¿Cómo usar bien un collar educativo?

 

A ver si puedo contestarte a esa pregunta con este artículo y que la idea te quede bien clara.

Existen en el mundo de la educación canina una serie de herramientas, mal llamadas “educativas”, que se venden como un modo rápido, sencillo y eficaz de corregir ciertos problemas de conducta comunes a muchos perros, básicamente dándote un buen control sobre el perro.

En este artículo me voy a referir a los collares de ahogo, de pinchos y eléctricos.

Si tienes claro que el fin justifica los medios y que es lícito causar daño y miedo en tu perro para  mantenerle controlado y que se muestre ante los demás como un perro “bien educado”, entonces ahorra el tiempo que te llevaría leer este artículo y dedícalo a algo más productivo.

Como por ejemplo a ver menos la tele y leer algún libro.

Uno que no sea de César Millán.

Si no estás segura de cómo funcionan estos collares o qué efectos pueden tener sobre tu amigo, pero te han dicho que son excelentes para conseguir que deje de tirar de la correa, de comer cosas del suelo, de ladrarle a otros perros o de saltar sobre las personas, he escrito este artículo para ti

Quiero que tengas los conceptos muy claros y recapacites sobre el empleo de estas herramientas, sin dejarte influir por los cantos de sirenas de quienes argumentan que “bien usados no hacen daño” o que “la naturaleza también castiga y por lo tanto es razonable castigar de vez en cuanto a tu perro” o que “para ciertas conductas es la única alternativa que funciona”.

Lo que se oculta realmente detrás de estos comentarios es básicamente una insana necesidad de control obsesivo sobre el entorno y/o una intencionalidad de engañarte para que les “compres la moto” sin complejos ni sentimientos de culpa.

Si bien usados no hacen daño, bueno, no pueden ser malos.

Es verdad que la naturaleza castiga, y a mí me castigaban de pequeña, y no he salido mala persona.

Por lo tanto castigar al perro de vez en cuando tiene sentido, así es como aprenderá ciertas cosas.

Y claro, si para conseguir lo que yo quiero es la única alternativa, bueno, no hay más opción.

Así que vamos a verlos en dos grupos, para dejarte las ideas bien claras y que puedas pensar y decidir por ti misma sin que te engañen.

 

Collares de ahorque/pinchos

Primer grupo, las herramientas meramente mecánicas (en el segundo, las eléctricas).

Un collar de ahorque, ahogo, estrangulador, cordino o similar es una cinta de eslabones de metal,  de cuero o cuerda que se coloca alrededor del cuello del perro y que pasa por una anilla situada en su extremo, de modo que al tensar la correa, la cuerda o cadena se desliza por la anilla y aprieta el contorno del cuello de tu perro.

O sea, ahoga, estrangula, ahorca.

El nombre me parece muy correcto.

Creo que con solo oír eso ya debería estar todo claro.

Te proponen ahorcar a tu perro cada vez que se porte de un modo que el humano considera inapropiado.

Y si no estás pendiente a cada segundo del paseo, se auto-ahorcará cada vez que intente alejarse un poco de tus pies, pararse a oler un árbol, colocarse para hacer caca, salude a otros perros o quiera olfatear cualquier cosa.

O sea, un montón de veces en cada paseo, cada día, durante el resto de su vida.

Ya solo leyendo esto, ¿a que suena genial?

El collar de pinchos o de castigo es un dispositivo formado por una serie de eslabones que incluyen un par de pinchos en su estructura. Conforme se unen más eslabones, más pinchos tiene.

Termina en una cadena circular que sujeta dos anillas, una a cada extremo de los eslabones de pinchos.

Esa cadena es el punto de amarre de la correa.

De ese modo, cuando la correa se tensa, tu perro se pincha o se castiga.

También queda bastante claro el concepto.

Al tensarse la correa, los extremos del collar se juntan, haciendo presión en torno al cuello de tu perro, y por lo tanto clavando los pinchos sobre él.

Aquí puedes tener versiones edulcoradas (con capuchas sobre los pinchos para que “haga menos daño”, con pinchos más romos, con pinchos de goma) e incluso de camuflaje, con una funda exterior que le da apariencia de collar normal, no vaya a ser que alguien te mire mal o que te estés saltando alguna ley de protección animal (hay comunidades autónomas en España que prohíben el uso de estos dispositivos).

Pero la finalidad última es la misma: cuando se tense la correa, tu perro debe recibir una buena ración de pinchos.

Y la correa puedes tensarla tú, para corregir algo que no te gusta o evitar ciertos comportamientos.

En ese caso se da un tirón seco (toma castigo) y luego se “libera”, es decir, se relaja la tensión en la correa.

