60 años sin ducharse…

husky en el agua

Y muere tras tomar una ducha.

Te lo juro, como lo lees.

Un pavo en Irán decidió hace 60 años que bañarse con agua y jabón era un peligro para su salud, y pasó de volver a hacerlo.

Vivía en una aldea perdida por el desierto, así que sudar, seguro que sudaba bastante.

De hecho, los vecinos pasaban el rato tratando de convencerle, en plan

“Va, tío, que mira, yo me baño todas las semanas, y estoy de fruta madre

Pero el hombre, que no, que no me vais a convencer, que estoy bien así.

Bueno, bien, bien, tampoco, que apestas tanto que preferimos que vivas lejos de todos.

El colega, aparte de lo de la duchofobia, tenía alguna que otra manía.

Como comer animales muertos (ignoro si crudos o no), beber agua no potable.

Y fumar como un carretero.

Hasta cuatro cigarros a la vez se metía en la boca.

Con un par.

El caso es que le comieron tanto el tarro, que al final dijo

“Bueno, va, pero una ducha rápida, ¿eh?”

Y se duchó.

Y poco después, va y se muere.

¿Cómo lo ves?

Es que te lo cuentan así, y piensas

“A ver si el hombre tenía razón, y ducharse es un deporte de riesgo

Bueno, el caso es que no consta la causa de la muerte.

Lo mismo se cayó en la ducha, y entonces los malos de la película no son el agua y el jabón.

Porque claro, el hombre tiene unos hábitos de vida que todos entendemos que son dañinos, y se ha muerto con ¡¡94 años!!

¡¡Y tras ducharse!!

Bueno, bueno, bueno.

Aquí ya podemos tirar un poco del hilo

Igual se ha muerto porque tocaba.

Que tener 94 años en un lugar con una esperanza de vida de 77 significa que ya hace tiempo que vives de prestado.

Que lo hayas conseguido a pesar de tus peculiaridades tiene su mérito, sí.

Pero para mí que la ducha no fue la causa real de la muerte.

Es que es tan fácil confundir causalidad con casualidad, ¿a que sí?

En el mundo del perro pasa constantemente.

Ocurren dos cosas casi al tiempo, y la mayoría cree que, sí o sí, están relacionadas.

No sé, como que tu perro ladre y gruña a otros perros.

Pues es porque no sabe relacionarse, porque no lo has socializado bastante, porque está mal educado.

Pero la correlación está clara “tu perro y otros perros, mal”

Eso piensa la mayoría.

Los que están en la membresía piensan otra cosa.

Porque al aprender lo que se cuenta en los distintos temas, tienen una visión mucho más amplia del comportamiento canino.

Y no se dejan llevar por titulares que insinúan que un tío se murió porque se dio una ducha y llevaba 60 años sin ducharse porque pensaba que ducharse le mataría, y mira que tenía razón.

Esta amplitud de miras te sirve para comprender mucho mejor lo que pasa a tu alrededor cuando sales de paseo.

Y para mejorar de una manera brutal la convivencia y disfrute con tu perro.

Pero ojo, que no habla de cómo conseguir lo que quieres.

Ni siquiera de cómo resolver problemas, o de que tu perro deje de hacer ciertas cosas o se comporte como un perro “bien educado”.

Habla de conocimiento, así, un poco en abstracto.

Te da acceso a distintas piezas del puzle del comportamiento canino.

Y te permite tener una perspectiva global de lo que es un perro, lo que necesita y por qué se comportan como lo hacen.

Simplemente verás a tu perro con otros ojos.

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¿Seguro que era por aquí?

galgo atigrado

Bajo las frías aguas del río, una pequeña estructura de grava da cobijo a docenas de huevos.

Son apenas más grandes que una lenteja, pero contienen un ser extraordinario en su interior.

Cuando el agua se calienta, un diminuto alevín sale del huevo, y permanece en el nido, esperando.

Observa su entorno, su reducido mundo, y recoge información que recordará toda su vida.

Finalmente, el pequeño alevín ya ha crecido lo suficiente como para enfrentarse solo al mundo.

Y se deja llevar corriente abajo, hasta llegar al mar.

Allí tiene que hacer un gran esfuerzo para adaptar su organismo al agua salada, tan diferente de aquellas aguas cristalinas y puras que le vieron nacer.

Se pasa un tiempo haciendo sus cosas de salmón, recorriendo el mar a su antojo, hasta que recibe la llamada.

El hogar le reclama, y el salmón responde con toda su energía, volviendo al río que le vio nacer.

Se enfrenta a depredadores, corrientes marinas, barcos de pesca y a la duda universal de cualquiera que viaja.

“¿Seguro que era por aquí?”

Finalmente, llega hasta el río, y sabe que ahora debe superar el mayor reto.

Subir.

Remonta corrientes y vados, pozas y cascadas, piedras y riscos.

Y llega a su casa.

El lugar donde nació él y todos sus antepasados.

Allí construye un nido con piedrecitas, idéntico al que vio al salir del huevo.

Junto con un macho que la acompaña, cierra su ciclo poniendo los huevos de los que saldrá la nueva generación.

Y tras esto, muere…

 Menuda mierda de final, me parece a mí.

Lo primero que viene a la cabeza es ¿y por qué se tiene que morir?

Que vale, menudo trabajazo, pero lo mismo con descansar podría recuperarse, ¿no?

Pues no.

Resulta que el pobre pez no la palma por agotamiento físico, como podría parecer.

La palma por los efectos del exceso de cortisol en su cuerpo.

La hormona del estrés, que se pone a tope para permitirle realizar la peazo hazaña de ir río arriba durante días.

La muy cabrona le convierte en una especie de super pez.

Pero a cambio deja los órganos vitales tocados, y el daño es irreversible.

Cuando el salmón descansa, lo hace para siempre.

Ahora imagina el efecto de esa hormona en tu perro.

Porque tu perro también la produce.

Y lo hace cuando algo le altera y le produce estrés.

Por si no te has dado cuenta, eso le ocurre a diario.

Seguramente más veces de las que imaginas.

Ahora piensa si esos problemillas de salud que tiene y que no terminan de quitarse no podrían ser por esto.

Si ciertas conductas que otros consideran “alteradas”, como destrozarlo todo, ladrarle a todo, gruñir o buscar pelea, alterarse por tonterías o dormir poco y mal, no podrían ser por esto.

¿Y si resulta que al tratar de corregir y arreglar todo eso, te estás comportando como el río, que empuja hacia abajo con todas sus fuerzas?

Dale una vuelta a ver.

Y luego echas un vistazo a la membresía.

Te propone una manera de abordar problemas cotidianos sin mirar los problemas cotidianos.

Centrándose en las causas y no en lo que se ve.

Y escarbando en cuestiones aparentemente inconexas con las conductas.

Igual que el salmón no elige cualquier río, porque está conectado solo con el suyo, aunque los demás no podamos verlo.

A partir de ahí, ya te surgen ideas de qué puedes cambiar (tú) para que tu perro cambie.

Y sin tener que corregir nada, sus conductas mejoran.

¿Imaginas lo que se puede presumir ante otros cuidadores al no tener que gritar, corregir, prohibir o controlarlo todo?

