Como una buena amiga

 

Hablo a menudo sobre dejar al perro tomar decisiones. 

Que elija sobre su vida. 

Que se haga responsable de sus acciones y aprenda de las consecuencias.

Personalmente creo que esto debería aplicarse a las personas también.

Pero yo qué sé, no soy psicóloga.

 Y claro, hay quien me protesta.

 Que si cómo voy a dejar al perro que haga lo que le dé la gana.

 Que si hace cosas peligrosas, qué.

 Que entonces no le controlo.

 Y así.

 Bien.

 Supongo que esto pasa porque tenemos mucha tendencia a ver el mundo como blanco o negro.

O haces una cosa, o la contraria.

Sin escalas ni matices.

 Y claro, entonces aparecen miles de dudas.

 Y de momentos en los que aplicar esto no parece muy buena idea.

 Bien visto.

Pues te cuento un poco el enfoque que creo adecuado, a ver qué te parece.

 Cuando tu perro va cada día enfrentándose a sus problemas, tu trabajo es ser su amiga.

 Un amigo no debería ir dirigiendo y controlando la vida de los demás.

(Los míos, al menos, no lo hacen)

 Pero tampoco te deja solo y allá te las compongas.

 (Entonces no sería tu amigo, sería más bien un espectador de la película de tu vida)

 Hay un equilibrio.

Y lo habitual es que preguntándole al perro sepamos alcanzar ese equilibrio.

Hace falta un poco de práctica también, pero no es complicado.

 Pero en ocasiones, tu amigo no te pedirá ayuda, porque no es consciente de que la necesita.

Y aun así, debes dársela.

 ¿Y cómo va eso?

 Te cuento.

 En una ocasión estaba en el local social de un pueblo perdido en el desierto de los Monegros.

Hace años iba a una travesía de perros de trineo que se organiza allí cada mes de diciembre.

 Nos juntábamos un montón de pirados que recorríamos el desierto con cachivaches con ruedas arrastrados por perros.

 Eso por las mañanas.

 Por las tardes montábamos nuestro campamento al más puro estilo nómada trashumante.

 Y cada cual se dedicaba a lo que le apetecía.

 A menudo nos juntábamos unos cuantos en los locales sociales que nos prestaban los ayuntamientos.

 Y allí estaba yo, en un local de tamaño reducido, con un montón de gente reunida en pequeños grupos.

  Y algunos perros sueltos por allí danzando.

 También había chiquillos.

 Unos cuantos.

 Porque aunque esto suene a aventura de unos cuantos románticos.

 La gente que acude allí tiene familia, y se la lleva.

 Da igual la edad.

 Los chiquillos jugaban al escondite, haciendo mucho ruido, moviéndose muy deprisa, y echando carreras en todas direcciones, al azar.

Lo normal.

 Y todo eso lo hacían corriendo entre montones de mesas, sillas, adultos y chismes variopintos esparcidos por todo el local.

 Yo observaba a los perros.

 Y me estaba fijando en un cruce de border collie que parecía muy alterado.

 Nadie le prestaba atención.

 Nadie.

Hasta que mordió a uno de los niños.

Y como es habitual, se llevó la bronca de su vida, aunque lo que hizo era totalmente predecible.

 La secuencia fue así:

 Los niños se reunían en el centro del local.

 Uno se tapaba los ojos y empezaba a contar.

 Y de pronto todos los demás niños salían disparados en todas direcciones, gritando y riendo.

 El que se había quedado los iba encontrando, y se reunían en el centro del local.

 Y vuelta a empezar.

 El perro llevaba rato acechando y fijándose mucho.

 Demasiado.

 Y tras asimilar la pauta, cuando los críos salieron corriendo de nuevo, se lanzó a los tobillos de uno de ellos y le dio un pellizco.

 Como si fuera una oveja.

 Pues ese, justo ese contexto, es el prototipo de “situación en la que tu perro no te pedirá ayuda, pero está sobrepasado, y debes sacarle de allí antes de que pierda el control y la cague”

 Más que nada porque yo no veo problema en que se haya equivocado.

 No ha hecho daño (real) a nadie.

 Ni se ha hecho daño a sí mismo.

Pero las condiciones emocionales en que se encuentra le impedirán aprender algo del error que ha cometido.

 Que además nunca podrá ver como un error.

 Porque solo está ejecutando un patrón genético activado por el exceso de estrés.

 Así que hace falta adquirir conocimientos para saber cuándo tu perro está sobrepasado, pero no te pide ayuda.

 Y experiencia y capacidad de observación para saber cuándo aplicar esos conocimientos.

 Lo primero te lo puedo ofrecer yo.

Y lo segundo ya es cosa tuya.

Las primeras ideas las puedes recibir hoy mismo en tu buzón, si te apuntas a los correos diarios.

Y el resto, pues eso, cada día, una idea, solo para suscriptores.

Le das al botón, y empiezas a recibir ideas.

error: Este contenido está protegido