Se supone que así el perro se da por enterado de lo que puede y no puede hacer.

O puede que la tense tu perro, de nuevo cuando va a oler algo, saludar a otro perro o a un niño, hacer pis, intentar jugar con un colega o cualquier otra actividad normal y sana propia de un perro que quiera hacer y que quede restringida por la escasa longitud de muchas correas.

Así que la idea de funcionamiento es muuuy sencilla, se lo pones a tu perro, lo atas (con una correa corta, si no te va a costar dar tirones, en cambio a él no le va a costar nada), y en cuanto haga o tenga intención de hacer algo inapropiado, das un tirón seco de la correa.

En ese momento, tu perro recibe su castigo, y cesa en su empeño.

Se supone.

Y tras unas cuantas repeticiones, por ejemplo diez (y quien dice diez, dice diez a la hora durante los próximos cinco años, por lo menos), tu perro aprende y se comporta como un perro bien educado.

Lo que suele ocurrir en realidad es algo diferente.

Este tipo de collares actúa en dos planos diferentes. Voy a separarlos.

El plano consciente

Cuando tu perro recibe un golpe seco en la tráquea y momentáneamente se queda sin aire, su cerebro activa todas las alarmas para tratar de evitar la situación.

Es una respuesta lógica de supervivencia.

Si tú entras en una habitación y al rato ésta se llena de humo y no puedes respirar, empiezas a pensar en buscar activamente una salida.

Tu perro trata de hacer lo mismo.

Tras la repentina sorpresa empieza a moverse nervioso, intentando determinar qué ha pasado.

Si los tirones se repiten entonces empieza a buscar una pauta, un patrón en el entorno que le permita anticipar el problema.

Así que a pesar del momentáneo ahogo y de la sensación dolorosa (un golpe seco en la parte frontal del cuello duele, puedes probarlo en cualquier momento), trata de encontrarle la lógica.

Y aquí es donde empiezan los problemas.

Lo que a nosotros nos parece obvio (le doy un tirón para que no tire de la correa) a él no se lo va a parecer tanto: recibe un tirón cuando la correa se estira, y se estira cada vez que va a saluda y jugar con otros perros.

Por ejemplo.

¿Conclusión?, los demás perros son un problema serio.

Así que es hora de evitarlos.

Pero no puede, porque está atado.

En tal caso, hay que ahuyentarlos, evitar que se acerquen a toda costa, por ejemplo, ladrando a todo pulmón.

Y si eso tampoco funciona y se acercan demasiado, posiblemente muerda.

Y este razonamiento  tu perro puede hacerlo extensible a casi cualquier situación: tú das un tirón cuando intenta comer algo del suelo, y justo dos veces seguidas pasaba un niño cerca.

Los niños son peligrosos.

Tú buscas que no salte sobre los corredores, los corredores son peligrosos (cuidado si alguno decide pararse a saludar a tu perro porque le gustan los perros).

Tú te esfuerzas para que camine pegado a tu lado todo el tiempo dando tirones cada vez que te sobrepasa, y él….. bueno, ahí el número de patrones que puede establecer es casi infinito.

Así que optará por pensar que el mundo exterior en general es peligroso, y que salir a la calle es una mala idea: no le gustará pasear, se pondrá a la defensiva constantemente, e, ironías de la vida, tirará y tirará durante todo el trayecto intentando llegar a casa cuanto antes (único lugar donde no se ahoga).

El plano visceral

Todos sabemos que contamos con una serie de mecanismos internos que automatizan muchas funciones.

Notamos que están activas, pero no las controlamos, simplemente ocurren: hacer la digestión, los latidos cardíacos, el ajuste de la vista, la trasmisión de sonidos al cerebro, fabricar pis, sudar, respirar….. todo eso está regulado por precisos mecanismos químicos dirigidos por una parte de nuestro cerebro que se ocupa de que todo funcione.

Cuando se da una situación de alerta máxima en el exterior (y qué es alerta máxima y qué no lo decide cada cual, no tiene porqué corresponderse con un peligro real), esa parte del cerebro activa unas cuantas sustancias químicas que ponen todo el organismo en modo “lucha o huye”, o modo supervivencia.

Se cancelan cosas más triviales como la digestión, y se activan a tope los sistemas respiratorio y circulatorio, además de afinar al máximo los sentidos para recibir estímulos que permitan evitar el peligro  del modo más eficaz.

Una de las sustancias estrella en este proceso seguro que te suena, es la adrenalina.

Acelera el pulso y la respiración, manda sangre a los músculos, abre las pupilas al máximo….. entre otras muchas acciones.

