No te esfuerces

cocteleras

Te voy a contar un anuncio que me ha desencajado la mandíbula.

Una pareja entra en un taxi.

Él (mirando unos papeles): ¡Mira! ¡Colesterol alto!

Ella: Yo estoy igual, y si no haces nada, te sigue subiendo.

Él (indignado): ya, pero es que yo no quiero cambiar mi vida.

Taxista (se vuelve): eso me pasaba a mí, y lo he resuelto tomando este yogur en envase tamaño dedal que cuesta una pasta, pero que tiene una sustancia que reduce el colesterol sin que tengas que mover un dedo, cambiar nada en tu vida, ni pasarlo un poquito mal por no darte todos los caprichos culinarios que te apetezcan. Un pequeño cambio que ayuda a que nada cambie ¡¡Y funciona!!

Vale, no lo dice así, pero es la idea.

Y mira, lo clavan.

Te dicen lo que quieres oír.

Y te dan la solución mágica para tu problema serio y complicado.

Cero esfuerzo.

Cero cambio.

Cero dedicación.

Tú te tomas esto todos los días (en 5 segundos de tu tiempo), y todo se soluciona.

Me gustaría decir que esto pasa mucho en el mundo del perro.

Pero, en realidad, pasa en cualquier aspecto de nuestra vida que nos exija.

Porque está en nuestra naturaleza.

La inercia.

La pereza

La ley del mínimo esfuerzo.

Idiomas, adelgazar, muscular, bajar el colesterol, tocar instrumentos, lo que sea.

Pero me centro en perros, que es lo mío.

Si la convivencia te genera algún problema que te desespera o te frustra, tienes el yogur mágico.

Tomarlo cada día es una opción, no suele funcionar casi nunca, porque no tocas la raíz de los problemas.

Pero te sientes bien porque haces algo.

Luego, cuando nada cambia y no entiendes por qué, ya no te sientes tan bien.

Pero eso es porque tomas poco, dobla la dosis.

Otra manera de enfocarlo es que necesitas formarte.

Entender qué es un perro, cuáles son sus conductas normales, sus necesidades, sus fases del desarrollo, su modo de comunicarse.

Cuando aprendes y entiendes esto, se abre un mundo nuevo ante tus ojos.

Uno que ni imaginabas, fascinante y sorprendente a partes iguales.

Cuando aprendes esto, no volverás a mirar a los perros de la misma manera.

Nunca más.

Pero claro, te toca esforzarte un poco.

Y luego te toca cambiar hábitos, rutinas, costumbres.

Da pereza.

Da vagancia.

La inercia es lo que tiene.

Así que vas a tener que esforzarte y empezar a formarte.

Solo así podrás lograr cambios profundos en la relación con tu perro.

Y como consecuencia, en sus conductas actuales.

Pero no es para vagas ni perezosas.

Tampoco para quienes esperan yogures mágicos que corrijan toda una vida de derivas.

Puedes empezar apuntándote a los correos diarios, con un contenido que se consume rápido.

Aunque luego aplicar lo que aprendas en tu día a día te va a exigir que pongas de tu parte, a veces bastante.

La recompensa, a cambio, merece la pena.

Garantizado.

Qué triste

cocteleras

Vivo en el campo.

Paseo por playas y montañas, y a veces, por zonas medio civilizadas.

Y tanto mis perros como yo llevamos una vida bastante relajada.

Nos va bien, nos gusta.

Así que había olvidado lo que era una ciudad, una grande.

Hace unos días estuve en el centro de una gran capital, para asistir a un evento.

Y cuando digo centro quiero decir en el puñetero centro geográfico.

Para llegar allí, tras salir de la autovía, circulé por calles de 4 carriles petadas de coches.

Lidiando con bicicletas y motos que se colaban por cualquier hueco.

Pasando un semáforo en rojo tras otro, cada cien metros.

Y a 30 por hora, o saltaban radares que te mandan la multa directamente a casa.

Con rotondas de esas que sabes por dónde se entra, pero no por dónde salir, por la marejada de coches que te rodean.

Y en eso estaba, cuando veo perros.

Un pastor por allí, dos mestizos por acá, un teckel por otro lado, un border en aquella acera.

Y se me van los ojos, claro.

Qué caras.

