A tu alrededor, ¿los ves?

 

Son tiempos extraños, los de estos días.

El cielo está tan negro a mediodía que parece de noche.

Hasta han encendido las farolas en las calles.

Hace dos días que del cielo cae polvo rojo.

Ya cubre los coches, las carreteras, los campos y las flores.

El aire también se ve rojo

La bruma desdibuja el contorno del paisaje, y las espesas nubes sueltan unas pocas gotas que convierten el polvo en un amasijo anaranjado de lodo.

Y con un ambiente que seguro que aparece en docenas de profecías del fin del mundo, intento ir a hacer la compra mensual.

Ya ves, un evento tan anodino, insípido y tedioso que ni me molesto en hacerlo como la mayoría.

Yo hace tiempo que opto por pedir en una pantalla lo que necesito, y me paso dos días después a recogerlo al aparcamiento del supermercado.

Pero esta vez no.

Esta vez la mitad de mi compra está “agotada temporalmente”.

No dicen cuánto es “temporalmente”, pero puesto que casi me quitan las cosas del carro virtual en cuanto las echo, deduzco que no será pronto.

Recojo lo que han tenido a bien venderme, e inicio un paseíllo por otros supermercados para conseguir lo que falta.

Tengo que pasarme por tres hasta lograrlo.

Y es que recibo noticias de aquí y allá sobre que no hay desabastecimiento.

Que tenemos de todo.

Que no falta de nada.

Pero las estanterías de los supermercados están vacías.

No todas, claro.

Aunque sí hay suficientes huecos como para llamar la atención.

No veo avena.

Ni azúcar.

Ni apenas leche.

No hay huevos, ni sal, ni harina, ni conservas de ciertos tipos.

Faltan unas cosas más, claro.

Como aceite.

Pero en cambio galletas de todos los colores, formas y tamaños llenan a rebosar los estantes.

Hojaldres, dulces, chocolates, bombones, bollería industrial, palmeras, rosquillas….

De eso sobra.

¡Pero si hay hasta mini roscones de Reyes!

Vale, de hambre no nos moriremos, no.

Y de sed tampoco, porque la sección de bebidas gaseosas y alcohólicas no ha sufrido carestía ninguna.

Pero ahora es cuando empieza la batalla en mi cabeza.

Mi amígdala se ha activado.

Ya está un poco mosqueada con el ambiente de película post apocalíptica del exterior.

Pero ver estantes y más estantes vacíos, y recorrer la lista de la compra y no encontrar lo que busco termina de ponerla cachonda.

Empieza a presionarme para que compre cosas que no necesito.

Ve un estante vacío, y lo que hay al lado de repente le parece muy atractivo y necesario.

“Lleva champú”

“Que no, ya tenemos”

“Mira, apenas queda papel de cocina, compra”

“No nos hace falta”

“Oye, ese estante de conservas da pena, pilla las que quedan”

“En casa hay de sobra”

Y así, un cosquilleo me recorre el estómago mientras mis ojos saltan alarmados de estante en estante, revisando todo lo que falta.

Y tratando de acarrear todo lo que queda.

¿Y por qué estoy siendo tan idiota?

Porque este tipo de situaciones generan mucha incertidumbre.

¿Qué pasará mañana, habrá comida en los estantes, seguirá lloviendo polvo, se agotará la gasolina y el aceite y la electricidad y moriremos todos?

Igual crees que pensar así es alarmista.

O extremista.

Lo es.

Pero así es como piensa (ehem) la amígdala.

Y es la que empieza a tomar el control cuando detecta señales en el entorno que causan cierto desasosiego.

Posiblemente así es cómo te hacen sentir los Tontos Alfa cuando paseas con tu perro.

A menudo ni siquiera hay que estar en un parque canino, te abordan igual por la calle.

A veces ni siquiera tu perro hace nada de particular, simplemente te ven y piensan “a por esa, la voy a deslumbrar con mi sapiencia”

Y lo que te deslumbra es tu propia incertidumbre al no saber qué decir ni qué hacer ni cómo rebatir sus (aparentemente) lógicos argumentos sobre lo que sea que tenga que ver con perros.

Bueno, al Tonto Alfa puedes contestarle lo que quieras.

Pero el antídoto contra la incertidumbre se llama conocimiento.

El conocimiento me ha impedido llenar mi carro hasta arriba de todo lo que se me pusiera a tiro.

Y puede hacer que dejes de sentirte mal cuando ciertas personas te dicen ciertas cosas.

El conocimiento es un antídoto contra la incertidumbre.

Y recibir un correo al día donde se habla de educación canina amable es una buena fuente de conocimiento.

El regalo de bienvenida también, por cierto.

Y lo consigues todo poniendo tu email aquí abajo

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