Y ya no digamos si ni siquiera necesitas ir con la bolsita de premios colgando de la cadera.

Y cuando te pregunten cómo lo has hecho, te va a dar pereza explicarlo.

Porque, aunque es sencillo de poner en práctica, es complicado de explicar.

No es un “dejo de prohibirle cosas y ya está”.

Es mucho más profundo. Y si quieres saber más, tendrás que suscribirte

¿Qué hago si mi perro me muerde?

Te preguntas qué puedes hacer si tu perro te muerde.

Es una situación que preocupa y asusta a partes iguales, sobre todo si tu perro es grande. En este artículo tienes varias ideas para evitar que esa situación se vuelva a repetir.

Cómo corregir a tu perro cuando te muerde

 

Cuando decides introducir un perro en tu vida, piensas en los paseos agradables por el parque, la playa o la montaña.

En hacer nuevos amigos y conocer a otras personas con perros simpáticos y juguetones.

Compartir el sofá mientras disfrutas de una buena película.

Disfrutar de calurosos recibimientos cada vez que llegas a casa después de trabajar.

En los ratos de juegos y complicidad en el día a día.

Lo que nunca se te pasó por la cabeza es que tu perro, tu mejor amigo, te pudiera morder.

En ese inesperado momento, diversas emociones te invaden: miedo, ira, incredulidad, conmoción….. Pero sobre todo sientes una total incomprensión por su conducta.

Y, sin embargo, la principal causa por la que un perro muerde es porque nadie le estaba escuchando.

Y es que cuando un perro se encuentra en una situación que él percibe (de modo real o imaginario) como amenazadora, trata de huir o de evitar el conflicto (mediante comunicación corporal).

Si no logra escapar o la comunicación no funciona, entonces optará por agredir.

Ojo, no  es una decisión consciente, es una reacción primaria de supervivencia: tu perro cree que su vida corre peligro y que debe defenderse de una potencial amenaza.

Aunque es cierto que estoy dejando al margen posibles problemas de dolor, que son una causa muy frecuente de agresión, o posibles enfermedades que estén alterando la conducta de tu amigo, lo cual también sucede con más frecuencia de la que imaginas.

Así que no descartes sin más una visita al veterinario porque no se queje, coma bien y juegue. Las conductas de agresión pueden ser el único síntoma de malestar físico.

Si probablemente no escuchaste a tu perro, y finalmente él cree que debe agredirte para lograr eliminar la amenaza que supones, entonces lo que viene ahora te interesa.

Y es que hay muchas actitudes y comportamientos habituales en las personas que resultan amenazadores para muchos perros, y no somos conscientes de ellos. Y por eso tu perro puede llegar a morderte.

¿Cuáles son esos comportamientos?

Te detallo los más habituales. Si los analizas bien y te percatas de que los estás realizando, ya tienes un buen punto de partida para hacer las paces con tu perro, resolver la mala comunicación entre ambos, y evitar futuros incidentes.

De ese modo ambos podréis volver a confiar el uno en el otro.

 

SI MI PERRO ME MUERDE ¿QUÉ PUEDO HACER?

 

NO INTENTES SER EL MACHO ALFA

 

Esta es una de las causas más comunes que provocan mordeduras por parte de los perros.

Todo a tu alrededor, desde la Tv hasta los Tontos Alfa de parque canino, pasando por muchos adiestradores y educadores y por la mitad de Internet te han hecho creer que debes pasarte los próximos 10 años demostrando algo.

O sea, demostrar que eres la más machota.

Porque si no lo haces tu perro mandará sobre ti y sobre toda la humanidad que se deje mandar.

Y tú, por un lado por desconocimiento, y por otro por la enorme presión social que ejerce un grupo tan numeroso, lo haces.

O lo intentas.

Pero lo que realmente estás haciendo es abusar física y psicológicamente de tu perro.

Lo voy a poner bien claro por si no se ha entendido bien: las posturas que abogan por “dominar” a los perros como modo de educarlos, enseñarles cuál es su sitio o reconducir conductas inadecuadas o molestas (generalmente inadecuadas o molestas para las personas) están promoviendo un maltrato animal socialmente consentido.

Insisto.

Los sistemas de “reducción de rango”, o cómo les llamen ahora, son formas de maltrato animal.

Te están hostigando para que maltrates a tu perro, le presiones y le provoques todo tipo de conflictos y desconfianza (en el mejor de los casos, en el peor será un miedo atroz)

Y el argumento es que es la ÚNICA manera de hacerlo correctamente.

Pues bien. No solo es mentira, sino que recibir un mordisco es una de las consecuencias más habituales.

Puesto que (sin darte cuenta) atacas a tu perro, él, tras intentar calmarte como buenamente puede para que detengas tu conducta, finalmente no tiene más remedio que morderte.

Y si aun así persistes, o aumentas tu grado de agresión, las señales de comunicación para apaciguarte (o para avisarte de que das mucho miedo, y que procederá a defenderse en 3, 2 1……) desaparecerán.

Entonces tu perro será una bomba de relojería: sí, será el famoso perro “que muerde sin avisar”.

Sí que avisó.

Mucho.

Pero no se le escuchó, o peor, se le obligó a callar.

Así que una primera medida, altamente eficaz para que tu perro no vuelva a morderte, es dejar de aplicar la Teoría del líder de la manada, olvidarte del rollo del “macho alfa”, y dejar de interferir con su vida.

No le metas la mano en el plato porque sí.

No le eches del sofá  o de la cama de cualquier modo “porque si no manda él”.

No le obligues a caminar en “junto” por la calle “porque si no «es él el que me saca de paseo a mí”.

No le muevas por la fuerza hacia donde tú decidas.

No le saques de la boca cualquier objeto que tenga solo para que se deje quitar cosas porque así es como debe ser.

No le abronques cuando monta a otros perros o a persona “porque está tratando de dominarlas” (lo cual es una gran falsedad y denota nulo conocimiento sobre fisiología y comunicación canina).

En resumen.

Deja de hacer todas esas acciones absurdas que te han vendido que debes hacer porque es así como se maneja a un perro y porque así te respetará y te hará caso.

No solo es mentira sino que destruye la confianza de tu perro en ti y propicia las conductas de agresión defensiva.

Si alguna conducta te resulta preocupante, valora la causa y busca otro modo de abordarla.

Y para todo lo demás (eso que “hay que hacer” pero que en realidad no sabes muy bien porqué o no te importa mucho), simplemente deja vivir a tu perro.

 

RESPETA SU ESPACIO PERSONAL

 

Los humanos tendemos a invadir el espacio de los perros sin preguntar y sin ningún miramiento.

Lo que no haríamos con otras personas consideramos que los perros deben permitirlo, y a veces nos autoengañamos diciendo que a los perro les encantan nuestras intromisiones.

Tomarle en brazos cuando te parece, acercar tu cara a la suya (incluso sujetándole la cabeza para que no la aparte) para darle besos, acariciar cualquier parte de su cuerpo cuando te apetece y del modo en que se te ocurre son graves intromisiones del espacio personal.

Hay perros que realmente adoran el contacto físico, y les parecerá estupendo a cualquier hora.

