Mi perro roba comida ¿cómo lo corrijo?

Si tu perro roba comida, ¿qué puedes hacer?

 

Hace siete años Menta se quedó a vivir conmigo, estrenando casa.

De hecho aun estaba a medio alicatar y casi sin pintar.

Pero Menta era un galgo que venía en acogida después de haber sido abandonada en un pueblo sevillano siendo ya mayor.

En el que llevaba “al menos año y medio” según un vecino, buscándose la vida por la calle.

Así que no creo que le importara.

Menta estaba bastante estropeada, la verdad.

Tenía la dentadura fatal, según una colega odontóloga, parecía que los dientes estuviesen rotos, no que los hubiera perdido por la edad.

(Que ya tenía unos años)

Tenía leishmania activa: se le caía el pelo a puñados, estaba flaca, le dolían las articulaciones, las uñas casi daban la vuelta sobre sí mismas y los ojos estaban también fastidiados con varias patologías.

De regalo, tenía una hernia de disco severa.

Vamos, que estaba hecha un asco.

Así que simplemente le preparé un espacio, le abrí mi casa y mi corazón, y allí se quedó para siempre.

El caso es que el segundo día de estar en mi casa, me preparé un sándwich de varios pisos para cenar.

Y cuando me siento para comérmelo, recuerdo que tengo que subir al dormitorio para no sé qué.

Así que simplemente me levanto y subo.

Mi casa tiene dos plantas, en la de abajo está la cocina, el salón y el comedor, y en la superior, mi dormitorio, el baño y una despensa.

Pues ahí dejo a los tres perros, descansando en sus camas, durmiendo plácidamente, mientras subo los escalones pausadamente.

Hago lo que tenía que hacer, y bajo.

Y al bajar, la pillo in fraganti:

Menta se ha encaramado a la mesa como ha podido, ha arrastrado el sándwich hasta el suelo, y tras apartar la lechuga y el tomate, se está zampando todo lo demás.

El queso.

El huevo.

El jamón.

Y parte del pan, porque aunque no le gusta, no consigue separarlo bien del queso.

Mi-ce-na……

En fin.

¿Y qué crees que hay que hacer en una situación así?

¿Chistar al perro para que no vuelva a hacerlo?

¿Ponerse a cuatro patas frente a él y pelear a muerte por el sándwich?

¿Echarle una bronca y sacarle los restos del sándwich de la boca “para que aprenda”?

¿Tirarle lo primero que tengas a mano para asustarle y que no lo vuelva a hacer?

No.

Nada de eso.

Te cuento lo que hice yo.

Primero se me colgó el disco duro y me quedé bloqueada.

Nunca jamás un perro me había robado comida de la mesa.

Menudo golpe bajo.

Luego reaccioné y puse cara de “mierda, me he quedado sin cena

Luego di un par de collejas a la responsable del desaguisado.

O sea, a mí.

¿Cómo se me ocurre dejar un sándwich solo y abandonado en una mesa de comedor junto a un perro callejero y recién llegado?

Hay que ser idiota, hombre.

Bueno, que me hice otro sándwich y Menta terminó con los restos del primero.

Las siguientes veces que dejé comida descuidada, la coloqué en sitios inaccesibles para Menta.

Nunca intentó robarme mientras comía.

Ni pidió comida cuando yo estaba a la mesa o cocinando.

Era una perra muy respetuosa.

Ahora bien, si la dejas sola será que no la quieres……

Tras eso me espabilé, y en los cinco años que estuvo conmigo no volvió a robar nada.

O quizá fue que no volvió a tener la oportunidad.

Bien.

Ahora la conclusión: es más sencillo manipular y gestionar el entorno que bloquear todas las posibles conductas (naturales, por otro lado) del perro.

Y además no solo es más sencillo, sino que te permite forjar una mejor relación.

Porque no entras en conflictos sociales que un perro nunca entendería.

Y que además no sabe cómo resolver.

Y porque evitas esa sensación de desconfianza que te obliga a seguir a tu perro como una sombra para asegurarte de que “no se porta mal”.

Estos pequeños detalles son los que cuentan en el día a día conviviendo con un perro.

Y determinan cuánto confía en ti y cómo se porta en otros contextos más delicados.

Menta también abrió una vez un cubo de basura en casa de mis padres.

Y eso que es de pedal.

No importa.

El cubo puede guardarse en un armario bajo el fregadero.

Gestión del entorno.

Cuando te centras en esta herramienta y le sacas todo el partido, las situaciones que ahora te parecen un problema dejan de serlo.

Y puedes concentrarte en lo realmente importante: disfrutar junto a tu perro.

En  lugar de discutir con él y vigilarlo constantemente “por si la lía”

Si quieres centrarte en lo importante, leer los correos que envío a los suscriptores es un buen primer paso.

Te cuento historias como la que acabas de leer.

Si te ha hecho gracia o te ha dado que pensar, te gustarán los correos.

Si te has aburrido o no te convencve el enfoque, no te gustarán los correos.

Decide ahora, y te apuntas. O no.