Por dios bendito, qué caras tienen todos.

Te lo juro, todos, no era alguno, no era un momento puntual, no era que su persona estuviese regañándoles o algo.

De hecho, las personas los ignoraban por completo.

Ojos desorbitados, orejas planas, rabos caídos o entre las patas, movimientos lentos y rígidos.

Patas encogidas, miradas ausentes, aspecto vacío.

Todos.

Se me cayó el alma a los pies.

Una vez aparqué, caminé 400 metros hasta el hotel, y más de lo mismo.

Y al salir de vuelta, igual.

Incluso me fui por una calle que no era, siguiendo a una pareja que caminaba con su bobtail, jovencito, con correa corta, y que tenía claros problemas de dolor.

Para grabarlo con el teléfono.

Mira.

Esos perros no se quejan, no chillan, no dejan de comer y seguro que a ratos juegan.

Así que todos a su alrededor pensarán que están bien.

No lo están, en absoluto.

Ahora estarás pensando que al tuyo no le pasa esto.

Que ladra a otros, o tira mucho de la correa, o destroza la casa porque se venga de ti, o no le has sabido educar, o es muy dominante.

O lo que te hayan soltado en el parque canino el Tonto Alfa del día.

Pues resulta que un elevado % de perros tienen problemas de dolor o de salud.

Y esos problemas solo se evidencian con un síntoma: sus conductas.

¿Que cómo puedes saber si a tu perro le pasa algo físico?

Pues puedes preguntarle a tu veterinario (spoiler: ahorra el viaje, te dirá que todo bien sin apenas tocarlo)

O puedes entrar en la membresía, y analizar los textos, vídeos y fotos que están en los temas dedicados a la salud.

Y a partir de ahí, atar cabos tú sola.

Muchos miembros ya lo han hecho, han acudido a un especialista, y han confirmado sus sospechas.

Luego han encajado muchas piezas, y mejorado de modo brutal la convivencia con su perro en tiempo récord.

La otra alternativa es el bobtail al que seguí por la ciudad: con correa muy corta, forzado a caminar con dolor, al que nadie escucha, y que claramente está sufriendo.

Seguro que tienes muy claro lo que quieres para tu perro.

Cosas que pasan en el parque canino

Dos perros jugando

Hemos vuelto.

Hacía meses que no íbamos, pero por una razón que no viene al caso, nos hemos acercado al parque canino.

No íbamos, porque en realidad, el único que disfrutaba de ese circo era Willow.

Cuando hemos llegado a la valla, un perro de pastor de unos 40 kilos ha venido al galope, y se ha lanzado contra ella, ladrando.

Moira se las ha ingeniado para frenarlo, aunque la valla ha hecho el mayor trabajo.

Y, a partir de ahí, han empezado a charlar.

No se han gustado mucho, la verdad, así que nos hemos quedado en la valla, observando.

Entonces me he dado cuenta de que Brianna no estaba a lo que estábamos.

Estaba mirando fijamente hacia la entrada del parque.

Miro yo también.

Y lo veo.

Un enorme San Bernardo hacía acto de aparición.

Sí, ese que sale en el vídeo de la membresía de “cómo no usar el parque canino”.

Nada más llegar, se ha apoderado del parque, y ha empezado a perseguir al perro de pastor.

Que, a ver, desde lejos parecía un juego, porque corrían todos muy contentos.

Pero no estaban jugando.

Sobre esto también se habla en la membresía, no te imaginas lo importante que es.

¿Y cómo se han dado cuenta los cuidadores de que no estaban jugando?

Pues que el perro negro ha corrido y corrido y corrido.

Y lo único que he evitado que el San Bernardo le hiciera un placaje es que el pobre animal corría como si le doliera hasta el pelo.

(De esto también hablo en la membresía, tampoco te imaginas lo importante que es)

Y cuando el pastor ha llegado a la valla que queda hacia las vías del tren, la ha saltado.

Y ha seguido corriendo.

A continuación, se ha montado el circo.

Las cuidadoras han empezado a discutir a grito pelado, el San Bernardo se ha quedado ladrando a la valla.

Y yo me he quedado un rato observando el espectáculo desde fuera.

Mis galgas, por la cara que ponían, no le veían la gracia al asunto.

