Mi perro no me obedece… y me alegro

 

Te voy a contar algo en lo que igual no habías caído.

Resulta que un día estaba en el monte haciendo una excursión con unos amigos.

Todos con perros.

De aquella yo solo tenía un husky, Akela.

Al terminar la excursión, mis amigos me dijeron:

“Síguenos, que vamos a parar un momento a ver el nacimiento del río, que tiene una cascada muy chula”

Vale.

Me encantan las cascadas.

Así que vamos con los coches por una carretera de montaña, paramos en la cuneta, y bajamos.

Y  yo bajo a mi perro.

“No, el perro se tiene que quedar, no puede pasar por aquí»

“Si yo puedo pasar, mi perro también puede”

“Que no, por aquí no pueden pasar perros”

“Que sí pasa”

“Que no”

“Que sí”

“Que….. vale, para ti la perra chica”

Así que voy camino a la cascada con mi perro detrás, toda contenta.

Entramos en un sendero de esos de ir en fila india, pegado al cauce del río, y con una pared casi vertical de piedra en el lado contrario.

Estrecho, vaya.

Y a los diez minutos escasos, una piedra del tamaño de la catedral de Burgos en mitad del sendero.

Ooppss.

Me quedo mirando la cacho piedra mientras pienso “vale, por encima no se cabe, por un lado no hay modo porque es pared vertical, y por el otro está el río, como un metro más abajo. Igual por aquí no puede pasar un perro”

Mis amigos me miran con cara de “te lo dijimos”.

Vale, vale, tenéis razón, por aquí un perro no puede pasar.

Me di la vuelta y miré a mi perro  muy seria: «tienes que esperar aquí. Sentado y quieto«.

Eso último era una orden.

Ensayada y practicada.

Y era un perro muy obediente y que había practicado mucho.

Así que ahí le dejé, mientras los humanos usábamos unas agarraderas metálicas que alguien había tenido el detalle de colocar en la piedra, de modo que si te colgabas de ellas podías bordear la piedra.

Y si te soltabas, te dabas un buen coscorrón en el río que quedaba por debajo.

Pasamos la piedra y seguimos andando, “Ya queda poco”, me decían.

Entonces la gente que venía de ver la cascada empezaron a gritar y reír mientras señalaban la otra orilla.

Mirad, mirad lo que está haciendo ese perro

Me di la vuelta.

Y miré.

Akela se había tirado al río.

Y tras nadar un poco (no cubría gran cosa y era estrecho) había alcanzado la otra orilla.

Y corría en paralelo siguiendo nuestra dirección.

En la otra orilla.

Así llegó hasta la cascada.

La vimos.

Akela desde su orilla y nosotros desde la nuestra.

Se le veía  muy satisfecho con su ocurrencia.

Yo desde luego lo estaba.

Akela odiaba el agua.

Pero mucho.

Y a pesar de todo se había metido de lleno al río para poder seguirme.

Contigo al fin del mundo y tal.

Bueno.

Volvimos al coche, y Akela nos siguió por su orilla.

Luego pudo cruzar de vuelta por un sitio donde apenas cubría 30 cm.

Se mojó mucho menos.

Y nos fuimos a casa.

Si te das cuenta, para que Akela pudiera mostrarse tan fiel y leal y seguirme hasta el infinito y más allá, tuvo que desobedecer una orden clara y directa.

Una orden que sabía hacer muy bien.

Y esto pasa a menudo cuando convives con un perro.

Que por un lado va la obediencia.

Y por el otro la relación.

Y a veces tropiezan.

O lo uno, o lo otro.

Es curioso que si Akela hubiese esperado junto a la piedra, yo me habría sentido orgullosa por lo obediente que fue.

Y sin embargo, me sentía orgullosa porque me hubiese desobedecido.

De cualquier modo, me habría sentido orgullosa de mi perro, jajajaja.

Si quieres sentirte orgullosa de tu perro por su excepcional obediencia, bueno, hay otros sitios donde podrán enseñarte cómo lograrlo.

Lleva trabajo y práctica, claro.

Solo no sale.

Y haciendo un cursillo, tampoco.

Pero si prefieres sentirte orgullosa porque tu perro demuestra que confía en ti y que prefiere estar a tu lado antes que en cualquier otro sitio, igual lo que hago te interesa.

Para empezar, mando un correo diario a mis suscriptores.

Para hacerte pensar, o sacarte una sonrisa.

También una guía de bienvenida con ideas para mejorar la convivencia.

Las aplicas, y lo mismo tu perro también te sigue hasta el infinito y más allá.

Por el botón.

PD- Piensa que Akela era un husky, podía decidir haberse ido a vivir su vida por ahí, como hacen muchos huskies. Y pasar de mí y de mis órdenes. No lo hizo.

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