Por qué mi perro me ladra cuando lo regaño

«Quiero saber por qué mi perro me ladra cuando le regaño» es algo que me preguntan a menudo. Y es que cuando corriges a tu perro, a veces te planta cara y te ladra. Y quieres saber por qué lo hace, qué significa y qué debes hacer al respecto. Pues te lo cuento.

¿Qué hago si mi perro me ladra cuando lo regaño?

 

La respuesta corta es “no le regañes”.

Vale. Ahora habrá gente que se esté partiéndo de risa.

Hablo en serio, y no es mi intención ofender a nadie ni burlarme.

Te explico lo que está pasando.

Para que veas que no es lo que tú crees que está pasando, y entiendas por qué no debes regañar a tu perro.

Incluso aunque gruña. O muerda.

 

Regañar no educa, genera respuestas defensivas

 

 

Veamos.

Tu perro hace algo que crees inadecuado. Le regañas.

Tú piensas que le estás educando.

Que así entenderá que eso que ha hecho está mal y que no debe repetirlo en el futuro.

Que así lo aprenderá y será un perro bueno.

Pero resulta que en la cabeza de tu perro está pasando otra cosa totalmente diferente.

Cuando le regañas, él simplemente percibe un conflicto social. Una amenaza.

Y emite señales para calmarte y para que dejes de amenazarle.

Él no entiende por qué estás así, solo entiende que estás enfadada.

Pero tú, bien porque no te has fijado, bien porque no sabes reconocer las señales, no te das cuenta de que tu perro te pide que pares y que te tranquilices.

Y sigues regañando.

Así que tu perro, que ve que su comunicación no funciona y se siente realmente en peligro, empieza a emitir señales de amenaza hacia ti.

Sí.

Él cree que le estás amenazando, así que ahora te amenaza a ti.

Y ahora tú entiendes la señal (te sientes amenazada y te da miedo) pero no entiendes por qué se pone así.

 

Y si no le puedo regañar, ¿cómo lo educo?

 

Bueno, después de leer esto, confío en que sí lo estés entendiendo.

Y por eso tu perro te ladra cuando le regañas, y no es buena idea regañar a tu perro.

Porque no entiende nada.

No aprende nada, y encima le das miedo.

Y cree que debe defenderse. De ti.

Que no quieres hacerle ningún daño.

Así que mejor utiliza la alternativa al regaño para educar.

La hay, y funcionan muy bien. Se llama educación canina amable y empática.

En cuanto la conozcas, vas a entender muchas cosas. No se dan premios, no se regaña ni se castiga, y se fomenta una convivencia en la que prima el bienestar del perro.

Si esto te resuena y quieres saber más, tienes todos los detalles en este artículo.

Y si lo que has leído te parece interesante, empieza por apuntarte a mis correos.

Mando uno al día, todos los días. Pero solo a quienes se suscriben.

También mando una guía con ideas para mejorar la convivencia con tu perro.

Muchas de esas ideas te serán muy útiles, así que venga, deja tu email, y empieza a leer.

El Martingale es un estrangulador

Collar martingale galgos

Si tienes un galgo y lleva un collar Martingale (para galgos, te han dicho), lo que viene a continuación te interesa. Y mucho.

COLLAR MARTINGALE PARA GALGOS ¿QUÉ ES?

El collar Martingale para galgos es un modelo de collar muy característico. De unos cuatro centímetros de anchura, con base de cinta de nylon, suele estar forrado de tela de bonitos colores y dibujos.

Es un modelo de collar muy popular para galgos, aunque no es raro verlo en otras razas de perros o mestizajes.

Tiene una gran anilla donde sujetar el mosquetón de la correa, y una hebilla que permite ajustar el tamaño del collar al cuello del perro.

Y aquí es donde empiezan los problemas con el collar Martingale para galgos.

 

¿CÓMO FUNCIONA EL MARTINGALE?

Voy a ser directa y breve: el collar Martingale es un collar estrangulador.

Este modelo de collar, de uso muy popular entre los galgos, está diseñado para cerrarse cuando hay tensión en la correa. Es decir, tiene cierto tamaño en reposo, y se empequeñece cuando la correa se tensa, cerrándose alrededor del cuello del perro y haciendo presión sobre el mismo.

De este modo se compensa una peculiaridad de la anatomía de  los galgos: el cuello en su parte superior es más ancho que la parte más ancha de la cabeza.

Por esta razón, cualquier collar fijo, por mucho que se apriete, se sale fácilmente si el galgo decide tirar hacia atrás, por ejemplo porque se asusta. Y si esto ocurre, el perro queda libre. Puesto que está asustado, como buen galgo, echará a correr a lo loco, y a ver quién le pilla ahora.

Así que se propone este modelo de collar Martingale para impedir las fugas de los galgos cuando tienen miedo y tratan desesperadamente de huir.

Si estás pensando que el Martingale de tu galgo no aprieta el cuello de tu perro, y por lo tanto no estrangula, porque tiene tope, piensa que para que el Martingale para galgos sea eficaz (y que no se salga cuando el galgo forcejee con él), el tope debe estar puesto a un tamaño INFERIOR al del cuello del perro.