Al final la chica ha recuperado a su perro, y lo ha sacado atado del parque canino.

El pobre animal tiraba desesperado de la correa hacia la puerta, arrastrando a su cuidadora con él.

Ha tenido que pasar a pocos metros del perro tanque, que le ladraba, y daba saltos, y le escupía al pasar.

Eso sí, el San Bernardo ha conseguido lo que quería: quedarse con el parque para él solo.

Y nosotras hemos vuelto a la vía verde y nos hemos marchado sin pisar el parque.

Mira. Si la chica del pastor hubiese sabido lo que cuenta esta membresía, jamás habría puesto a su perro en esa situación.

(Recuerda: vías del tren)

Y si la chica del San Bernardo supiese lo que cuenta esta membresía, tendría claro qué hacer para que su perro no tratara de comerse a los demás usuarios del parque.

(Es reincidente, el tío).

Que no va de educarlo mejor, corregirlo, regañarlo, y menos aún de estrangularlo o ponerle un collar eléctrico.

Tampoco de distraerle con premios, ni de “positivizar los encuentros con perros”.

Eso se lo dejamos a los aficionados.

Las personas inteligentes abordan estas situaciones desde otra óptica.

Y esa óptica la tienes al detalle aquí

 

Cosillas que hacen los que tienen perro

perro carlino manchado de pintura

¿Qué tal te llevas con tus incoherencias?

Somos seres imperfectos, y aunque lo sabemos, y sabemos que los demás también lo son, dedicamos mucho esfuerzo a disimularlo.

A que no se noten nuestras imperfecciones, nuestros fallos, nuestros fracasos.

A ponerle filtros a nuestra vida, para que los demás crean que nos va mejor que a ellos.

Que rabien y nos envidien.

Es algo ancestral, no podemos evitarlo.

En la sabana africana, la gacela que va de honesta y sincera mostrando su cojera se convierte en la cena del león.

Y los que convivimos con perros, tenemos, de paso, defectos propios y exclusivos de este mundillo.

Van unos cuantos:

 

# No soltar nunca a tu perro porque estás convencida de que saldrá corriendo y no parará hasta el mar (y luego seguirá nadando)

 

# Llevar encima la bolsa de chuches como si fuese un amuleto de la suerte, y el día que se te olvida, te tiras todo el paseo con taquicardias.

 

# Colocarte la correa de tu perro por dentro de la muñeca, y luego enrollar dos metros alrededor de tu mano dejándola bien corta, “porque así le controlo mejor”.

 

# Esconderte durante los paseos con tu perro suelto de modo aleatorio, para obligarle a estar pendiente de ti y que no se aleje.

 

# Caminar a paso ligero todo el tiempo, sin dejar que tu perro se pare ni a saludar, porque tiene que hacer ejercicio.

 

# Afirmar que es muy bruto “pero solo quiere jugar” cuando entra sobre los perros desconocido a 35 kms por hora y los derriba como a un bolo.

 

# Llevar a tu perro al parque canino para pasearle atado por dentro, y exigirle a los otros que aten a sus perros “porque el mío no se lleva bien con los demás”.

 

# Descartar que pueda estar enfermo porque corre, juega, come y está contento.

 

# Decir que tu perro es muy testarudo y cabezota porque no hace siempre lo que tú quieres.

 

# Acusar a tu perro de un problema de protección de recursos y ponerte como loca cuando sube a tu sofá, intenta apropiarse de tu cena, hurga en tu basura, se come tus zapatillas o saca tu ropa interior del cesto de la ropa sucia.

 

# Estar deseando llegar al parque canino para soltarle… y poder ver a la cuidadora de Lennon para contarle ese cotilleo sobre otros cuidadores y la bronca que tuvieron el día anterior.

 

# Regañar a tu perro por gruñir, y luego tener una bronca épica con otro cuidador porque su perro monta al tuyo.

 

# Decirle a tu perro que no pasa nada y que no tenga miedo cuando ladra y se eriza ante un perro grande, mientras tiemblas como una hoja y te cuesta respirar.

 

# Ignorar a tu perro en la calle porque te han dicho que tiene que aprender a ser independiente. Doble puntuación si además le das la espalda cuando te salta encima o te apartas cuando se esconde tras tus piernas.

