¿Quieres hacer agility con tu perro?

Pues primero lee esto

 

En los años que llevo conviviendo con perros he realizado muchas actividades con ellos.

Me he apuntado a casi cualquier cosa que sonara divertida y que pudiéramos hacer juntos.

Un ejemplo de esa actividad es el agility

Ahora es muy popular, pero cuando me inicié, hace unos 20 años, pues no lo era tanto.

Y aun así ocurrían algunas cosas curiosas que creo siguen pasando.

Por ejemplo, que mucha gente tenía perros “especiales para hacer agilitity”

Léase border collie y malinois.

Como si con los demás no se pudiera hacer.

Bueno.

Creo que la idea era ganar, y con esas dos razas tus posibilidades suben bastante.

Pero claro, yo  no hacía agility para ganar nada, lo hacía para divertirme con mi perro y aprender cosas nuevas.

Supongo que hay sitio para todos.

El caso es que estuve algún tiempo practicando los obstáculos con mi husky de aquella época, que era Yarok

Ya he hablado alguna vez de él.

Rubio, grande, tranquilo.

Una vez una chica que entrenaba al tiempo que yo me pregunto si le decía algo al perro.

Que si le daba indicaciones verbales o algo.

Es que no se te oye” dijo otro que también entrenaba.

Ehem

Quizá es que vosotros gritáis como fans adolescentes y por eso no me oís.

Pero mi perro me oye perfectamente, y claro que le doy instrucciones.

También me negaba a eso de “guiar con la correa”.

La correa no guía, obliga.

O pasas por aquí, o te arrastro con la correa.

Eso no se lo puedes hacer a un husky, a menos que estés dispuesto a que cuando le sueltes, se aleje de ti a todo lo que le den sus patas.

Y yo no lo estaba.

Me tocó hacer a mí los obstáculos.

El ejemplo es la mejor guía.

Aunque yo no salto mucho, la verdad.

Lo mejor vino cuando un día me animé a competir.

Se lo dije al presidente del club, y se escandalizó bastante.

Que para competir la primera vez hay que pasar un “test de carácter”.

Y el test de carácter hay que ensayarlo y trabajarlo.

¿Perdona?

Es lo que hay, todos lo hemos hecho, y si no quieres, simplemente no puedes competir. Incluso King –el otro husky del club- estuvo trabajando dos meses antes de presentarse”.

Sí, conocía a la dueña de King.

Debía de estar muy contenta cuando andaba detrás de mí para saber cómo conseguía que mi perro me hiciera caso.

Me enfadé.

Era tan absurdo que no tenía sentido.

Al parecer lo del test de carácter lo hacen para asegurarse de que tu perro, una vez suelto, no va a salirse del recinto de los obstáculos para ir por ahí matando niños de entre el público.

Que me parece muy bien y tiene mucho sentido.

Lo  que no tiene sentido es lo de “ensayar”.

Luego entendí que la mayoría tenía algunos “problemillas” con sus malinois.

Parecían cocodrilos hambrientos, los tíos.

Triste.

El caso es que me di de baja, y luego llamé al presidente de otro club.

Le expliqué la situación.

Era miércoles, y la competición era el siguiente sábado.

Que si veía algún problema, pues no me daba de alta y tan amigos.

No vio ningún problema.

Fuimos a la competición.

Así, sin ensayar ni nada.

La juez empezó a desarrollar las pruebas del “test de carácter”

Eran cinco.

A la tercera prueba, la juez se acercó a Yarok y le metió la rodilla literalmente en el morro

Mi perro puso cara de ¿eh? y giró un poco la cabeza.

Y la juez me dijo “este perro es de peluche, bienvenidos a grado I”.

Y ya.

Pudimos participar.

Mi ex presidente se mosqueó mucho porque afirmaba que “eso que le han hecho ni es un test ni es nada”.

Me hubiese gustado ver qué pasaba si una desconocida le metía la rodilla en la cara a su mali.

Bueno, la juez no era idiota, no lo habría intentado.

Ah.

Ese día ganamos.

A los border y los malis los fueron descalificando por pasarse de rápidos.

Así que lentos pero seguros, hicimos unas buenas pistas.

Creo que ya de ahí se podría sacar alguna enseñanza para la vida real.

En fin.

Tengo un servicio de asesoramiento.

No te enseño a hacer agility, te enseño a dar ejemplo.

A no gritar a tu perro porque no hace falta.

A que podáis hacer cosas juntos siempre y cuando os gusten a los dos.

A disfrutar de su compañía aunque desde fuera te presionen en otra dirección.

Lo mismo es lo que estabas buscando.