Cuando tu perro recibe una tanda de pinchos o se ahoga, la adrenalina se dispara.

Y todos los mecanismos asociados también.

Es decir, su cuerpo, de modo totalmente involuntario e incontrolable, entra en un estado de PELEA o HUYE.

Y tu correa suele impedir la huida.

Aunque muchos lo intentan igualmente tirando cada vez más y más, desconocedores de que esa misma tensión es la que va a aumentar su sensación de ahogo y su estado de alerta.

Ahora vamos a ponernos un poco técnicos.

¿Te suena de algo el “condicionamiento clásico”?

¿El perro de Pavlov?

¿No?

Te lo explico muy brevemente:

Podemos asociar una respuesta visceral a un estímulo neutro si previamente asociamos el estímulo neutro a algo que tenga importancia para el animal (o la persona).

En el caso de Pavlov, campanita + filete  = perros babeando.

Tras unas cuantas repeticiones, filete y campanita se convierten en sinónimos para la parte automática del cerebro.

Y con solo oír la campanita, babeaban.

Y el filete no aparecía por ningún lado.

Esto también funciona con estímulos aversivos: perros desconocidos + dolor y falta de aire = perro cargado de adrenalina que manda PELEA o HUYE.

Tras unas cuantas repeticiones, el ahogo ya no será necesario, la simple presencia de otro perro (o un niño, o una caja de cartón, o una bicicleta, o un señor con muletas…..) será suficiente para desencadenar una sensación interna de alerta máxima, un pico de adrenalina.

Y eso predispone a tu perro a ponerse a la defensiva (o salir corriendo, si puede) frente a gran cantidad de estímulos cotidianos aun no llevando el collar o estando suelto.

Y no lo puede controlar, simplemente tiene subidones de adrenalina.

Si quieres hacer una pequeña prueba, colócate un collar de ahogo en el cuello.

¿No tienes ninguno?, no importa, puedes improvisarlo con una correa: pasa el mosquetón por el asa, y ya tienes un collar de ahogo.

Te lo pones, y le pides a otro que desde atrás (para que no lo veas venir, como le ocurre a tu perro) dé un tirón seco, sin avisar, en los siguientes 30 segundos.

Tú mientras tanto ponte una mano en el pecho, donde notes latir el corazón.

Te garantizo que si da un buen tirón (rápido, apretar y soltar) vas a notar claramente cómo se te disparan las pulsaciones.

Incluso aunque a nivel consciente no hayas sentido dolor, solo una molestia moderada o un cierto susto, pero “nada grave” (porque la otra persona no desea hacerte daño, claro).

Ahora suma todos esos picos de adrenalina, uno tras otro, varias veces en cada paseo.

Varios paseos al día.

Durante meses o años.

¿Ves el problema y las implicaciones asociadas?

Incluso si logras que un collar “educativo” detenga la conducta que consideras inapropiada, los efectos colaterales son desastrosos, afectando tanto al estado emocional como visceral de tu perro.

Y eso terminará derivando en conductas realmente problemáticas.

Así que tenlo claro: de ahorque, de pinchos, de ahogo, de castigo… sí.

Educativos, no.

Para terminar, quiero resaltar algo que he visto en muchas ocasiones por la calle, y que  me pone los pelos de punta: te han dicho que es mejor que tu perro lleve una correa larga para poder moverse, así que le pones una extensible de 5 metros.

Pero necesitas controlarle cuando se encuentra con otros perros (o niños, o gente que corre o lo que sea), así que le pones un collar de pinchos o uno corredero.

Pésima idea.

La extensible necesita que el perro tire para poder extenderse.

El collar de pinchos o corredero se activan cuando la corra está tensa.

¿Ves por dónde voy?

Estás amplificando el efecto de esos collares a TODO el paseo de tu perro.

Se auto-castigará cada vez que dé un solo paso.

Desastre total.

 

Collares eléctricos

El collar eléctrico es un modo refinado de castigar a tu perro cuando no está atado (principalmente).

Dado que los collares mecánicos pierden toda su esencia si tu perro  no va atado, ¿cómo puedes mantenerle bajo control y asegurarte de que se porta correctamente cuando está suelto y no te hace caso?

Poniéndole un collar que lleva un mando a distancia.

Así podrás explicarle lo que no puede hacer aunque esté a bastante distancia de ti.

Incluso puedes obligarle a venir a tu lado aunque no quiera.

El collar eléctrico, electromagnético o de impulsos  es una cajita de plástico que contiene un dispositivo que emite descargas eléctricas.