Por lo tanto, funciona porque aprieta, es decir, estrangula.

¿EL MARTINGALE PARA GALGOS HACE DAÑO?

La respuesta corta es sí.

Sigue leyendo si quieres que te la argumente.

Piensa en las veces que tu galgo intenta huir de algo que le atemoriza, y no solo no lo consigue, sino que encima se le corta la respiración.

O las veces en que, a propósito, o sin darte, cuenta tiras de la correa (y le estrangulas).

O cuando tu galgo intenta realizar acciones cotidianas, como saludar o jugar con otro perro, o acercarse a una persona o a algo que le llama la atención, y la correa se tensa (y el collar le estrangula).

En todos esos momentos, tu (posiblemente miedoso) galgo está recibiendo un castigo sin que te des cuenta.

Eso no le ayuda, y aumenta (mucho) su miedo. Así que cuanto más timepo lleva el Martingale para galgos, más opciones tiene para incrementar su miedo.

Y cuanto más miedo tiene, más convencida estarás de que debe llevar ese modelo de collar, porque si no, se escapa.

ALTERNATIVAS AL COLLAR MARTINGALE

Si usas un Martingale porque te parece bonito, hay collares para galgos igualmente bonitos que no aprietan (eso sí, se salen por la cabeza si el perro retrocede y tira hacia atrás).

Si lo usas porque tu perro es muy miedoso, y te preocupa que escape de golpe y lo atropelle un coche, elige un arnés antifuga pensado y diseñado expresamente para la anatomía del galgo.

Pero evita usar un dispositivo que castiga inadvertidamente a tu amigo varias veces al día.

Incluso aunque sea la asociación para galgos la que te ha dicho que se lo pongas, o te lo haya vendido/regalado al adoptar a tu galgo. Lo mejor que puedes hacer por tu perro es tirar ese collar a la basura.

Mucha gente se enfada con este asunto. Ellos sabrán porqué.

Pero luego se quejan de lo miedosos que son sus galgos (y otros perros con este tipo de collar), y no lo entienden, ni saben qué hacer para cambiar eso.

Yo si lo sé. Ahora tú también.

Si es que no te has enfadado, claro.

Yo también tengo galgos. Y no son miedosos. No llevan un Martingale para galgos.

Lo llevaban cuando los adopté, y tenían miedo, pero les cambié el collar.

Cambié más cosas, claro, pero primero el collar.

Si quieres saber qué más cosas no dan miedo a los perros y les permiten llevar una vida más placentera, puedes apuntarte en el formulario.

Y si tu perro tiene miedo y no sabes cómo ayudarle, pues igual.

¿Y qué pasará si te apuntas?

Que te llegará un libro (gratuito) con ideas para mejorar la convivencia diara con tu perro.

Y un correo diario con historias y reflexiones sobre educación canina amable.

Para mí que si vives con un perro, te interesa

 

Erradicando el castigo de la vida de tu perro

Collar de castigar

“Liderar no es mandar, es saber servir y dirigir a los demás con propósito y amor”

 

Aquí va una consulta frecuente: cómo castigar a mi perro para que me obedezca. Qué tengo que hacer para que me haga caso. Cómo castigar eficazmente a un perro.

Y una de las situaciones que más a menudo me encuentro al revisar los problemas de algún perro, y hablo con los cuidadores sobre cómo se ha llegado hasta la situación de conflicto, es su total desconocimiento sobre las alternativas.

 

Cómo conseguir que tu perro se porte bien (sin castigar)

 

El diálogo que tenemos es, más o menos, como sigue:

«Lo primero que vamos a hacer es olvidarnos de castigar. Bajo ningún concepto, y haga lo que haga vuestro perro. No volváis a regañar/corregir/castigar/pegar al animal».

«Pero, ¿¿y que hacemos entonces cuando se porte mal??«.

De esta conversación, que he tenido muchas veces ya, podemos deducir lo siguiente:

– Los cuidadores, generalmente, no están deseosos de castigar a su animal por todo: sencillamente no conocen otro modo de dirigir la conducta de su perro, de educarlo, o de corregir conductas indeseadas.

– Los cuidadores no son conscientes de los errores que cometen en la aplicación del castigo. Castigan tarde, de modo incomprensible para el animal, de modo prolongado en el tiempo, solo en algunas ocasiones, con una intensidad inapropiada, o todo a la vez. De ahí que a menudo no funcione, y el perro sigue manifestando la conducta (u otras peores, consecuencia del propio castigo).

– Los cuidadores desconocen por completo las consecuencias a medio y largo plazo de la aplicación sistemática de castigar. Cuando éstas se manifiestan en forma de miedo, agresividad defensiva, comportamientos alterados e incluso neurosis o conductas compulsivas, lo achacan a rasgos de personalidad del perro, no al uso del castigo como herramienta “educativa”.

Así que lo primero que debe quedar muy claro es cuáles son las repercusiones del castigo sobre la conducta del perro, a corto, medio y largo plazo, y cuál es su influencia en el aprendizaje y en el vínculo que nos une al animal.