Otros muchos han aprendido a tolerarlo, aunque no les gusta en absoluto. Hay perros con una paciencia indescriptible.

Pero otros simplemente no van a aceptarlo, y responderán amenazando o mordiendo.

O consideran esa intromisión como una verdadera amenaza (por ejemplo que le sujetes la cabeza para luego tú aproximar la tuya mientras le miras fijamente a  los ojos). Y por lo tanto te llevarás un mordisco.

Sé respetuosa con el espacio de tu perro (y con el de todos los perros).

Si realmente te gustan los perros, ser respetuosa con su espacio será la mejor demostración.

Es preferible preguntarle al perro qué le parece el acercamiento y el contacto, idealmente pidiéndole que se aproxime para recibir caricias o besos.

Si no se acerca, lo está dejando bastante claro.

Y si se acerca para marcharse a los dos segundos, también.

Respétalo.

Piensa en cómo te sentirías si cada persona que hay cerca de ti decidiera colocarse a 10 cm de tu cuerpo y te acariciara o abrazara sin venir a cuento y sin que tú lo hayas pedido.  

En cualquier momento y durante el tiempo que la otra persona estimara oportuno.

Tal vez digas algo o grites, tal vez intentes alejarte, pero desde luego lo que no pasará es que te sientas a gusto.

A tu perro le ocurre lo mismo.

 

DÉJALE DORMIR TRANQUILO

 

Uno de los momentos donde más vulnerables somos es mientras dormimos.

Por eso nos gusta estar en un dormitorio acogedor, en un espacio cómodo y tranquilo, sin ruidos repentinos ni gente desfilando por la zona a cada rato.

Y por eso nos sobresaltamos mucho, y a menudo nos enfadamos (yo me enfado mucho) si mientras estamos en una fase de sueño profundo, alguien nos despierta porque sí.

Para tu perro no es diferente.

Cuando descansa y más aun cuando duerme, es obligatorio para todos los miembros de la familia respetar su espacio y su descanso.

De lo contrario, si alguien decide que está adorable en esa postura y se acerca para achucharle o darle unas caricias, es posible que se lleve un mordisco.

Si las amenazas o agresiones suceden porque tu perro está bajo tus pies en un escritorio o compartiendo la cama, y al moverte sin querer le asustas y te ataca, es hora de proponerle de modo amable que disponga de su propio espacio.

Puede ser junto a ti, sin problemas (de hecho seguro que lo prefiere), pero enseñarle a ocupar una cama propia dejando libres tus pies o todo tu cuerpo para que te puedas mover con libertad es la mejor opción.

Si respetas su espacio, también puedes pedir que el tuyo sea respetado.

En el caso de que tu perro no sea capaz de utilizar una cama cómoda y mullida colocada junto a ti porque necesita estar literalmente pegado a ti, seguramente tiene un problema grave de miedos e inseguridad.

Y deberás trabajar esto primero con el fin de lograr que gane en autoconfianza y se atreva a dormir “solo” (a un metro de ti).

 

LO QUE ESTÁ EN MI BOCA ES MÍO

 

Es una norma de urbanidad canina, y los humanos no solo la ignoran a menudo, sino que suelen provocar la situación para demostrar que pueden quitarle lo que quieran a su perro.

Pero es habitual que un perro muerda por esta razón.

Si se le quita un juguete, la comida, algo que encontró en el suelo o la zapatilla que acaba de robarte (o más bien que dejaste por ahí tirada, luego ya no es tuya) el modo de hacer esto (mediante amenazas y gritos) suele desencadenar la percepción de amenaza.

Y si la comunicación que exhibe tu perro a continuación no te hace disminuir el nivel de amenaza (y no, no soltará lo que lleva en la boca mientras tanto), entonces tendrá que defenderse.

Ojo.

No está defendiendo la zapatilla ni el juguete.

Se defiende a sí mismo.

Y es que a menudo, además de percibir la situación como amenazadora, los perros suelen tener experiencias previas que les permiten afianzarse en esta impresión

Porque lo habitual es que las personas suelen abalanzarse sobre los cachorros (y adultos) en cuanto éstos se meten cualquier cosa en la boca.

Y de mala manera, gritando y amonestando al cachorro, e incluso dándole un manotazo en el hocico, se la quitan mientras afirman “¡esto no! ¡esto no se toca!”.

La impresión es tan fuerte que el perro no asocia que no debe tomar según qué objetos (es algo demasiado aleatorio para que pueda entenderlo), sino que asocia el llevar algo en la boca, lo que sea, con un ataque por tu parte.

Y puesto que a menudo esto ocurre entre 4 paredes, la huida no suele ser una opción.

De hecho, muchos huyen pero les persiguen hasta arrinconarles.

Así que no queda más remedio que defenderse.

Mordiendo.

Por lo tanto, las opciones aquí son sencillas. Siempre que sea posible, deja a tu perro tranquilo.

Si crees que no es posible por alguna razón, debes dedicar un tiempo a establecer un historial de experiencias positivas relacionadas con “llevar algo en la boca (y dármelo)”.

Si tu perro, en lugar de encontrarse acorralado y en una situación altamente conflictiva cuando se mete algo en la boca, tiene hecha una asociación previa de situación de juego y de obtención de beneficios cuando lleva algo en la boca (y lo cede VOLUNTARIAMENTE), las probabilidades de que muerda caen en picado.

Pero esto debe trabajarse con antelación para anticiparse a este posible problema.

No importa que tu perro no haya mordido nunca.

El gruñir o morder por intentar quitarle algo de la boca a un perro es tan corriente que merece la pena dedicarle unos minutos al día a establecer antecedentes positivos para esta situación.

 

Estas son solo algunas de las situaciones cotidianas en las que tu perro puede sentirse amenazado y morderte.

Hay más, claro, pero con esto ya tienes un punto de partida para empezar a reconducir al situación.

Cuando te preguntas ¿qué hago si mi perro me muerde?, es importante pensar que una conducta agresiva no es una cuestión personal.

Tu perro no trata de hacerte daño, ofenderte o herir tus sentimientos.

Las conductas de amenaza y agresión tienen una única finalidad: aumentar la distancia con la potencial amenaza.

Es decir si la huida no está al alcance de tu perro, es la amenaza la que tiene que alejarse.

Por lo tanto lo que trata de lograr tu perro es que le dejes solo o que dejes de exhibir lo que él percibe (con razón o sin ella) como una actitud amenazante hacia él.

Y prestar atención a la comunicación corporal permite ver las señales de incomodidad antes de que sean señales de amenaza.

Y las señales de amenaza que son respetadas sirven para evitar las agresiones.

Por lo que si en determinados contextos tu perro intenta alejarse de ti, se lame la nariz muy repetidamente, repliega las orejas y aparta la mirada, enseña los dientes o gruñe, no le regañes, le persigas o te rías de sus acciones.

Simplemente para y dale espacio.

Así demostrarás que le estás escuchando, y que realmente no quieres provocar un conflicto.

Y así él sentirá que le escuchas y  no necesitará defenderse de ti. 

Tengo muchas más propuestas e ideas como éstas.