 

# Ponerle a tu perro un accesorio de paseo concreto solo porque es de la raza X.

 

Y puedo seguir días, pero ya entiendes la idea.

Eso sí, luego es el perro el que tiene un problema de conducta, y no sabe comportarse correctamente.

Si te ves reflejada en estas afirmaciones, no hay duda, necesitas conocer la educación amable y empática.

Puedes empezar a conocerla mejor apuntándote a los correos diarios.

Dejas tu email aquí, y los recibes en tu buzón.

Te explico por qué la DGT te pone multas

Perro de caza leyendo un libro

Y no es para que no corras, qué va.

El castigo, ese gran instrumento de educación social.

¿Te has parado alguna vez a pensar a fondo si de verdad sirve para algo, o para alguien, o cómo funciona, si es que lo hace?

Pues ahí van algunas ideas, a ver qué opinas.

En nuestra sociedad se usa el castigo como modo de modificar (o más bien de anular) conductas entre personas.

Sobre el papel tiene sentido, si tú haces algo considerado como malo, y recibes una consecuencia negativa, pues dejas de hacer ese algo.

Y problema resuelto.

Pero en la práctica se aplica de aquella manera.

Sin coherencia, sin proporcionalidad, sin linealidad, sin relación con la conducta a cambiar.

Y así es imposible que funcione. Que funcione para cambiar conductas, quiero decir.

Y ese es otro error.

La definición real de castigo es “aquella acción que aplicada sobre un individuo disminuye o anula la presentación de una determinada conducta”.

Y, por lo tanto, lo que es un castigo no lo decide quien lo impone, sino quien lo recibe.

Otro obstáculo en la larga lista de problemas para que eso de castigar tenga sentido.

Así, te puedo poner esta lista:

 

1- Ignorar al perro (cuando pida algo o cuando se comporte indebidamente o cuando le dejas solo)

2- Retirarle algo que le guste (un premio, un juguete, un momento de juego, la libertad)

3- Impedirle acceder físicamente a algo que desea (un parque, otro perro, un juguete, otra persona)

4- Quitarle la comida varios días y pedirle acciones a cambio de dársela

5- Pararse y no avanzar cuando tensa la correa

 

Todo esto son castigos. Al menos para muchos perros.

Pero, curiosamente, no lo son para muchas personas, al menos no para muchos profesionales.

Bueno, piensa en ello.

Ahora algunos matices sobre el castigo, usando una situación que seguro que te resulta familiar.

Conducir.

El sistema ampliamente aceptado para que seas mejor conductora es el de castigar a quienes se saltan las normas.

Si conduces a 80 en una zona marcada como de 50, te multarán y te quitarán puntos del carné.

Y es raro, porque este sistema lleva aplicándose muchísimos años, y sin embargo nuestra Agencia de Tráfico ingresa cada año más y más dinero por sanciones.

(En 2021, 971 millones. En 2019, 374 millones. 2020 fue un año perdido hasta para esto)

Pero claro, este sistema tiene dos problemas.

El castigo sí es un castigo, creo que a nadie le gusta que le quiten dinero y le afeen la conducta, menos aún que le retiren la licencia.

Pero que tú vayas a 80 km/h donde no debes, y te lo comuniquen dos meses más tarde, pues no sirve.

 

A) El castigo debe ser consecutivo a la conducta

Si te paran justo al cometer la infracción, y te dicen lo que haces mal y qué castigo te ha tocado, tampoco sirve.

Solo te asustas y te pones nerviosa, o te enfadas y te pones a la defensiva.

¿Y de quién te asustas o te defiendes?

Del castigador.

Igual dejas de pisar el acelerador unos días, pero se te olvidará pronto.

Al menos eso le pasa a la mayoría.

 

B) El castigo debe ser consecuencia directa de la conducta

Y para tu cerebro, que te amonesten unos desconocidos y te pidan dinero no es una consecuencia real directa de tu conducta.

Y es que así funciona el cerebro: la parte dedicada a automatizar los aprendizajes no es la misma de pensar.

La de pensar te dice que no vuelvas a correr o te pondrán otra multa.

La de aprender no se ha enterado de nada.

En cambio, una amiga me contó que ella sí se había enterado.

Iba por una carretera habitual, que tiene unas cuantas curvas, a más velocidad de la que debiera.