 

Alternativas a castigar

 

Y lo siguiente es proponer alternativas que permitan adaptar la conducta del animal al entorno en el que vive.

Nota que cuando digo que no se castiga o regaña a un perro no estoy diciendo que se le deje hacer lo que le dé la gana.

Solo que hay otro modo, amable y respetuoso, de integrarle en nuestra vida sin tener que corregirle constantemente.

«Suena muy bien ¿Y entonces dónde está el truco?«.

El truco está en que cuesta mucho más esfuerzo por parte del humano, exige planificación, tener las ideas claras y  mostrar un gran autocontrol.

Ser capaz de darse cuenta de todo lo que tu perro puede hacer mal, y organizarte para que eso no llegue a ocurrir requiere de cierta habilidad e inventiva.

Además de mucha capacidad de concentración (en tu perro, no en tu smartphone).

No regañarle o saltar sobre él como un cepo cuando está haciendo algo que realmente te molesta o irrita exige una gran contención para evitar que tus emociones (enfado, miedo) se apoderen de ti y guíen tu conducta.

Curioso.

Mucho de lo que acabo de citar es justamente lo que se les suele pedir a muchos perros, cuando a los humanos nos cuesta horrores conseguirlo.

Pero puede hacerse, y el resultado merece la pena, es gratificante y muy liberador.

Ahí van varias ideas.

 

Anticipación

 

La mayoría de las conductas del perro, especialmente de un cachorro, son predecibles.

A partir de sus patrones de conducta normales, y de la experiencia, si se tiene, puedes adivinar muchas de las posibles trastadas que el perro es capaz de realizar.

Anticiparte a ellas es ganar la partida sin tener que pelear, sin permitir que ocurran errores, sin tener que castigar ni corregir nada.

No le des la oportunidad de portarse mal, y habrás resuelto gran parte del problema.

 

Distracción

 

Si tu amigo hace algo no previsto, o simplemente que no te gusta, en lugar de regañar/castigar, puedes distraer.

Si consigues que el animal centre su atención en algo diferente, se alejará del lugar de conflicto (o dejará la actividad conflictiva).

Canalización

 

Una vez has distraído a tu perro, ofrécele una conducta alternativa.

Piensa en qué iba a hacer el animal que no te guste, y piensa qué prefieres que haga, o qué conducta consideras correcta en su lugar.

Y dirígelo en ese sentido.

Si el cachorro se intentaba comer una zapatilla, piensa “no quiero que se coma el calzado”, y “prefiero que juegue con este mordedor para perros”.

Ofrécele el mordedor.

Y juega con él para asegurarte de que el mordedor es más interesante que la zapatilla.

Y recuerda el punto 1 para la próxima vez (anticipación: no dejes nunca el calzado al alcance de sus dientecitos).

 

 

Si todo esto te parece inviable, tienes mucho en lo que pensar.

Porque sospecho que lo que has hecho hasta ahora no te ha servido. ¿Verdad?

Pues deberías probar esta alternativa.

En serio.

Si necesitas más ayuda e ideas para aplicarla de modo cotidiano, puedes empezar por dejar tu email aquí:

 

Qué es la educación canina amable y respetuosa

Existe mucha confusión acerca de las distintas filosofías y modalidades de educación canina.

Te explico en qué consiste exactamente la educación canina amable y empática, y te cuento qué NO es, para que no te engañen y te intenten confundir con conceptos equivocados.

¿Qué es la educación canina amable y respetuosa?

 

En eduación canina hay distintas corrientes. Toma fuerza la educación canina amable, también llamada empática y respetuosa. Te explico por qué.

Frente a visión utilitarista del perro, o la reducción a la conducta y a la acción/reacción, la educación canina amable considera al perro como un todo. Se apoya en que el perro es un invididuo con emociones, capacidad de razonamiento, estructuras sociales,  y sistema comunicativo complejo.

En la educación canina empática se da mucha importancia a sus necesidades de especie y a la integración en un entorno familiar humano.

La educación canina tradicional tiene una visión del perro como herramienta. Debe cumplir una función. El perro se ha entrenado durante muchos años para rescate, policía, búsqueda de personas, ataque y defensa, pastorear animales, guardar propiedades, para la guerra, para tirar de carros y trineos… En resumen, para realizar un trabajo útil para las personas.

A día de hoy, donde el 95 % de los perros no tienen trabajo y se limitan a convivir con una familia humana, la visión persiste, y el perro debe ser entrenado para una función exclusivamente: dar compañía sin dar problemas.

Y como se ignora por completo su comunicación, sus necesidades y sus conductas naturales, muchos perros dan problemas.

Entonces, la visión tradicional propone adiestrarlos y educarlos como solución a las conductas indeseables por las personas. A menudo, ese adiestramiento, sobre todo cuando es temprano, se convierte en la causa de mayores problemas de conducta. O simplemente agrava los existentes.

 

¿Cuál es la alternativa?

 

En la educación canina amable y empática se promueve el conocer al perro, sus conductas naturales, su comunicación y sus necesidades, y a partir de ahí, se busca el proporcionarle el mejor estilo de vida posible para cubrir todo eso.

