Imagina esta situación.

Has tocado fondo en tu vida y deseas cambiar.

Pesas más de cien kilos, trabajas frente a una pantalla haciendo algo que no te gusta diez horas al día, y tu vida social es más bien escasa.

Y te pasas el día pensando en comida.

Hace unos años tu situación era bien distinta.

Tu peso era el ideal, trabajabas en una empresa de jardinería, al aire libre y realizando una actividad que disfrutabas, y en general estabas satisfecho con tu vida.

Pero tuviste un tropiezo emocional. O una situación un tanto traumática que no has terminado de superar.

Te volcaste en la comida porque te hace sentirte mejor.

Claro que entonces ganaste peso. Cada vez más.

Y tu empresa te despidió porque eras incapaz de rendir adecuadamente.

Eso te deprimió, por lo que dejaste algo de lado tus amistades y te pasabas el tiempo en casa viendo la tele.

Conseguiste otro trabajo, aunque no te llena en absoluto.

Una mañana te levantas y decides que ya está bien. Es hora de cambiar. No piensas seguir con esta vida ni un minuto más.

Y piensas que el primer paso es perder peso.

La primera idea que se te ocurre es buscar ayuda vía Internet.

Internet tiene la respuesta para todo, ¿por qué no para tu problema?.

Peso ciento doce kilos, y me siento fatal y odio mi vida, pero he decidido cambiar, y me gustaría recibir algún consejo para poder perder peso y sentirme  mejor conmigo mismo, ¿qué me recomendáis?”.

La respuesta más popular es “come menos y haz más ejercicio”.

Vaya.

No  necesitabas consultar a nadie para recibir ese consejo, no?.

Es un tanto obvio.

Pero irónicamente sabes que no va a funcionar.

Bueno, sí, funcionaría si fueras capaz de llevarlo a cabo. Pero no podrás, y lo sabes.

Te faltan directrices en cuanto al tema de la alimentación y en el asunto de hacer ejercicio (a duras penas puedes ponerte los zapatos sin que te falte el aire).

Y te falta lo más importante: motivación.

Porque tu problema no es tan sencillo como lo has puesto, y por lo tanto la solución no puede ser tan simple como te han dicho.

Seguramente sea cierto, si comes menos y haces ejercicio, adelgazarás.

Pero eso ya lo intentaste, sin éxito.

Y es que en tu caso el exceso de peso es un síntoma de otro problema, de un conflicto emocional o como queramos llamarlo. Es una consecuencia.

Si no resuelves la causa del problema, no lograrás controlar la consecuencia.

Cuando hablamos de problemas de comportamiento en perros nos encontramos a menudo con un panorama similar.

Muchos cuidadores intentan contar en pocas líneas qué es lo que les preocupa y luego piden una solución.

Si obtienen respuesta, suele ser algo sencillo de aplicar que por lo general no funciona.

Y esto ocurre porque están planteando mal la situación.

Ese problema que explican suele ser solo el que más les afecta, pero su perro manifiesta muchas más conductas que han dejado en un segundo plano.

Y todas esas conductas suelen ser una consecuencia de algo, no la causa.

Intentar corregir una de ellas con una solución simplista a menudo conduce al fracaso y la frustración.

Por lo tanto, el primer consejo que se le puede dar a una persona cuyo perro manifiesta algún problema de conducta, es “distánciate de la situación, echa un vistazo global a la vida y conducta de tu perro, intenta ser menos emocional y piensa: ¿por qué tiene estas conductas?, ¿cuál puede ser la causa de que se comporte de este modo?”.

Así ya tienes un punto de partida diferente; en lugar de pedir consejo sobre cómo hacer que tu perro no presente determinada conducta, puedes buscar razones por las que tu perro presenta la mencionada conducta.

Habrá unas cuantas, pero seguramente alguna se ajuste mejor a tus circunstancias que el resto.

Si la persona que hemos imaginado al principio piensa en ello, es posible que identifique un detonante que le llevó a comer demasiado.

Si le sigue dando vueltas, tal vez descubra algunas “maniobras” de su cerebro, o rasgos de su personalidad que le llevan a boicotearse a sí mismo.

Y si profundiza aun más, seguramente encuentre más respuestas personalizadas relativas a su situación concreta.

Y con eso en mente, ya puede empezar a buscar soluciones.

Complicadas.

Pesadas de aplicar.

Que necesitarán mucho compromiso y serán eficaces a medio plazo.

Pero que se ajustan a SU problema, que no es solo comer mucho.

El resto  irá sucediendo solo conforme inicie los cambios.

Si valoras la vida de tu perro de un modo global, sin concentrarte solo en aquello que te molesta o te enfada, puedes encontrar más respuestas.

Y con esos datos, puedes acceder a distintas soluciones que tienen muchas más posibilidades de funcionar que un consejo de una línea en un foro de Internet.

Porque esa es la otra cuestión.

No tiene mucho sentido delegar en un tercero el solucionar el problema con tu perro.

Es una gran idea (y a veces es imprescindible) solicitar ayuda de un profesional para que te guíe y te oriente.

Para que te ayude a encontrar las respuestas y te indique qué soluciones se pueden probar.

Pero no puedes dejarle a tu perro a un tercero y que resuelva la situación.

No puedes pedirle a otro que adelgace por ti.

Tu perro convive contigo, y las soluciones que puedan ayudar a resolver problemas te implican a ti directamente.

Exigen tu esfuerzo y tu dedicación.

Tu paciencia y comprensión.

Exigen tu compromiso.

¿Estás dispuesta a implicarte o prefieres las soluciones simplistas para luego tirar la toalla?

Si la respuesta a lo primero es afirmativa, puedo asesorarte:

 

En cambio si prefieres la segunda opción, pues no. 

Mi asesoría no te sirve, claro.

Tú eliges.

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