde niña.

(Sí, ¿o de qué crees que van las películas con animalito de Disney?)

Bueno, puede que dé menos miedo soltar si tienes un punto de apoyo.

Recibir los correos que mando cada día a quienes se suscriben es uno de ellos.

Y leerte el libro que regalo a los recien llegados, otro, y muy bueno, por cierto.

Así que deja tu email aquí abajo, y empieza a ver el mundo del perro desde otra óptica

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