Sus conductas, como consecuencia de este trabajo, cambian (pero cambiar las conductas nunca es el objetivo), y los problemas de comportamiento desaparecen o se mitigan notablemente.

En caso de que el problema de comportamiento fuera en realidad una conducta natural de la especiel, se entiende que el problema lo tiene la persona, no el perro, y no se interfiere en el mismo.

 

¿Como aplicar la educación canina amable y respetuosa?

 

Dicho de un modo breve: la educación canina amable y respetuosa no busca enseñar trucos al perro, ni pretende que obedezca órdenes.

Tampoco se centra en cambiar sus conductas, y menos aún en inhibirlas.

Aboga por formar a las familias para que conozcan a fondo a su perro y a la especie, y a partir de ahí, le ofrezcan la mayor calidad de vida posible, respetando sus necesidades y conductas naturales.

Solo así se consigue un perro maduro, feliz, equilibrado y bien integrado en su entorno.

 

¿Cómo educar a un perro sin violencia?

 

La educación canina amable y empática nace por el interés de muchas personas de educar sin violencia.

Esto ocurre como contraposición a los sistemas tradicionales educativos, donde hay que imponese al perro a toda costa (teoría de la dominancia), y donde se incluyen acciones violentas como voltearlo, darle toques, tumbarlo e inmovilizarlo contra el suelo, etc.

Y para evitar los modos conductistas basados en el castigo positivo, con empleo generoso de herramientas mal llamadas educativas. Estas herramientas infligen dolor y funcionan por el miedo que causan, y seguro que las conoces: collares eléctricos, estranguladores, martingale, de pinchos, cabezadas halti.

Nada de esto tiene cabida en la educación amable y empática. En esta filosofía prima el respeto al perro, el conocimiento y satisfacción de sus necesidades como especie y como individuo, la atención a su comunicación, y el favorecer su desarrollo como perro, y no como herramienta para satisfacer las necesidades y deseos humanos.

No se busca la modificación o desaparición de las conductas, sino que se consideran indicadores del estado emocional del perro y de cómo están de bien (o mal) cubiertas sus necesidades.

En el conductismo, en cambio, que se utiliza ampliamente en la educación canina, prima el cambio de las conductas visibles por distintos medios.

Si se emplea un sistema de refuerzo positivo, se considera que la violencia está exenta del proceso de educación del perro, por lo que hay quien dice que se puede educar a un perro sin violencia mendiante premios y golosinas.

Sin embargo, al dirigir sus conductas a nuestra conveniencia, anulando su voluntad, ignorando su comunicación y espado emocional, y pasando por encima de sus necesidades para imponer las nuestras, en realidad sí se ejerce violencia. Solo que no es física, sino emocional y psicológica, que es mucho menos evidente y visible, pero que también termina por pasar factura en la convivencia.

 

¿Cuál es la mejor manera de educar a un perro?

 

Esta pregunta tiene una difícil respuesta. Porque para eso debemos definir exactamente qué entendemos por «educar», y aquí cada uno puede entender algo diferente.

 

Adiestramiento tradicional

 

Si la finalidad es anular conductas que no nos gustan o nos parecen inaceptables, entonces la mejor manera de lograrlo es, sin duda, el adiestramiento tradicional. Usando la fuerza, el miedo y el dolor se logra inhibir casi cualquier conducta.

Personalmente pienso que si esto te parece bien, no deberías tener perro. Tal vez peces de colores, que no dan guerra y no hay que andar manipulando para que se porten de ciertas maneras.

Y ojo, no te lleves a engaño, el que te cuenta que hay herramientas que «bien usadas no hacen daño» ya admite que hacen daño. En ese caso, pregúntale por qué funcionan cuando se usan «bien».

La realidad es que si no hacen daño, no funcionan, porque esa es la razón de ser de dichas herramientas: hacer daño y provocar miedo.

Tampoco te dejes seducir por el que te cuenta que puede positivizarse cualquiera de esas herramientas, porque te miente. Te dice lo que quieres oir, no la realidad. Os hará mucho daño, a tu perro y a ti.

Por último, si algún profesional te cuenta que la única manera de educar a TU perro (que es muy especialito) es usar ese tipo de manejos y de herramientas, porque ya se ha probado el refuerzo positivo y no ha funcionado, huye.

Primero, hay otro modo (sí, la educación canina amable, que no usa premios ni herramientas), y segundo, lo que te está diciendo realmente es que ÉL, como profesional, no sabe gestionar o comprender a tu perro, y por eso recurre a lo que no falla: el miedo y el dolor. No lo permitas, nunca.

 

Adiestramiento con refuerzo positivo

 

En cambio, si buscamos enseñarle trucos y hablidades al perro, la elección está clara. El adiestramiento mediante refuerzo positivo da excelentes resultados. No cambiará sustancialmente las conductas del perro, y tampoco garantiza una buena obediencia, pero no le dañará físicamente ni le atemorizará.

En ocasiones, el adiestramiento en positivo puede resultar útil si lo que se busca es evitar ciertos comportamientos o que el perro deje de hacer ciertas cosas.