Y en una curva simplemente la inercia la llevó a seguir derecha, por lo que su coche perdió apoyo, empezó a dar vueltas de campana, y aterrizó panza arriba con las ruedas al viento en el lecho de un río.

Asombrosamente salió ilesa

(Su coche, pues no)

Pero desde entonces no ha vuelto a intentar contravenir las leyes de la física, y ya no pisa el acelerador.

Lección aprendida.

No se mosquea con el castigador, porque no existe.

La consecuencia es directa e inmediata.

Y la parte del cerebro que se ha quedado con la lección es la que controla el aprendizaje.

Eso es un castigo eficaz.

Ah, el componente miedo es inevitable, forma parte intrínseca de todo castigo: si no hay miedo, el castigo simplemente no funciona.

Ella tiene miedo de que el accidente se repita (y con mucha menos suerte), así que no corre.

Todo esto es aplicable al perro, punto por punto.

Y por eso, ni tiene sentido castigar al perro diciendo que lo educamos para que sepa lo que está mal.

Ni el castigo tal y como lo proponemos funciona como queremos que funcione.

Ni es posible aplicar castigos y no generar miedo en el proceso.

Y amiga, el miedo es la madre de (casi) todos los problemas de conducta.

Si encima castigamos para corregir esos problemas, ya tenemos la cuadratura del círculo.

La alternativa a esta situación es la educación canina amable  y empática,

Que no sirve para explicarte cómo cambiar, modificar o anular conductas en tu perro.

Nada de “qué hacer para que tu perro deje de”

Va de cómo puedes mejorar el bienestar y la calidad de vida de tu perro al máximo.

Y de comprenderlo, y tener una visión global de su mundo.

Si aplicas lo que cuenta, las conductas de tu perro cambian, y seguro que “deja de” en muchos aspectos.

Pero esa es la consecuencia, el beneficio, no la finalidad.

Si sientes que es lo que va contigo, ya tardas en apuntarte en el cajetín de abajo.

 

Somos lo más mejor en prevención del pirateo informático

Perro de caza leyendo un libro

Corren tiempos difíciles para gobiernos y cuerpos de seguridad. La tecnología avanza a gran velocidad, y espiar y conocer cualquier secreto de los estados parece más sencillo que nunca.

Personas especializadas, desde sus computadores especialmente preparados, toman al asalto smartphones, Pcs y tablets de cualquier persona u organismo importante para la seguridad nacional.

Así, las defensas más sofisticadas son destruidas, y los piratas informáticos se proponen retos cada vez más complejos para luego alardear de sus logros.

Pero espera, existe un reducto informático que ha resultado ser impenetrable.

Un cuerpo de seguridad que ha logrado mantenerse libre de todo ataque y ha conseguido repeler las intrusiones más agresivas y persistentes.

¿Gracias a su excelente programación defensiva?

¿Debido a que cuenta con agentes jóvenes, inteligentes y sobradamente preparados?

¿Porque dispone de los últimos avances tecnológicos en materia informática?

Pues no, no, y no.

Bueno, la segunda pregunta no sé, lo más probable es que sí.

Pero poco puedes hacer, por muy bueno que seas, si te encuentras con lo que te encuentras en la Guardia Civil en lo que a informática se refiere.

Porque sí, ese es el organismo “último reducto”, los que aún no han conseguido ser atacados, los que se libran de todo espionaje e intervención contra sus archivos

Resulta que los hackers rusos llevan tiempo intentándolo, y finalmente se han rendido.

Pero porque los ordenadores que están atacando van a pedales.

Al parecer, una fuente cita que es imposible entrar en sus ordenadores.

De puro antiguos, seguramente los rusos ni saben cómo atacarlos.

Para encenderse, necesitan unos 20 minutos. Y para abrir un simple procesador de texto, unos pocos minutos más.

Mucho vodka hay que tomar para tener tanta paciencia.

Los programas empleados para el hackeo mandan instrucciones a los ordenadores de la Guardia Civil, pero debido a la lentitud de respuesta y a los sistemas operativos desfasados, esos programas saturan la CPU con sus peticiones, y el sistema colapsa.

Toma firewall impenetrable.

Así que podemos presumir ante el mundo entero de tener ordenadores a prueba de piratas informáticos.