Para personas que quieren ser amables con sus perros pero que no consiguen entenderles.

Puede que seas esa persona. Y puede que sea esto lo que estás buscando.

 

¿Cómo gestionar la frustración de tu perro?

¿Cómo puedes gestionar la frustración de tu perro o enseñarle a que se autocontrole?

Seguramente te ha pasado que tu perro se altera mucho cuando va a ciertos sitios por la calle, y tira de la correa para llegar antes.

O que se impacienta cuando vais a salir de casa, y apenas puedes ponerle el arnés por lo mucho que se mueve.

O incluso si te retrasas en darle algo que espera, te suelta algún pequeño mordisco.

Todas estas situaciones tienen en común un alto grado de excitación y una baja tolerancia a la frustración.

 

¿Qué es realmente la frustración?

 

Es el sentimiento de disgusto que tenemos cuando tratamos de conseguir algo que tenemos la expectativa de alcanzar, y no lo logramos al momento o fácilmente.

Cuando se tiene una baja tolerancia a la frustración, lo que ocurre es que si no se logra el objetivo deseado en un plazo corto de tiempo, la sensación de disgusto es rápidamente sustituida por un gran nerviosismo o directamente por enfado (eso dependerá, sobre todo, de cada perro).

Y las manifestaciones visibles son conductas poco deseables e incluso preocupantes.

Tratar de corregir o cambiar esas conductas  pensando en cómo gestionar la frustración de tu perro no suele ser eficaz, porque están provocadas por una emoción de base.

Y es sobre esa emoción sobre la que debemos trabajar.

Dicho de otro modo, tienes que trabajar para mejorar la tolerancia a la frustración de tu perro en otros contextos donde esté tranquilo y puedas enfrentarle a pequeñas dosis de incomodidad para que aprenda a manejarla.

En lugar de tratar de controlarlo o calmarlo cuando ya ha perdido los papeles.

Es un trabajo algo lento, pero divertido, pues se basa en el juego.

Y dará sus frutos gradualmente, pues lo que se busca es hacer participar al perro de los ejercicios para que se divierta y aprenda poco a poco a controlarse y a aceptar que no siempre será lo que él quiere, o no siempre será ahora mismo o sin esfuerzo.

Y con esto tratamos también de aumentar su capacidad de pensar (en lugar de dejarse llevar por las emociones y actuar), y de madurar, ya que irá haciendo extensivo el aprendizaje del juego a las situaciones cotidianas donde ahora mismo tiene problemas.

Por eso lleva algún tiempo: cada perro necesita un proceso de maduración para generalizar lo aprendido en los juegos a la vida cotidiana.

 

¿Qué ejercicios puedes hacer para mejorar la frustración?

 

Hay varios, yo propongo estos cuatro.

(IMPORTANTE: Todos los juegos se harán en entornos sin distracciones, cuando tu perro esté tranquilo pero despierto. Con unos minutos al día es más que suficiente).

 

– Elegir una mano

 

Este juego es un clásico, muy sencillo de ejecutar.

Hazte con un cuenco con golosinas muy apetitosas, ponte cómoda, e invita a tu perro a elegir la mano con premio.

Le ofreces las dos manos cerradas, a la misma altura, y solo en una de ellas has puesto una golosina.

Le pides “elige” y esperas a que toque una de las dos con la nariz.

Abres solo la mano elegida.

Si hay premio, se lo das y felicitas.

Si no hay premio, un “ooohh, más suerte para la siguiente vez” le indica que tiene que intentarlo de nuevo.

Este juego hace que el perro tenga que pensar y oler el aire antes de elegir.

Si se precipita, va a acertar el 50 % de las veces.

Puede que eso le valga, pero al tiempo falla el 50 % de las veces, lo que le enseña que no siempre logra lo que quiere, y no es el fin del mundo ni hay porqué enfadarse, siempre podrá volver a probar.

Conforme mejora su autocontrol, se tomará algo más de tiempo para elegir (oliendo antes de tocar) y acertará  mucho más a menudo.

Pensar y tener un poco de paciencia tienen premio, Emoji

 

– Premios en hilera

 

Este juego es una variante del anterior, idealmente para cuando elegir mano sea demasiado fácil (y acierte casi siempre).

Hazte con 3 (al principio, luego pueden ser más) recipientes con agujeros.

Pueden ser simples tuppers que hayas perforado, o incluso unos vasos de plástico que agujerees.

Los agujeros son para permitir que el olor de la comida salga fácilmente.

Colocas los 3 recipientes en el suelo, del revés.

Bajo uno de ellos colocas una golosina muy aromática.

Luego haces un poco el “trilero”, intercambiando los recipientes entre sí para que tu perro pierda la pista visual de cuál era el que tiene el premio.

Y le pides “elige”.

Si lo hace al azar (lo más probable) sus opciones de acertar acaban de caer al 33 %.

Y las de fallar suben al 66%.

Eso le hará ser aun más paciente a la hora de esperar conseguir  lo que quiere. Y más tolerante con los fallos.

O bien se tomará su tiempo oliendo el aire y su tasa de aciertos subirá notablemente.

Al igual que su autocontrol y capacidad de concentración.

Se puede subir el número de recipientes conforme acierta fácilmente con 3.

 

– Espera

 

(ATENCIÓN: este juego no deberías practicarlo si tu perro muerde cuando se frustra, porque puede hacerte daño de verdad. Déjalo para más adelante, cuando haya mejorado y sea algo más paciente tras jugar a los anteriores juegos).

Para este juego preparas un cuenco con golosinas, y te sientas.

Ofreces a tu perro el puño cerrado con una golosina dentro.

Y le dejas que pruebe de todo.

Que huela, que chupetee, que mordisquee (sí, va a mordisquear. Si duele mucho, te quejas y le das un segundo de “tiempo muerto” antes de probar de nuevo), que lloriquee….

No digas ni una palabra, no des pistas, tan solo deja que ensaye conductas.

Y muy atenta: en cuanto separe la nariz de la mano cerrada (es decir, en cuanto deje de intentar sacar la golosina), ¡bingo!, le das otro premio (igual al del puño) con la otra mano.

Y empiezas de nuevo.

Conforme jugáis, entenderá que solo si espera un par de segundos alejándose (girar la cara vale) del premio logrará alcanzar el premio.

Es algo contra intuitivo, ya que exige alejarse del objetivo para lograrlo.

Y exige también un buen autocontrol y paciencia. Para los dos, Emoji (porque recuerda, no puedes dar pistas ni hablar ni enfadarte).

Le enseña también que esperar un poco puede ser mejor estrategia que lanzarse con todo para conseguir lo que le interesa.

 

– Clicker

 

Esta herramienta, quizá te suene, sirve para el adiestramiento de animales (no solo perros).

Se basa en asociar un sonido neutro (el click) con golosinas muy apetecibles, para luego usar ese sonido neutro como marcador de “eureka, tienes premio”.

En este caso te propongo olvidarte de adiestramientos y objetivos y usar el clicker como juego para que tu perro piense, ofrezca comportamientos, ensaye conductas y se divierta.

Y tú te diviertas también viendo qué se le puede llegar a ocurrir.