Si la motivación para los comportamientos a modificar no es muy alta, el resultado será el deseado.

En cambio, si la respuesta emocional del perro es muy intensa y es la base de la conducta que se quiere evitar, o hay una gran motivación instrínseca para llevarla a cabo (un ejemplo sencillo: perro macho siguiendo a perra en celo), el adiestramiento mediante refuerzo positivo no servirá de nada.

 

Educación canina amable

 

Así que nos queda la educación canina amable y empática. Es la mejor manera de educar a un perro, porque no le educamos nosotros, que no somos perros y sabemos poco de perros.

Se educa él solo a base de exposiciones y experiencias en la vida real, oportunidades de aprendizaje, seguimiento y observación de otros perros adultos, con el acompañamiento y guía de las personas de referencia para él.

 

¿Qué es el adiestramiento en positivo?

 

Suele haber confusión entre el adiestramiento en positivo y la educación amable y empática.

Se considera que el adiestramiento en positivo, o educación en positivo, es respetuosa con el perro. Pero se considera esto porque no se le agrede físicamente, ni se le atemoriza para que haga lo que deseamos.

Sin embargo, es importante diferenciar, porque la base de la que se parte es totalmente distinta.

El adiestramiento o la educación canina en positivo, o basado en el refuerzo positivo, consiste en premiar al perro cuando realiza las conductas deseadas, retirando la atención o la recompensa si no actúa como queremos. Y ya. En teoría no se aplican castigos, no se corrige al perro y se le respeta.

 

¿Qué falla?

 

En la práctica esto  no es cierto. Por dos motivos:

1- El refuerzo positivo siempre va acompañado de castigo negativo. Piénsalo, retirar la atención si el perro la considera valiosa, es un castigo negativo. Negarle la recompensa que está esperando es también un castigo (negativo). Lo uno va la mano de lo otro, esto es ciencia y son las leyes del aprendizaje, no es discutible ni negociable.

2- Muchos adiestradores y educadores dicen emplear refuerzo positivo en exclusiva porque usan comida en sus protocolos. Y se quedan tan anchos. Eso sí, cuando el perro rechaza la comida, te dicen que debe ayunar dos o tres días. Se acabó el refuerzo positivo, y entramos en «modo supervivencia». O te sueltan que van a positivizar cosas a lo loco, hasta un collar eléctrico lo positivizan. ¿En serio? ¿En qué universo paralelo crees que alguien puede considerar positivo recibir una descarga eléctrica? Mira, te doy cien euros si te aguantas esta descarga. Vale, te llevas los cien euros, pero ¿te gusta recibir descargas?. Y luego están los que  alternan comida con correcciones, o meten herramientas que implican castigo positivo revistiéndolas de mucha verborrea para disimular lo que realmente están haciendo.

 

¿Cómo conocer mejor a tu perro?

 

Conocer a tu perro es algo fundamental para convivir y que ambos estéis satisfechos de esa convivencia. El mejor camino para conseguir esto es formarse sobre comportasmiento canino.

Relee la frase anterior, he dicho sobre comportamiento canino, no sobre cómo educar perros, ni cómo enseñarles trucos, o cómo conseguir que obedezcan o que dejen de hacer ciertas cosas.

Y la mejor formación puedes obtenerla si te centras en la filosofía de la educación canina amable y empática.

En ese tipo de formación vas a conocer las necesidades reales de los perros. Luego revisas a tu perro, y ajustas lo que corresponda. Esto ya resuelve muchos mal llamados problemas de comportamiento.

También sus fases del desarrollo, es imprescindible saberlas para favorecer el paso de tu perro por las mismas en lugar de entorpecerlo, bloquearlo o preocuparte pensando que esas fases son problemas.

Aprenderás sobre comunicación canina, entre perros y contigo. No para decirle a tu perro lo que tú quieres y que te entienda, sino para que tú le entiendas a él y puedas apoyarlo y acompañarlo cuando te necesite, o responder a lo que te pide.

También, y esto es básico pero casi nunca se tiene en cuenta, conocerás las conductas  normales de los perros. Una vez sabes de estas conductas, te das cuenta de que mucho de lo que te preocupa o de lo que otros te dicen que es un problema, es algo totalmente habitual en la especie. Y no solo no debes impedirlo, sino que te conviene favorecer que tu perro pueda realizar esas conductas. De ese modo será un animal equilibrado y feliz.

Así que, definitivamente, si tu perro es tu mejor amigo y forma parte de tu familia, olvida la visión utilitarista que te venden por todas partes, y céntrate en formarte y en aplicar la filosofía de la educación canina amable y empática. No te arrepentirás y podrás disfrutar de una relación de complicidad con tu perro como ahora no puedes ni imaginar.

Y si has llegado hasta aquí, y te interesa lo de la educación canina amable, apúntate a recibir un correo diario con reflexiones e ideas en esa línea. Deja tu email, y recibes la primera ya mismo.

Efectos colaterales del castigo (I)

castigo en perros

“El que estando enfadado impone un castigo no corrige, se venga” (M. de Montaigne)

 

El castigo es una herramienta habitual en la educación en nuestra sociedad.

