Igual nos movemos demasiado deprisa

 

Es una queja común, la del exceso de movimiento.

Mi perro no se cansa nunca.

Siempre está pidiendo atención.

No para de moverse.

No cierra los ojos ni para dormir, en cuanto te mueves, salta como un muelle de la cama.

Ya no sé qué hacer para que se calme.

Por más que le paseo y le tiro la pelota, siempre pide más.

Siempre más.

Más.

Bueno.

Yo una vez vi un documental donde un montón de termitas gigantes de algún país tropical montaban un termitero a cámara rápida.

Y me recordaba mucho a nuestra sociedad occidental urbana civilizada humana.

Somos como termitas moviéndose a cámara rápida.

Incapaces de parar.

Incapaces de mirarnos y decir “pero adónde voy tan rápido”

Y me viene una imagen a la cabeza.

La recuerdo por dos cosas.

Una, porque muchos decían que era imposible.

Y dos, por eso, por la quietud de la escena, estando en el centro de la ciudad.

En mi último año de facultad me alquilé un apartamento en el centro de León.

Una zona peatonal junto a la catedral.

Un lugar agradable.

Vivía allí con mis dos siberianos.

Y en cuanto tenía un hueco, sacaba la bici, las alforjas y a mis perros, y nos íbamos de ruta de varios días.

Pues recuerdo la escena.

Como no había ascensor, y vivía en un segundo, la bicicleta se quedaba debajo de las escaleras.

En el portal.

Así que cuando había que engrasar, cambiar piezas, tensar cables, revisar frenos, ajustar tuercas, o lo más habitual, todo a la vez.

Me bajaba al portal, abría la puerta de la calle para tener luz y espacio, desparramaba las herramientas por todos lados, y me podía a ello.

Sin prisas.

Concentrada.

Y dejando la puerta de mi casa también abierta.

Mis perros me seguían.

Salían a la calle.

Esperaban que saliera con ellos.

Y cuando veían que me arrodillaba delante de la bicicleta.

Y me ponía a trastear durante horas.

Se tumbaban en la calle, a observar transeúntes.

Pájaros.

Nubes.

O simplemente dormitaban.

Era agradable aquello.

Siberianos que no se escapaban ni huían de mí.

Y la tranquilidad de no hacer nada.

Sin necesidad de movimiento constante.

De ir más deprisa.

De llegar a tiempo a alguna parte.

De hacer.

De ir hacia delante, agitados, nerviosos, como termitas a cámara rápida.

Igual ves por dónde voy.

Tu perro quizá no se cansa nunca.

Y quizá es imparable y no se relaja ni cuando duerme.

Pero lo mismo vive en un termitero rodeado de movimiento.

Y nadie le ha mostrado que se puede estar horas y horas sin hacer nada en particular.

Nada que requiera movimiento constante, al menos.

Pues si te apetece tener recuerdos parecidos al mío.

Puedes echar un vistazo a este curso.

Donde te explico algunas cosas que igual no sabes sobre hiperactividad canina.

Y algunas ideas para que tu perro pueda dormitar a tu lado mientras tú te ocupas de otra cosa.

Y los dos os transmitís un poco de calma mutuamente.

¿Sabes qué otra cosa puede darte un poco de calma?

Las historias y películas varias que envío a mis suscriptores.

Una al día.

Sobre cualquier cosa, pero que da qué pensar en perros.

Una vez al día, un correo, en tu buzón.

Si lo quieres, ya tardas en apuntarte.

error: Este contenido está protegido