En ese caso, le das al botón de abajo y te apuntas a mis correos. Y después ya vamos viendo.

Quiero controlar a mi perro

¿Seguro?

 

¿Sabes?

Hubo un tiempo en que dedicaba muchos esfuerzos a controlar lo que hacían mis perros.

A controlar cómo se portaban

Qué hacían con otros perros.

Cómo se manejaban alrededor de otras personas.

Controlaba cada una de sus respuestas.

Muy al principio por las malas, pero con mi segundo perro entendí que era mucho mejor por las buenas.

Premiando y tal.

Bueno.

Es una fase, la del control.

Normalmente los humanos tenemos un problema con este asunto.

Creo que los que saben de cómo funciona la mente afirman que es porque sentimos que apenas controlamos nada en nuestras propias vidas.

Que somos como cascaras de nuez flotando en un mar embravecido, siendo zarandeados de un lado para otro sin poder hacer nada.

Sin que nuestras decisiones y acciones parezcan tener demasiado efecto en el resultado final.

Viendo como otros que están por encima deciden y hacen cosas por nosotros en nuestro nombre.

Porque no creen que, aun siendo adultos, seamos capaces de cuidarnos nosotros mismos.

De tomar decisiones acertadas.

De ser capaces de sobreponernos a nuestros errores.

De poder asumir las consecuencias de nuestras acciones.

Vaya.

Que necesitamos que nos controlen, al parecer.

Y por eso, porque sientes que todo a tu alrededor está fuera de control, te enfocas en controlar a tu perro.

¿Y qué hace él?

No dejarse controlar

Cuanto más te empeñas en estar encima de él, más se aleja él.

Más te desobedece.

Peor se porta.

Si le dejas respirar por su cuenta, la lía.

¿Me sigues?

A veces hasta se vuelve “dominante”

Sí.

Se empeña en controlar constantemente a los demás.

Quizá porque siente que no tiene ningún control sobre su propia vida.

Y la cadena sigue.

Algún día deberías probar a dejarle decidir por sí mismo.

A equivocarse.

A asumir que sus acciones tienen consecuencias (ajenas a ti, se entiende) que pueden ser desagradables.

Algún día deberías probar a no controlarlo todo.

Y a centrar tus esfuerzos en cubrir sus necesidades.

 O en darle acceso a situaciones en las que él pueda cubrir sus necesidades.

Y en ayudarle cuando lo precise.

Pero solo en esos momentos, que no es un bebé que necesita que se lo den todo masticado.

Y a ver qué pasa.

El trabajo que te va a llevar hacer esto es menor que el que te exige el estar controlándolo todo cada minuto del día.

El esfuerzo (emocional) seguramente será mucho mayor.

Al principio.

Cuando veas el resultado, te vas a quitar un peso de encima.

Uno muy gordo.

En serio.

Lo sé porque a mí me pasó.

Y le pasa a las personas a las que logro convencer de que actúen así.

Igual te gustaría.

Pues empieza por suscribirte a los correos diarios por el botón. 

Ah. Una vez te hagas liberado de esta carga, igual puedes intentar recuperar algo de control sobre tu propia vida.

Eso también te hará sentir muy bien.

Aunque creo que ahí no podré ayudarte.

Cosas que es importante no confundir

Y que pocos saben diferenciar

 

Hubo un tiempo en que no entendía a los perros.

Yo pensaba que sí, porque tenía claro cómo aprendían, qué teclas había que tocar para que hicieran algo, qué había que hacer para que dejaran de hacer algo.

Estaba convencida de que eso era saber sobre perros, y que, con la maña y práctica suficiente, podía conseguir cualquier cosa de un perro.

De cualquier perro.

Ya sabes, la ingenuidad de la juventud.

La candidez de la inexperiencia.

El efecto Dunning Krugger en todo su esplendor.

Es fácil confundir el saber manipular a los perros con entender a los perros.

Liarse entre saber cómo conseguir lo que quieres de un perro, sea lo que sea, y comprenderlos y reconocer sus motivaciones.

Entre verlos como lienzos en blanco sobre los que pintar una gran obra de arte, y reconocerlos como individuos únicos e irrepetibles, que ya son una gran obra de arte en sí mismos.

Entre buscar la admiración y el reconocimiento de otros por mi maestría modificando conductas, y poner al perro en el centro de todo para crear una relación de igual a igual.

Pensaba que era lo mismo.

Pero en realidad no pensaba, porque la segunda opción ni siquiera existía en mi cabeza.

Así que ahora, cuando me cruzo con esa chica que lleva dos perros a un sitio donde suele haber perros.