Lo primero es cargar el clicker. Eso se puede hacer de dos modos:

Haces click con una mano y le das una golosina con la otra, todo al mismo tiempo. Repites 15 o 20 veces. Lo dejas y vuelves a repetir al día siguiente. Con eso suele bastar

O más rápido: esparce por el suelo 15 o 20 premios, y conforme tu perro los recoge, haz click por cada bocado que recupera. Repite al día siguiente. Ya tienes el clicker “cargado”.

Ahora te haces con tu cuenco de golosinas, te pones cómoda y empiezas a jugar.

Hay dos juegos interesantes.

(En realidad hay muchos juegos, pero te presento solo dos,Emoji ).

 

1- Ofrecer conductas

 

Las que sean. Es muy útil para perros muy miedosos, inseguros o inhibidos. Simplemente esperas a que haga algo y haces click (y premias. Siempre que haces click, hay premio).

Ese algo puede ser lo más simple del mundo, como mover una oreja, elevar una pata, sacudirse, girar la cabeza, mirarte a los ojos, incluso pestañear, lo que sea.

Pero tienes que ser rápida y hacer click.

Después de ese click, tu perro repetirá la conducta (así es como funciona el clicker).

Pero el juego va de iniciativa, así que espera.

Y sigue esperando hasta que haga cualquier otra cosa. La que sea, por sencilla que resulte, que no sea la primera acción a la que hiciste click.

Por ejemplo. Empiezas y tras esperar unos segundos, tu perro suelta un ladrido (puede estar un poco frustrado porque no sabe lo que tiene que hacer para lograr premios, y lo manifiesta así).

Haces click.

En cuanto se coma la golosina, pensará un par de segundos, y soltará otro ladrido, esta vez a propósito.

Sonríes y esperas.

Puede que suelte algún ladrido más.

Esperas.

Ahora tu perro da un paso atrás (porque se pone algo nervioso, ya que el ladrido antes servía y ahora no).

Haces click y premias.

Ahora va a pensar un poco más, porque seguramente no termina de entenderlo.

Puede que ladre una vez más, o que dé un paso atrás.

Sonríe y espera.

Quizá se ponga un poco más nervioso y gire la cabeza.

Click y premia.

Tras cuatro o cinco intentos, los perros suelen empezar a comprender la (única) regla del juego.

Haz algo, te premio, y luego haz cualquier otra cosa que no sea la anterior, y también te premio.

Eso hace que empiecen a ser creativos y se animen a ofrecer conductas, sin miedo a posibles consecuencias.

Les hace pensar para decidir qué hacen después.

Y les “fuerza” un poco al principio, porque se ponen algo nerviosos y se frustran.

Pero si eres rápida marcando con el click, y no esperas conductas llamativas o complejas sino que marcas gestos sutiles por pequeños que sean, le ayudas a gestionar esa frustración y a hacer frente con una estrategia distinta a alterarse o enfadarse: pensando.

 

2- El juego de la caja

 

El otro juego se llama popularmente “101 cosas que se pueden hacer con una caja”.

Y consiste simplemente en una extensión del juego anterior, pero interaccionando con un objeto.

En este caso, una caja de cartón.

Dejas la caja de cartón en el suelo, y te preparas con el clicker y las golosinas.

Y esperas.

En cuanto tu perro interaccione con la caja, haces click.

 

Brianna «peleando» con una caja

Olerla suele ser la conducta más habitual en primer lugar.

Luego esperas a que ofrezca una conducta de interacción con la caja, la que sea, excepto la que ya ha hecho (o sea, excepto olerla).

Puede que la empuje con la nariz. Haz click.

Ahora espera otra cosa distinta.

Puede que le dé con la pata.

Haces click.

Y así un rato.

No hay más regla que esa, haz algo distinto cada vez.

Si quiere destrozar la caja, meterse dentro o empujarla por toda la habitación, todo vale.

Estos juegos son divertidos, sencillos de realizar, económicos y te ocupan entre 5 y 10 minutos al día (no abuses, que aunque no lo parece, están siendo una exigencia importante para tu perro, sobre todo al principio).

Y le están enseñando que la paciencia, el autocontrol y pensar antes de actuar son más productivos y generan una mejor sensación interior que lanzarse y dejarse llevar por la frustración.

Así que ¿a qué esperas para empezar a jugar con tu perro?

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Mi perro roba comida ¿cómo lo corrijo?

Si tu perro roba comida, ¿qué puedes hacer?

 

Hace siete años Menta se quedó a vivir conmigo, estrenando casa.

De hecho aun estaba a medio alicatar y casi sin pintar.

Pero Menta era un galgo que venía en acogida después de haber sido abandonada en un pueblo sevillano siendo ya mayor.

En el que llevaba “al menos año y medio” según un vecino, buscándose la vida por la calle.

Así que no creo que le importara.

Menta estaba bastante estropeada, la verdad.

Tenía la dentadura fatal, según una colega odontóloga, parecía que los dientes estuviesen rotos, no que los hubiera perdido por la edad.

(Que ya tenía unos años)

Tenía leishmania activa: se le caía el pelo a puñados, estaba flaca, le dolían las articulaciones, las uñas casi daban la vuelta sobre sí mismas y los ojos estaban también fastidiados con varias patologías.

De regalo, tenía una hernia de disco severa.

Vamos, que estaba hecha un asco.

Así que simplemente le preparé un espacio, le abrí mi casa y mi corazón, y allí se quedó para siempre.

El caso es que el segundo día de estar en mi casa, me preparé un sándwich de varios pisos para cenar.

Y cuando me siento para comérmelo, recuerdo que tengo que subir al dormitorio para no sé qué.

Así que simplemente me levanto y subo.

Mi casa tiene dos plantas, en la de abajo está la cocina, el salón y el comedor, y en la superior, mi dormitorio, el baño y una despensa.

Pues ahí dejo a los tres perros, descansando en sus camas, durmiendo plácidamente, mientras subo los escalones pausadamente.

Hago lo que tenía que hacer, y bajo.

Y al bajar, la pillo in fraganti:

Menta se ha encaramado a la mesa como ha podido, ha arrastrado el sándwich hasta el suelo, y tras apartar la lechuga y el tomate, se está zampando todo lo demás.

El queso.

El huevo.

El jamón.

Y parte del pan, porque aunque no le gusta, no consigue separarlo bien del queso.

Mi-ce-na……

En fin.

¿Y qué crees que hay que hacer en una situación así?

¿Chistar al perro para que no vuelva a hacerlo?

¿Ponerse a cuatro patas frente a él y pelear a muerte por el sándwich?

¿Echarle una bronca y sacarle los restos del sándwich de la boca “para que aprenda”?

¿Tirarle lo primero que tengas a mano para asustarle y que no lo vuelva a hacer?

No.

Nada de eso.

Te cuento lo que hice yo.

Primero se me colgó el disco duro y me quedé bloqueada.

Nunca jamás un perro me había robado comida de la mesa.

Menudo golpe bajo.

Luego reaccioné y puse cara de “mierda, me he quedado sin cena

Luego di un par de collejas a la responsable del desaguisado.

O sea, a mí.