Lo aplicamos con nuestras mascotas, con nuestros hijos, con nuestros familiares y amigos.

Un enfado, una llamada seria de atención, a veces una agresión física más o menos intensa…..

Buscamos con ello modificar una conducta que el otro realiza y nos resulta molesta o inaceptable.

Así que, si alguna vez te has preguntado cómo castigar bien a tu perro, lo que viene ahora te interesa.

 

¿Por qué castigas a tu perro?

 

El castigo está tan integrado en la sociedad que si no lo ejerces ante una acción inadecuada de tu niño o tu perro en público, poco menos que eres una mala persona.

TIENES que corregir esa conducta, no se pueden consentir ciertos comportamientos.

Y así, repetimos el ciclo que hemos vivido en nuestra infancia sin pararnos a pensar más en el asunto.

 

¿Para qué sirve un castigo?

 

El problema es que rara vez funciona.

En el castigo intervienen muchos factores que hacen que se perpetúe a pesar de su escasa eficacia, y que impiden, a menudo, que la persona que lo aplica sea consciente de sus consecuencias, que sí tiene, y son muy negativas.

Lo primero sería definir lo que la mayoría de la gente suele entender por castigo.

En general, aceptamos como tal una acción punitiva, en forma verbal o física, encaminada a evitar que el individuo que recibe el castigo repita la conducta que ha desencadenado dicho castigo.

Así para castigar a un perro puedes gritar, puedes mirarle fijamente con expresión de enfado mientras avanzas a toda velocidad hacia él con movimientos amenazadores, puedes dar tirones de la correa, puedes zarandearle, darle una colleja, un manotazo en el hocico, un “toque” en el cuello, una “patadita”, un empujón, golpearle con un objeto como una zapatilla o un periódico enrollado,  o puedes electrocutarlo.

La consecuencia inmediata es el cese de la conducta indeseada.

Esa es la finalidad hipotética de un castigo: interrumpir una conducta y desalentar su repetición en el futuro.

Y esa es la primera gran piedra en el camino.

Aparentemente, funciona.

El perro ya no hace eso que no te gusta.

Pero ese cese es solo momentáneo.

Bien por el susto, bien por el miedo y/o el dolor provocado por el castigo, la conducta cesa.

Esa conducta, y cualquier otra, en realidad.

Con el castigo se coloca al perro en una situación de conflicto emocional cuya resolución considera prioritaria, y por lo tanto detiene sus acciones para valorar qué hacer a continuación.

 

El castigo se perpetúa a sí mismo

 

Pero dado que nuestros mecanismos de aprendizaje funcionan exactamente igual que los del perro, para el castigador esa detención momentánea de la conducta inadecuada funciona como un premio.

Y como la conducta de aplicar un castigo ha funcionado, las leyes del aprendizaje empiezan a actuar.

Por lo que el castigo, como todo lo que funciona, se repetirá con más frecuencia en el futuro.

Si en el futuro deja de funcionar, la aplicación del castigo no se desvanece.

No se opta por un “plan B”.

Se opta por incrementar la intensidad del castigo para tratar de lograr el resultado de la primera vez.

El ejemplo más objetivo es el collar eléctrico: tiene grados. Si en el 3 deja de funcionar, prueba en el 4, o el 5, o el 8…..

Igual que el perro que ladra y ladra sin descanso para que le tiren la pelota, porque ladrar funcionó una vez para que le tirasen la pelota.

El humano castiga con más intensidad para intentar conseguir lo que logró la primera vez.

Y entonces se entra en una espiral en la que se castiga por todo porque momentáneamente funciona, porque no se ha pensado en otras alternativas, y porque socialmente es lo correcto.

Pero el castigo tiene otros efectos, esta vez a medio o largo plazo, y todos ellos son negativos.

 

¿Cuáles son las consecuencias del castigo?

 

Y éstas son las consecuencias más habituales derivadas de la aplicación del castigo como «herramienta» educativa:

 

El castigo genera miedo hacia quien lo inflige

 

Pase lo que pase con la conducta a corregir, tanto si ésta desaparece como si no, el castigador genera miedo en el animal.

Más miedo cuanto más a menudo castiga, y más miedo cuánto más intenso es el castigo.

Como se puede castigar a un perro por casi todo, el dueño se convierte automáticamente en un tirano junto al que no es muy agradable estar.

Esto implica que a medio plazo se produce un efecto de alejamiento del perro hacia el humano que castiga para intentar evitar los castigos.

 

Da lugar a conductas indeseadas en ausencia del castigador

 

Cuando una conducta tiene una motivación escasa, como olfatear una farola, un castigo puede eliminar dicha conducta.

Cuando una conducta está muy motivada, el castigo se convierte en un obstáculo a superar para lograr realizarla.

El perro puede alejarse de ti para hacer aquello que te molesta, o esperar a que le dejes solo. La conducta sigue presente, y el miedo, también.

 

Promueve conductas de evitación, no de cooperación

 

Cuando un perro se habitúa a que su cuidador le castigue casi siempre que se le aproxima, prefiere mantener las distancias “por si acaso”.