Pero los ata y se aleja de mí trotando, aunque solo unos metros, mientras me grita que llame a los míos.

Y sus perros tiran y ladran tratando de avanzar hacia mis perros, y mis perros se detienen sin que yo abra la boca.

Ya no digo nada.

Solo escucho las excusas y explicaciones que la chica se cree en la obligación de darme.

Se avergüenza de sus perros, de cómo se portan, de no haber sabido educarles.

Y mira a los míos con una mezcla de alarma y admiración, mientras me da detalles que no le he pedido.

Y que no son asunto mío.

Ahora ya no digo nada.

Solo pienso que en lugar de tratar de quedar bien conmigo, te ayudarías mucho más, y ayudarías mucho más a tus perros, si te volvieras hacia ellos en lugar de preocuparte por mí.

Y buscaras maneras de ayudarles a sentirse mejor, en lugar de intentar evitar sentirte mal tú misma porque estás en una situación incómoda con otro ser humano.

Otro ser humano al que jamás volverás a ver, y al que no debería importarle cómo educas o dejas de educar a tus perros, porque no es asunto suyo.

Entonces tal vez tus perros podrían ser como los míos.

O tal vez no, pero ya no tendrías sobre tus hombros la pesada carga de tener que justificar nada ante nadie.

Porque, aunque tus perros sigan ladrando, al menos tendrías respuestas y sabrías qué hacer para que estén mejor.

Y eso no incluye tener que disculparte con nadie.

Si te atrae esta filosofía, puedes empezar por darle al botón, y recibir más ideas como ésta en tu buzón, cada día. Y luego ya veremos.

Anacronismos en la educación canina

Los hay muy peligrosos

 

No sé si a ti también te pasa, pero a mí me encantan los anacronismos.

Son como pequeñas sorpresas para tu capacidad de observación.

Estás mirando algo, o pasa algo a tu alrededor, y de pronto aparece algo incongruente, fuera de contexto, que no debería estar allí, y tiene gracia.

No sé, quizá sea el factor sorpresa, pero el caso es que me gustan.

Creo que a otros también les pasa, porque recuerdo una ocasión en que el anacronismo era yo.

Había caído una buena nevada, así que me pillé el trineo y los perros, y me fui a buscar alguna pista interesante.

El caso es que estaba todo tan mal, que las quitanieves andaban muy ocupadas en las autovías, y las carreteras generales estaban cerradas.

Por lo que llegar hasta una pista en coche no era muy viable.

Tras dar algunas vueltas, me encontré una carretera local por la que había pasado una pala excavadora.

Por si no lo has visto nunca, a falta de quitanieves, una pala bajada a ras de suelo puede quitar la nieve de en medio.

Pero como pasa un par de centímetros por encima del asfalto, se deja una pequeña capa, que además ha prensado, por lo que está dura y un punto resbaladiza.

Perfecta para un trineo.

Y ahí iba yo, en mi trineo con mis perros, en un lugar solitario, circulando por una carretera mientras el silencio blanco me envolvía.

Solo se escuchaba el roce de los patines contra el suelo, y el jadeo de los perros.

Es un momento mágico.

Tras una hora circulando, un coche se colocó detrás de mí.

Bueno, no sé si lo sabes, pero la velocidad de crucero de un trineo es de 30 kms/hora, si va ligero.

Al menos cuando tiran huskies.

Que por otro lado para qué quieres ir más deprisa, no?

Aunque pensé que para un coche era más bien poco, así que me arrimé a la cuneta para dejarle adelantar.

Le miré e hice señas de que podía pasar, si quería.

Pero no quería.

Creo que disfrutaba del anacronismo de ver un transporte tirado por perros por una carretera cruzando las calles de un pueblo desierto y helado.

Bueno.

Yo seguí a lo mío.

Estuvo un rato detrás de mí antes de adelantarme y desaparecer por la carretera.

La situación me hizo gracia, la verdad.

Pero luego, cuando lo pienso más a fondo, me doy cuenta de un anacronismo que veo a menudo y que no me hace gracia ninguna.

Las herramientas “educativas” que se usan con muchos perros.

Son algo primitivo y antiguo, y me gustaría que se quedaran en fotos y vídeos de cómo se hacían ciertas cosas antes, cuando no se pensaba en el perro o no se conocía otra manera de hacer esas cosas.

Espero que algún día sea así.

Mientras tanto, te cuento que están totalmente fuera de lugar.

Tanto si te dicen que no hacen daño si se usan bien, como si te cuentan que para solucionar el problema con tu perro es la “única manera”, siguen siendo un anacronismo peligroso.

Y además falso.