¿Cómo se me ocurre dejar un sándwich solo y abandonado en una mesa de comedor junto a un perro callejero y recién llegado?

Hay que ser idiota, hombre.

Bueno, que me hice otro sándwich y Menta terminó con los restos del primero.

Las siguientes veces que dejé comida descuidada, la coloqué en sitios inaccesibles para Menta.

Nunca intentó robarme mientras comía.

Ni pidió comida cuando yo estaba a la mesa o cocinando.

Era una perra muy respetuosa.

Ahora bien, si la dejas sola será que no la quieres……

Tras eso me espabilé, y en los cinco años que estuvo conmigo no volvió a robar nada.

O quizá fue que no volvió a tener la oportunidad.

Bien.

Ahora la conclusión: es más sencillo manipular y gestionar el entorno que bloquear todas las posibles conductas (naturales, por otro lado) del perro.

Y además no solo es más sencillo, sino que te permite forjar una mejor relación.

Porque no entras en conflictos sociales que un perro nunca entendería.

Y que además no sabe cómo resolver.

Y porque evitas esa sensación de desconfianza que te obliga a seguir a tu perro como una sombra para asegurarte de que “no se porta mal”.

Estos pequeños detalles son los que cuentan en el día a día conviviendo con un perro.

Y determinan cuánto confía en ti y cómo se porta en otros contextos más delicados.

Menta también abrió una vez un cubo de basura en casa de mis padres.

Y eso que es de pedal.

No importa.

El cubo puede guardarse en un armario bajo el fregadero.

Gestión del entorno.

Cuando te centras en esta herramienta y le sacas todo el partido, las situaciones que ahora te parecen un problema dejan de serlo.

Y puedes concentrarte en lo realmente importante: disfrutar junto a tu perro.

En  lugar de discutir con él y vigilarlo constantemente “por si la lía”

Si quieres centrarte en lo importante, leer los correos que envío a los suscriptores es un buen primer paso.

Te cuento historias como la que acabas de leer.

Si te ha hecho gracia o te ha dado que pensar, te gustarán los correos.

Si te has aburrido o no te convencve el enfoque, no te gustarán los correos.

Decide ahora, y te apuntas. O no.

Mi perro me muerde cuando le quito la comida

Mi perro me muerde cuando le quito la comida

Si tu perro te muerde cuando le quitas la comida, posiblemente también lo haga con sus juguetes, o el sofá mientras está subido en él, o un hueso, o……

 

¿Por qué mi perro me muerde cuando le quito la comida?

 

Ésta es una duda común para muchos cuidadores cuyos perros gruñen o muerden o se muestran agresivos cuando disponen de algún recurso.

Que tu perro te gruña o que te muerda resulta desconcertante, e incluso puede que sientas miedo.

Puede que tu perro defienda algún objeto de todo el mundo o solo de miembros de la familia.

De perros con los que conviven o de perros extraños.

La cuestión es que esa defensa puede resultar incómoda en el mejor de los casos, o desencadenar una trifulca (entre perros) o un mordisco a una persona en el peor.

El primer paso sería preguntarse por qué tu perro muerde cuando le quitas algo, como su comida o un objeto que tiene en la boca.

Hay planteamientos que indican que el perro defiende aquello que considera que tiene cierto valor y de lo que puede haber escasez (lo que genera competencia).

Y que cuando lo hace está mostrando su inseguridad.

Tiene miedo de perder algo que le importa y que no abunda en su entorno.

También hay quien opina que en realidad no defiende recursos, sino a sí mismo.

Tiene ya experiencias previas en las que en presencia del recurso ha tenido situaciones de conflicto emocional intenso.

Y ahora, ante la presencia de otro individuo que muestre interés o se aproxime lo suficiente, se siente amenazado.

Y realmente cree que debe defenderse, por lo que manifiesta expresiones corporales de agresión, y puede llegar a morder si se le presiona, se le regaña o se invade su espacio.

El caso es que con mucha frecuencia los cuidadores que consultan este problema reconocen que ha habido episodios de confrontación frente al recurso en el pasado.

A veces desde que el perro era muy cachorro.

Así que la segunda explicación parece tener  bastante sentido.

Porque lo habitual es que cuando el perro agarra algo del suelo, el cuidador salte rápidamente sobre él con malos modos y se lo arrebate, generalmente acompañando la acción de una regañina o un manotazo en el morro.

Si ese algo es un objeto que ha encontrado en el suelo de casa, la situación tiende a ser similar.

También es fácil que, desde el día uno, el cuidador haya metido las manos en el comedero del perro o le haya retirado el cuenco mientras come, siguiendo la tradicional recomendación popular de que el perro debe dejar que le quiten la comida.

Esto produce en el cachorro, tras unas pocas repeticiones, una sensación de “esta situación empieza a resultar emocionalmente muy conflictiva”.

Otra situación habitual es la del perro que se sube al sofá en una casa donde no lo tiene permitido.

En ese momento es desalojado con gritos, empujones o malos modos.

A veces incluso cuando ya está dormido.

La consecuencia es que el perro realmente siente las situaciones relacionadas con esos recursos como amenazadoras: puede que pierda o no dicho recurso, pero lo que sí es bastante constante es que hay enfado y brusquedad a su alrededor.

Y eso le genera miedo, lo que da pie a que gruña o muerda cuando se le quita la comida, el juguete o se le echa del sofá, como modo de defenderse.

 

¿Cómo crees que se siente tu perro cuando le quitas algo?

 

Hagamos un ejercicio de empatía: ponerse en el lugar del otro nos ayuda a ser más comprensivos y a mantener la calma a la hora de plantear soluciones.

Una idea que puede ayudarte a entender la situación es la llamada aversión ante la pérdida.

Es un problema muy común que tenemos los seres humanos.

Sufrimos mucho más cuando perdemos algo que ya tenemos (aunque no sea valioso) que cuando conseguimos algo nuevo.

Deshacernos de nuestras cosas, incluso solo de unas pocas no muy importantes, nos cuesta horrores.

Si nos las quitan, peor aun, porque no lo hemos decidido nosotros.

¿Te parece una tontería?.

Haz la prueba.

Mira  a tu alrededor.

Elige un objeto.

Uno normalito.

Ese jarrón de la estantería.

Un libro que leíste hace mucho y que no te entusiasmó demasiado.

Ese par de zapatos que apenas te pones.

Esa camiseta que aun tiene los pliegues de «nueva» marcados, aunque la compraste el año pasado.

Coge ese objeto y tíralo a la basura.

Ahora mismo, no lo pienses, hazlo.

¿Qué tal?.

¿Has podido hacerlo?.

¿O has pensado «menuda chorrada, no tengo por qué tirar nada, me hace falta o me gusta y no hay razón alguna para tirarlo«?

Seguramente lo segundo.

Es la aversión a la pérdida.

¿Qué tal si alguien viene a tu casa, y elige lo que le parece que sobra en tu vida o que deberías ceder a terceros, lo mete en cajas y se lo lleva?.

Peor aun que si lo hicieras tú mismo.

Seguro.

Tratarás de impedírselo a toda costa.

Seguramente incluso te enfades.