Dado que se le puede castigar por casi todo, y él no entiende el criterio elegido para “lo que se puede hacer y lo que no”, opta por evitar aproximarse.

En casa no tendrá muchas opciones, pero en la calle, sí.

Desde luego será poco activo cuando se le pida que obedezca alguna orden,  y puede incluso que huya de ti en cuanto perciba una expresión de enfado.

 

En conductas bien motivadas, genera «evitación de obstáculo»

 

Como dije en el segundo punto, el cuidador puede convertirse en “ese pelmazo que me amarga la existencia y no me deja hacer nada”.

Las consecuencias más visibles son que el perro realiza las conductas «inadecuadas» en solitario, o las hace muy rápido para poder terminar antes de que llegues a su lado y le interrumpas.

O empieza a presentar conductas de agresividad defensiva cuando te acercas para castigarle.

No entiende tus reacciones, pero le das miedo, y te lo dice.

 

El castigo favorece las respuestas defensivas/agresivas

 

Estas respuestas aparecen si el castigo se aplica de modo incoherente, desproporcionadamente, a destiempo, o con larga duración.

O sea, prácticamente siempre.

Un castigo, para que funcione, aunque la consecuencia “miedo” es inherente a todo castigo, debe cumplir ciertos requisitos:

  • Aparecer siempre cuando la conducta se produce.
  • Desaparecer de inmediato en cuanto la conducta cesa.
  • Aparecer en el instante justo, ni unos segundos antes ni unos segundos después.
  • Ser proporcional a la acción realizada.

Los humanos no suelen hacer nada de esto.

Llegan tarde.

Lo alargan incluso días.

No son lo bastante rápidos para encontrar el momento justo (¿quién no ha visto llamar a un perro para regañarle por haberse comido un trozo de pan del suelo? Le regañas por venir, no por tomar pan del suelo).

Y sobre todo, dejan que sus emociones dicten sus acciones, y no responden a la comunicación del perro en esos momentos.

Es razonable pensar que la naturaleza, nuestro entorno, también castiga, y, por lo tanto, es lícito educar mediante el castigo.

Pero la naturaleza no se anda con rodeos ni se deja llevar por emociones. Tampoco está educando a tu perro, simplemente le muestra las consecuencias de sus acciones.

Establece una cadena de “acción-reacción” sencilla de asimilar, el castigo es inmediato, proporcional, breve, y desaparece al detener la acción.

Y se mantiene constante en el tiempo si insistes en repetir.

Pensemos en qué ocurre si acercas un dedo a una llama, o lo metes en un enchufe, o te golpeas con un martillo al poner unos clavos.

Te quemas, te electrocutas, te puedes romper un dedo.

Rápido, inmediato, instantáneo y totalmente aséptico.

Pero el dolor y el miedo también van incluidos en el lote.

Si no estás muy motivado, no volverás a acercarte a una llama, ni a un enchufe, ni a un martillo.

Si tienes una gran motivación, lo harás con precauciones adecuadas y estando más atento, pero lo seguirás haciendo.

A las personas usar el castigo como modo de educar no se nos da bien, no es ético, y además existen alternativas mejores.

Dejemos que la llama, el enchufe o el martillo sean los malos de la película.

El cuidador nunca debería ser asociado por su perro con situaciones de elevado conflicto como las generadas al castigarle.

 

El castigo es reforzador en quien lo aplica

 

Aplicar un castigo da una momentánea sensación de control y salida a la frustración, por lo que aumenta la probabilidad de que se aplique en el futuro, con más frecuencia y a más conductas.

Como indicaba al principio, durante un instante parece que funciona, y eso premia al castigador.

Además, a menudo se castiga aquello que no sabemos manejar de otro modo, es decir, nos frustra que nuestro perro haga ciertas cosas y no seamos capaces de evitarlo.

Manifestamos nuestro enfado dirigiendo una conducta punitiva hacia el animal, y nos autojustificamos pensando “tiene que aprender a comportarse”.

Si pensamos en frío en todo lo que sale mal cuando se aplica un castigo, en lo endeble que es lo que sale “bien”, y le sumamos las expresiones faciales de nuestro perro cuando le castigamos, que no indican arrepentimiento sino miedo e intentos de apaciguar tu enfado, más la sensación de malestar o culpa por parte de la persona poco después (porque en el fondo no nos gustan los enfrentamientos con aquellos a los que queremos), debería quedar claro que todo cuidador tiene que erradicar cualquier tipo de castigo como modo de educar a su amigo.

Hay otras maneras de conseguir modificar la conducta de un perro, que no solo funcionan, sino que son amables y gratificantes para quien las emplea, y generan respeto y afecto en quien las recibe.

Y ésta es la base desde la que parto en mi trabajo.

¿Te encanta el concepto pero no tienes ni la más remota idea de por dónde empezar?

En ese caso estos correos te servirán. Uno al día, empezando con un regalo de bienvenida que sí que te va a ser más útil que cualquier castigo. Deja tu email y lo recibes de inmediato:

 

error: Este contenido está protegido