Sí hacen daño, y no es la única manera, para nada.

Puede (y debe) hacerse sin dolor, sin miedo, y de otro modo, así se lo explico a mis clientes cuando les asesoro.

Lo mismo es lo que estabas buscando.

O quizá pensabas que realmente no había otra manera.

Pues la hay.

Y puedes empezar a conocerla suscribiéndote en el botón

Las metas son para perdedores

Y nadie quiere ser un perdedor

 

Mira

Hay un libro que habla del fracaso y del triunfo en la vida y en los negocios

(Sobre todo en los negocios)

Y cuenta algo muy interesante, que me parece aplicable a muchos niveles.

Lo primero que afirma es que las metas, los objetivos, son de perdedores.

O sea, que si te pones una meta a cumplir, ya es casi seguro que has perdido.

Porque somos muy malos calculando nuestras capacidades, nuestra disponibilidad de tiempo y la cantidad de horas/días/meses que nos va a llevar alcanzar esa meta.

Entre otras cosas.

Y por lo tanto, lo más probable es que no alcances el objetivo que te has marcado.

¿Resultado?

Te frustras  y enfadas contigo misma.

Te entra ansiedad.

O te desprecias por no haberlo logrado, con lo fácil y claro que era, cómo es posible, etc.

Has perdido.

Y eso baja la autoestima y te desalienta de cara a intentarlo en el futuro.

Vuelves a perder.

¿Y entonces qué?

¿Nos quedamos de brazos cruzados sin intentar nada en la vida para no fracasar?

No.

El libro recomienda un cambio de perspectiva.

En lugar de objetivos y metas, utilizar sistemas.

Te organizas un sistema para dirigirte hacia aquello que te interesa conseguir, y lo aplicas.

De modo constante y metódico.

Y tus posibilidades de lograrlo se disparan.

Pone ejemplos.

¿Quieres adelgazar?

Decir “voy a perder 5 kilos en un mes” es una meta.

Decir “voy a revisar mi alimentación y mi actividad física para introducir cambios y mejoras en ese aspecto de mi vida” es un sistema.

Si lo aplicas, al cabo de un mes habrá ocurrido algo.

Puede que hayas perdido dos kilos.

O siete.

Pero el caso es que seguramente has avanzado en la dirección deseada.

Y si mantienes el sistema, cada vez avanzas más.

¿Quieres ahorrar?

Decir “todo lo que me sobre a fin de mes lo guardo en una cuenta aparte y en verano, con lo ahorrado, me pego un señor viaje” pues es una meta.

Decir “en cuanto cobre, aparto el 15% de mi dinero a una cuenta aparte todos los meses, como si fuera un gasto más” es un sistema.

Y en verano tendrás dinero ahorrado fijo.

Poco o mucho, pero lo tendrás.

Y si perseveras, cada vez tendrás más ahorros.

La meta, en cambio, probablemente será papel mojado.

Esto puede aplicarse también a la convivencia con tu perro.

Normalmente la gente que empieza a trabajar este aspecto de su vida quiere una meta.

“En un mes tu perro dejará de ladrar a otros perros”

“En ocho semanas podrá quedarse solo en casa cuando te vas a trabajar sin destrozarlo todo”

“En cuatro días conseguirás que tu perro no tire de la correa nunca más”.

“En diez minutos podrás logar que tu perro lance goles mejor que Ronaldo”

Son metas.

Son, a menudo, fracasos.

Un sistema suele funcionar mucho mejor.

Sin plazos, eso sí.

Pero avanzando de modo constante y seguro hacia una situación mejor.

Y si se persiste en el tiempo, la situación será cada vez mejor, hasta que un día ni te acuerdas de porqué te preocupabas tanto y el sistema es un hábito que has incorporado en tu vida y te sale sin pensar.

Por eso los atajos y pases de manos y abracadabras suelen fracasar.

Se enfocan en metas.

Y se olvidan de la complejidad del ser vivo que tienes delante y de los factores que ni siquiera tienen que ver con el perro pero que determinan su conducta.

Un sistema puede (debe) incluir todo esto.

De lo contrario fracasará, te frustrará, te enfadarás, y no querrás volver a intentar nada.

Puedo ayudarte con los sistemas.

Sin metas.

Solo para mejorar cada día un poco más.

Y que cuando mires atrás dentro del tiempo que sea, puedas ver el camino y sonreír viendo lo lejos que has llegado.

Y el primer paso para implemetar un sistema que funcione para mejorar la convivencia con tu perro pasa por suscribirte a los correos diarios.

Solo hay que darle a un botón.

A este:

error: Este contenido está protegido