Ahora mira a tu perro, y piensa en lo que tiene.

Lo poco que tiene.

Unos juguetes, su cuenco con comida, un mordedor de cuero.

Tranquilo, es un perro, lo del materialismo no va con él, de hecho son felices con lo puesto (deberíamos aprender de eso).

Pero si en un momento dado tiene algo entre las patas, ese algo es SUYO.

Durante un momento, disfruta de ese algo, ese juguete, esa golosina, esa comida.

Quitárselo por el mero hecho de demostrar que podemos hacerlo es una enorme grosería.

La idea popular de «debes poder quitarle las cosas a tu perro«, ¿en qué se basa exactamente?.

¿En demostrarte a ti mismo y al pobre animal que en realidad no tiene absolutamente nada, que tú eres el dueño de todo y se lo concedes porque te apetece, pero que puedes cambiar de idea cuando desees?.

Suena un poco cruel, la verdad.

Es tu amigo, quizás tu mejor amigo, y le has invitado a vivir contigo y a compartir los recursos.

Le has prometido que cubrirás sus necesidades, incluyendo las básicas de comer y jugar y disponer de un lugar cómodo y seguro para descansar.

Entonces, ¿por qué cambiar de idea sobre la marcha?.

Entiendo que a veces puede ser necesario retirarle algo de la boca, porque sea muy valioso (una colleja para quien lo dejó al alcance de unos colmillos afilados y ociosos) o peligroso para el animal.

Y que si observas que se pone muy tenso y gruñe cuando alguien está cerca de su comedero, te preocupe que un día ese alguien sea un niño pequeño y pueda ocurrir una desgracia.

Todo eso tiene sentido.

Es una manera de anticiparse a posibles problemas, y el mejor modo de resolver problemas, el  más económico en tiempo y energía, el más eficaz, es anticiparse a ellos.

Te felicito por pensar en ello.

Pero hay que entender las implicaciones emocionales de arrebatarle violentamente a alguien que tiene lo justo aquello que le importa en el momento en que lo está disfrutando.

Es traumático.

Es un sinsentido.

Es algo que puede dar miedo.

La reacción de defensa, que tu perro te muerda o gruña cuando le quitas la comida, el palo, una pelota, es totalmente natural.

 

Si mi perro me muerde cuando le quito comida ¿cómo lo corrijo?

 

Así que, de acuerdo, si quieres que tu perro permita circular cerca de su plato de comida o te ceda algo que tomó con la boca, piensa primero en lo mal que te sentirías si te quitaran tus cosas sin razón aparente.

Piensa que él puede sentirse de un modo similar

Y luego cambia el enfoque para que él también lo pueda ver de otro modo: no te quito tus posesiones.

Solo vamos a plantear un juego en torno a ellas en el que vas a salir ganando.

Así tú consigues lo que quieres (acercarte a su comida, retirarle objetos de la boca) y él conserva lo que necesita y no se siente amenazado. Y todos contentos.

Por lo tanto, lo ideal es anticiparse al problema, y evitar los conflictos por los recursos.

Piensa que esto puede suceder en el futuro con cualquier perro, y empieza a plantear situaciones desde el principio con tu cachorro.

Si deseas poder trastear en el comedero de tu perro, o quitarle objetos de la boca, trabaja esas situaciones de modo amable, con aproximaciones progresivas según su grado de comodidad, y generando momentos de “tú ganas/yo gano”

Es decir, la retirada del recurso, o el acercamiento al mismo, debe implicar siempre que el cachorro obtiene algo de gran valor, y a menudo (siempre, si se está entrenando) mantiene el recurso en disputa.

Pero si ya es tarde para este consejo, ¿qué puedes hacer para corregir si tu perro te muerde cuando le quitas la comida?

 

 Solución sencilla

 

Pues la solución sencilla es nada.

Respetar el espacio del perro en todas aquellas situaciones en las que se pone a la defensiva es una acción pasiva, rápida, gratuita y eficaz.

Si te fijas bien, solo empieza a emitir amenazas (gruñidos, ladridos, mostrar dientes, pelo erizado) a partir de cierta distancia.

Pues si todo el mundo se mantiene a una distancia mayor, el problema no aparece.

Puedes rodear o apartarte de tu perro en los momentos en los que sabes que tu perro te muerde cuando le quitas algo, o enviarlo (con amabilidad) a una estancia diferente antes de que se produzcan esos momentos (por ejemplo, con la comida) para que el resto de la familia pueda seguir con sus actividades.

Si defiende solo el comedero, puedes deshacerte del cuenco y esparcir el pienso por el suelo, en un espacio amplio.

El recoger y buscar la comida le relaja y evita que defienda un espacio reducido;  recuerda no molestarle ni darle pistas mientras va comiendo cada bolita, déjale hacer a su aire. O mejor, déjale solo.

Si defiende el sofá,  puedes asignarle un sitio para él donde no se le molestará ni echará, o incluso conseguir una butaca vieja para él, si cabe en la casa.

Si defiende sus juguetes, que juegue él solo.

Si defiende objetos que ha encontrado en el suelo y que son tuyos, empieza a ser más ordenado y no los dejes a su alcance, no podrá defenderlos más (ni romperlos tampoco).

 

Solución complicada

 

Si esta solución te parece simplista, no es aplicable en tu caso, o quieres hacer algo más espefícico para modificar el problema en lugar de hacer como que no existe, puedes probar lo siguiente.

Cuando consultas «mi perro me muerde cuando le quito la comida», existen docenas de «consejos» que implican amenazar (aun más), cohibir, inhibir, gritar, zarandear, voltear, dar toques, chistar o incluso electrocutar a tu perro.

Lógicamente no te las recomiendo por muchas razones.

La principal razón que producen miedo (por eso pueden, ocasionalmente, funcionar o parecer que funcionan).

Y si tu perro te muerde cuando le quitas algo, y actúa así por miedo, ¿qué crees que puede llegar a pasar si intentas corregir la conducta añadiendo más miedo a la ecuación?.

Nada bueno.

Por otro, puedes empezar a trabajar con la pauta que te indico a continuación.

O puedes buscar otros métodos amables para manejar estas situaciones, que los hay, o usar lo que te voy a contar como inspiración para adaptarlo a tu situación particular.

 

1- Haz una lista

Identifica y anota en un papel todas las situaciones en las que tu perro te muerde cuando le quitas algo (comida, espacio, objetos).

Ordena la lista de menor a mayor intensidad de defensa.

Ten presente que defender un recurso no es solo gruñir y morder, también debes valorar los momentos en los que hay tensión muscular, mirada fija, pelo erizado o cabeza agachada como si cubriera el recurso con su cuerpo cuando te aproximas, ya que son indicadores de problemas.

Sí, aunque no gruña o muerda.

 

2-  Empieza por las situaciones de menor intensidad.

Dedica tiempo a pensar cómo puedes enfrentar esa situación para que en lugar de generar un contexto de competición (yo gano/tú pierdes) puedas producir una situación de cooperación (yo gano/tú ganas)

Se trata de que tu perro consiga algo positivo por NO proteger o por ceder el recurso en lugar de guardarlo para sí.

Eliminamos la confrontación y la necesidad de defenderse.