(Aunque si nos preguntan cómo lo logramos, mejor cambiemos de tema)

El que los propios agentes vean ralentizado su trabajo hasta la exasperación, día tras día, es un pequeño detalle irrelevante.

Así que ya ves, modernidad y poderío dándose una castaña contra la pesadez y lentitud de lo desfasado.

Pues ahora mira lo que te pasa cuando sales con tu perro, y lo mismo te das cuenta de algo.

Todos esos que te abordan para explicarte (contra tu voluntad) cómo debes educar a tu perro, y que parecen de lo más moderno y actual.

Que lo saben todo y te lo van a contar a la fuerza, cual piratas informáticos invadiendo un ordenador.

En realidad, son los que tienen el sistema operativo muy desactualizado, y están desfasados a más no poder.

Una manera de enfrentarse a los “ataques infecciosos” que promueven es ignorarles.

Haces como que no existen, y ya se rendirán.

Otra manera es asegurarte de que tu información y tus conocimientos son superiores a los suyos

Así te blindas contra sus abordajes, y puedes seguir paseando con la cabeza bien alta y la seguridad de que tienes claro lo que pasa y lo que estás haciendo.

Se pongan como se pongan y te cuenten lo que te cuenten.

Con lo que le cuento a mis suscriptores en los correos diarios, consigues justo eso.

Y con el libro digital de regalo que te mando, te colocas por encima del 95 % de los que te cruzas por la calle y que «saben mucho de perros»

Y que se vayan a hackearle el cerebro a otro.

Lo que no se arregla con adiestramiento

Dos perros golden retriever en un lago

Adoptar a un perro puede ser una experiencia muy gratificante.

Y abrumadora, a veces.

Cuando llevas a un perro adulto a tu casa, tienes que contar con que, además, te llevas también su equipaje.

A menudo, con tiempo y comprendiendo a tu nuevo amigo, ese equipaje apenas tiene relevancia en su nueva vida.

Pero otras veces puede llegar a ser realmente pesado.

Eso le pasó a Rick Sawyer.

Después de meditarlo, decidió que quería compartir su vida con un perro.

Así que acudió a un refugio local a encontrar a su nuevo amigo.

Después de mucho pensarlo, porque por desgracia había muchos candidatos disponibles, su corazón le dictó a quién llevarse.

Eligió un Golden retriever de mirada franca y algo triste.

Un perro tranquilo, atento, juguetón y leal, que pronto se adaptó a su nueva vida.

Rick estaba muy contento, aunque había un detalle que no sabía cómo enfocar.

Y es que, al llegar la noche, el perro se quedaba junto a la valla que había puesto en la puerta del dormitorio.

Y desde allí, pasaba la noche observándole.

No es que estuviese un rato, y luego se echara a dormir lo más pegado posible a la puerta, no.

Es que se tiraba la noche vigilando a su nuevo humano.

Rick pensó que igual era pronto para que su amigo se sintiera cómodo, y que al estar en un lugar que aún no era su hogar, no descansaba.

Pero pasaron las semanas, y la conducta persistía.

Entonces Rick creyó que Terry, que así se llamaba, necesitaba salir más, hacer más ejercicio.

Así que dedicó todo su tiempo libre a Terry.

Salían más, y jugaban mucho juntos.

Terry estaba muy contento con tantas atenciones, pero no desistió.

La inquietante vigilancia nocturna persistía.

Rick empezaba a preocuparse de verdad, por lo que llevó a Terry al veterinario.

Tiene que ser alguna enfermedad”, pensaba.

Pero en la clínica no encontraron nada físico que justificase aquella conducta, y el veterinario no supo darle una explicación.

Rick volvió a casa, abatido y perplejo, mirando a Terry y preguntándole

“¿Por qué haces eso, chico? ¿Qué intentas decirme?”

Finalmente, a Rick se le ocurrió acudir al refugio donde adoptó a Terry, para preguntar por su pasado.

Y allí obtuvo la respuesta que buscaba.

Al parecer, la anterior familia de Terry tuvo un bebé, y decidieron que el perro sobraba.

Pero no tuvieron el coraje de llevarlo al albergue y marcharse, no querían tener que enfrentarse a su mirada triste y acusadora.

No querían traicionarle de frente.