Más adelante pongo ejemplos.

 

3- Devuelve lo que le has quitado

Siempre que sea posible, además de la nueva ventaja que añadas a la situación, debes devolverle o dejarle conservar el recurso.

Así gana el doble y se hace más tolerante. Y generas una situación de abundancia, que predispone a que tu perro tenga menos predisposición a morder o gruñir por un recurso.

 

4- No le presiones o amenazas

Nunca, bajo ningún concepto, se debe hacer frente a un perro que defiende un recurso, ni regañarlo, corregirlo, someterlo o tratar de dominarlo.

Esas acciones no le enseñan nada más que a tener más miedo (de ti), le dan la razón sobre su sensación de amenaza, y le indican que debe defender(se) aun más intensamente la siguiente vez que se repita la confrontación.

A menos que el castigo sea tan severo que la situación le infunda pánico, y probablemente no volverá a gruñir o ladrar, al menos a la persona que le ha intimidado (no lo hagas, destrozarás la relación con tu perro).

Pero eso no suele implicar que no llegue a morder en el futuro, en ese contexto o en otros.

 

5- Repetir y repetir

Repite la situación en la que hayas  planificado un “yo gano/tú ganas” hasta que convenzas a tu amigo de que has cambiado de intenciones, y que el contexto ya no es una amenaza.

Sabrás que lo has conseguido cuando en lugar de agachar la cabeza, erizar el pelo, bajar el rabo o llevarlo alto y rígido, con la mirada fija y el lomo arqueado, sonría, mueva el rabo, tenga el cuerpo relajado, y puede incluso que abandone el recurso para aproximarse a ti (¡éxito total!).

 

6- Empieza de cero con otra persona

Cambia el sujeto que realiza la confrontación.

En lugar de hacerlo tú, le toca a tu pareja, a tu madre, a tu hijo….. a otros miembros de la familia.

Que repitan la secuencia del mismo modo durante días (o semanas), siempre la misma persona, hasta que el perro se muestre relajado e interesado.

Entonces volver a cambiar la persona.

Así hasta que toda la familia, amigos y visitas puedan aproximarse en ese contexto y tu perro se muestre relajado.

No bufes, que esto tampoco será eterno.

Cada nueva repetición y cada nueva persona tardará mucho menos que al principio en lograr el éxito.

Solo las primeras sesiones son lentas porque ya hay antecedentes negativos.

Después todo va sobre ruedas.

 

7- Da un paso atrás

Si durante el desarrollo de una sesión, estando tu perro ya relajado, notas que al aproximarse una persona el animal detiene la acción (comer, roer, jugar) y fija la mirada de reojo en dicha persona, hay que dar un paso atrás.

Y empezar desde un poco más lejos, porque estás yendo demasiado deprisa y no se siente cómodo ni seguro.

 

8- Haz lo mismo con los demás conflictos

Cuando la situación esté bajo control, táchala de la lista y pasa a la siguiente.

Repite desde el punto dos contigo.

Y luego con el resto de la familia.

El proceso irá más rápido con cada situación nueva, tu perro asimila que algo está cambiando y es a mejor, y generalizará.

 

Ejemplos modelo

 

– Gruñe en el sofá

¿Es necesario echarlo? No impidas a tu perro subir al sofá porque te hayan dicho que «entonces él es el dominante y se cree que manda». Eso es una estupidez muy grande.

Si lo es, en lugar de manipularle físicamente o gritarle, llámale suavemente desde cierta distancia y prémiale por acudir a tu lado.

Ya se ha bajado del sofá sin gruñir.

O ponte al otro lado del sofá y lanza unas golosinas hacia el suelo y que lo vea (bajará a por ellas).

Ocupa en ese mismo momento el espacio que ha dejado libre, o cúbrelo con objetos que lo hagan incómodo (como sillas tumbadas).

Así evitas que suba de nuevo sin tener que vigilarlo ni hacerle bajar cada cinco minutos.

Asegúrate de que dispone de al menos una cama bien cómoda donde descansar (aunque luego no la use).

Si quiere estar junto a la familia, esa cama puede colocarse junto al sofá.

 

– Gruñe con su comedero

¿Puede estar solo mientras come? Pues déjale comer tranquilo.

Si no es posible, busca al menos una zona tranquila sin gente pasando ni ruidos intensos donde pueda comer con calma y sin prisas.

O bien deshazte del comedero y usa juguetes dispensadores, o esparce la comida por una superficie amplia de suelo y que recoja las bolas de una en una.

Si prefieres conservar el cuenco, tendrás que entrenar la aceptación de movimiento cerca de su comedero.

 

– Gruñe con sus juguetes

Puede jugar solo.

O se puede jugar con él presentando los juguetes por duplicado.

Cuando tiene uno se le ofrece otro igual y se le incita a cogerlo.

Cuando lo hace, se puede recuperar el otro y repetir la secuencia.

Así logra jugar con las personas sin situaciones forzadas.

Si no desea jugar y compartir, sencillamente no aceptará el segundo juguete.

Pues vuelves al punto uno (que juegue solo).

Pero si deseas poder retirarle un objeto de la boca sin más, estos son los pasos:

Prepara una taza con trocitos de comida apetecible.

Y ten a mano el juguete que protege.

Dale el juguete.

Cuando lo tome, ofrece un trocito de comida acercando la mano a su nariz, si lo permite.

Si no lo permite (gruñe, se eriza, enseña los dientes), simplemente lanza el trocito de comida cerca de él, que lo vea caer.

Cuando se levante a buscarlo, recupera tú el juguete.

Le felicitas y le das el juguete de nuevo.

Repite la secuencia: ofreces golosina, que la tome, recoges el juguete, se lo devuelves. Diez o quince veces por sesión. Las sesiones deben ser cortas.

Repite al día siguiente, y al siguiente.

Y los días que sea necesario.

Has triunfado cuando se vea relajado con estas maniobras, e incluso se ponga a buscar o tome lo que le das sin preocuparse demasiado por el juguete.

Termina las sesiones dejándole el juguete todo el tiempo que quiera.

Empieza todo el proceso con otro juguete.

Y luego con otro.

Hasta que le parezca bien ceder todos sus juguetes.

De nuevo, como con las personas, las sesiones con juguetes serán más rápidas conforme tu perro ha entendido la mecánica, ha comprobado que sale ganando, y que tú ya no eres una amenaza.

Ah, y juega con él y con los juguetes siempre que puedas: jugar juntos es más divertido que proteger juguetes.

 

Si esto ha resuelto todos los problemas con tu perro, genial.

Si ha servido para corregir ese detalle que te preocupaba, pero sigue habiendo muchos roces en vuestra convivencia, lo mismo necesitas una ayuda más personalizada.

Puede que la mía.

O puede que otra.

Pero yo vendo la mía, claro.

Eso sí, si este artículo no te ha gustado o no te ha ayudado en absoluto, no me contrates.

El resto de mi trabajo tampoco te ayudará.

Y si lo que has leído te suena bien, apuntate a los correos diarios.

Lo que te cuente en ellos, y el libro que envío como regalo de bienvenida, te van a sonar aún mejor.

 

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