Así que le llevaron al refugio mientras dormía.

Por lo que Terry se fue a dormir en su hogar, con su familia de siempre.

Y despertó en un lugar desconocido y extraño, rodeado de gente ajena.

Así que parece que había decidido que eso no volvería a ocurrir.

Rick se entristeció mucho, pero ahora podía ayudar a Terry a sentirse seguro.

Quitó la valla de la puerta de su dormitorio, y le permitió subir a la cama.

Y poco tiempo después, Terry ya dormía relajado toda la noche de un tirón, manteniendo el contacto con su nuevo humano.

Igual es que muchas de las conductas de los perros no se deben a un problema de mala educación, ni de jerarquías, ni de que necesite más adiestramiento o saber quién manda.

A menudo es una cuestión de confianza.

La confianza de Terry se había roto. Y la de otros muchos perros, también.

Es algo difícil de arreglar, la confianza rota.

Pero es fundamental para que la relación con un perro fluya, y la convivencia sea agradable para todos.

Y necesaria, si nos preocupan ciertas conductas.

Puede que la de tu perro esté dañada porque con toda tu buena fe seguiste consejos que no tenían en cuenta este aspecto.

O que tu perro, como Terry, ya la tuviera dañada cuando entró en tu vida.

Pues una buena manera de recuperar la confianza de cualquier perro es darle lo que necesita, cada día, de modo constante, y dejarle claro que puede contar contigo, siempre.

Como hizo Rick con su nuevo amigo.

Y como puedes hacer tú aplicando lo que aprendas con los correos que envío cada día a mis suscriptores.

Te apuntas aquí debajo

Mi vida en carromato con unos nómadas portugueses

que es la educación amable

Te voy a contar una cosa un poco ridícula.

Algo que se me pasó por la cabeza hace muchos años, en la facultad.

Cuando estás en los últimos cursos, se hacen habitualmente prácticas de clínica.

Ya sabes, para que vayas viendo cómo funciona eso de trabajar en una consulta atendiendo personas.

Y curando animales.

Hasta aquí todo normal.

Pues en una ocasión atendí a un chico llamado Julio.

Julio traía un cachorro de mastín de unos 8 meses, que estaba cojo.

Una vez abierta la ficha, toca interrogar a Julio para centrar mejor el problema.

Julio chapurreaba el idioma, porque era portugués.

Y el perro se había caído bajando del carromato.

Sí.

Has leído bien.

Julio recorría Europa con su familia y con familias como la suya, viajando en carromatos.

Tirados por caballos.

Y acompañados por perros.

Entonces ahí se me cruzaron un par de cables en la cabeza.

Estuve hablando en privado un rato más con él.

Y a continuación decidí que me iba con Julio y su familia a vivir en carromato.

Tirado por caballos y acompañado por perros.

Te juro que estaba decidida por completo a largarme con un perfecto desconocido y cambiar radicalmente de vida.

Y que él no hizo ni mencionó absolutamente nada que me indujera a pensar así.

Bueno.

Reconozco que el chico era, digamos, muy agradable de mirar.

Y que yo tenía 22 años.

Creo que lo que me echó atrás fue que tenía más bien poco que aportar a esa gente.

Una vez terminada la carrera, pues sí, pero en aquel momento sería solo un parásito social.

Y una vocecita interior que me decía que Julio, sus amigos y sus animales se veían algo flacos.

Vamos, que lo mismo la película que me había montado en cinco minutos en mi cabeza era eso, una película.

Muy bonita pero muy falsa.

Y esto ocurre a menudo, cuando nuestro cerebro genera una serie de expectativas muy idealizadas sobre ciertas cuestiones.

Y luego viene la realidad y te hace aterrizar con un buen par de guantazos bien dados.

Pero claro, a menudo la realidad no sacude lo bastante fuerte, y lo que hace el cerebro entonces es un asco.

Se dedica a retorcer la realidad para que encaje en las expectativas.

Y ahí es cuando alguien acaba saliendo malparado.

Cuando no directamente muy perjudicado.

Esto pasa a menudo a la hora de convivir con perros.

Hay unas expectativas muy alejadas de la realidad.

Fomentadas y engordadas por el entorno y los medios, las películas y los programas de la tele, los vídeos de Instagram y de TikTok.

Y claro, luego viene el guantazo.

Y duele.

Así que mira, una forma de resolver esto es estrujar a tu perro hasta que encaje en las expectativas.

Las tuyas y las de la sociedad en la que vives.

La otra es adquirir conocimientos sólidos que te permitan reconducir esas expectativas para que aterricen suavemente en el suelo de la realidad.

Para lo segundo, tengo varias formaciones.

Entras, aprendes muchas cosas sobre perros, ves a tu perro con otros ojos.

Y a partir de ahí lo normal es que te olvides de las expectativas, y de lo que opine la sociedad en la que vives.

Yo creo que como plan pinta bien.

Al menos suena más realista que largarse a recorrer Europa en carromato con un grupo de nómadas portugueses.

O no, yo qué sé, nunca he montado en carromato.

Te toca decidir a ti, por lo pronto, puedes empezar por apuntarte a los correos diarios.

Vas leyendo lo que envío, y ya piensas si quieres más.

PD2- El cachorro tenía un problema ortopédico que requería cirugía y postoperatorio. Que no podían permitirse pagar ni realizar adecuadamente. Eso igual también me abrió un poco los ojos.

 

Tu perro tiene un super poder que igual no conocías

husky siberiano

Una de las muchas cosas que ocurren cuando llevas a tu perro a lugares tranquilos donde puede estar suelto, y adaptas tu ritmo al suyo

(en lugar de pedirle lo contrario, como suele hacerse)

Es que a menudo tu perro se detendrá en lugares al azar, fijará la mirada en el infinito, y empezará a oler.

Cuando lo haga, acércate, sigilosa, y mira. No te lo vayas a perder.

Observa cómo se mueven las aletas nasales.

Cómo orienta el hocico a un lado o a otro.

Cómo se concentra en el aire que aspira.

¿Sabes que pueden dirigir el aire hacia uno u otro orificio nasal para procesar el olor con una parte u otra del cerebro?

Puedes verlo si te fijas mucho, cómo a veces solo es una aleta la que se mueve.

Es fascinante.

Y cuando veo eso, y lo veo mucho, mi cerebro empieza con sus pajas mentales.

(Es que el paisaje lo tengo muy visto)

Y pienso en el superpoder de oler, y en lo mágico que es.

Si nosotros tuviésemos la nariz de un perro, podríamos diagnosticar algunas enfermedades, anticipar las caídas de azúcar o los ataques de epilepsia.

Sabríamos si una persona está estresada o asustada o feliz, sin ni siquiera verla.

Podríamos encontrar trufas en nuestros paseos por el campo, valorar el estado de la comida e incluso discriminar sus ingredientes

Encontrar a alguien perdido en un bosque, detectar si una herida se está infectando, localizar explosivos y minas.

Seriamos capaces de saber si una mujer está embarazada, si el compañero de viaje en el avión esconde drogas, o si ese pescado que nos dicen es fresco en realidad es congelado.

Y eso solo para empezar.

Definitivamente, es un superpoder.

Y, aun así, a muchos perros no se les deja apenas oler nada, ni detenerse a explorar con su nariz, ni investigar o reconocer los olores de aquello que les rodea

Muchas personas se quejan de que su perro todo lo quiere oler, o de que se pasa el día oliéndolo todo.

Que es muy pesado por querer hacer eso.

Y le niegan el uso del superpoder que nosotros nunca tendremos.

Igual hay algo de envidia aquí, después de todo.

Bueno.

Hay otro superpoder, que, aunque seas humano, puedes adquirir con la práctica y dedicación.

El superpoder del conocimiento.

Si lo combinas con la experiencia, obtienes el superpoder de la sabiduría.

No es tan chulo como lo de la nariz, pero también está genial.

Tengo formaciones que te permiten tomar un atajo para lograr esos superpoderes.

Y puedes empezar por apuntarte abajo, y recibir un correo cada día, con reflexiones y consejos sobre educación canina amable.

Y de regalo, un libro para mejorar la convivencia con tu perro. Y a partir de ahí, ya vas practicando.

PD1- Este superpoder neutraliza por completo el pseudo-superpoder que otorga el efecto Dunning-Kruger, muy presente en todos los parques caninos del planeta, y que seguro que tienes que soportar a diario

error: Este contenido está protegido