De esa cajita salen dos pivotes de metal que deben apoyarse sobre el cuello de tu perro (son dos para cerrar el circuito, ya sabes, como los enchufes).

Y tú tendrás un mando a distancia con el que dirigirle.

Suele contar con un grado variable de intensidades, con el fin de proporcionar la “descarga mínima eficaz”, es decir, ajustar el grado de descarga a lo que tu perro puede soportar antes de ceder.

Me explico.

Si tú te lo estás pasando bomba con tus amigos, en uno de esos momentos de “desearía que esta noche durase eternamente”, y alguien te da la mano y te suelta una descarga estática, es casi seguro que seguirás con tu juerga como si nada tras un gritito y unas risas nerviosas.

Puedes con eso y no va a interrumpir la fiesta.

Solo es una «pequeña molestia».

Si en el local en el que estáis tus amigos y tú sale el camarero y os echa a todos, y os negáis a moveros, y te da un toque con un bastón eléctrico, se acabó la fiesta, gritas, te levantas y sales de allí a la carrera.

En el primer supuesto no interrumpes lo que estás haciendo: dosis insuficiente.

En el segundo tienes miedo y quieres salir de allí, ya no importa lo bien que lo estuvieses pasando.

Si el camarero te suelta una descarga estática, seguramente le ignores por completo, aunque sea algo molesto.

Así que como hay perros más “duros” que otros, el collar tiene niveles de descarga para todos los gustos.

La mecánica es sencilla si solo deseas interrumpir conductas.

En cuanto le veas iniciarlas, le das al botón.

Si deseas aprendizaje, muchos llevan un sonido que suena justo antes de la descarga.

De ese modo, cada vez que intenta hacer algo inadecuado oye el sonido y luego le llega la descarga.

Así, en muy poco tiempo (casi ningún perro necesita más de dos descargas) con solo escuchar el sonido, no será necesaria la descarga.

Este es uno de los argumentos de los que están a favor de su uso.

Una descarga (quizá dos) y no volverá a hacerlo, sea lo que sea lo que estaba haciendo.

No es tan malo.

Con solo escuchar el sonido, se detendrá de inmediato.

Perro de Pavlov, ¿recuerdas?

Ahora bien, si tu perro deja de realizar conductas que antes hacía a diario, y que generalmente necesita hacerlas o está muy motivado para ello, con solo una o dos descargas, ¿te imaginas cómo de fuerte debe de ser el castigo?

Tú vas conduciendo por una carretera local.

De pronto te para la Guardia Civil, y te hace una prueba de alcoholemia.

Como vienes de la fiesta de antes, pues das positivo.

No mucho.

Te ponen una multa, que por pronto pago se queda en 50 euros.

Bueno, qué rabia.

¿Cuánto crees que tardarás en olvidarte del asunto y tomarte un par de vinos en la siguiente fiesta?

Más  bien poco.

Ahora en lugar de ponerte educadamente una multa, te bajan de tu coche, te gritan y amenazan con las pistolas, te humillan delante de otros conductores a los que han parado también, y te llevan detenida, dejándote 48 horas incomunicada en una celda a oscuras.

¿Qué tal ahora?

¿Crees que volverías a beber en una fiesta?

¿O qué volverías a ir a una fiesta, por mucho que te gusten?

¿Crees que volverías siquiera a conducir?

No te han causado ningún daño físico, pero el daño emocional producido por el trato que te han dado es tan intenso que renuncias a repetir la conducta que crees ha causado el problema.

Y las que están asociadas también, por si acaso.

Esa es la idea del collar eléctrico: producir tal trauma emocional que se le quiten al perro las ganas de volver a hacer nada por su cuenta.

Además, produce dolor.

Los que lo defienden argumentan que para eso se puede graduar.

Y que puedes probarlo, ¿ves?, solo es un cosquilleo, como una descarga de estática.

Inofensivo.

In-sis-to: si solo es una molestia, resulta totalmente insuficiente para bloquear e interrumpir definitivamente conductas que tu perro muestra habitualmente y para las que tú ya has sido una más que importante molestia los últimos meses (y lejos de hacerte caso se aleja de ti y arreglado).

No es una molestia.

Es dolor y miedo.

Y la seriedad y gravedad de un castigo no la decide quien lo aplica, sino quien lo recibe.

Y hay algo que no te cuentan, y es que hay ciertas diferencias entre tu perro y tú, y ciertas cuestiones subjetivas.

Las diferencias están en:

A) Tu perro tiene una concentración de electrolitos en sangre mayor que la tuya. Los electrolitos son buenos conductores de la electricidad. A igualdad de condiciones de descarga, la sensación producida es más intensa en un perro que en una persona.

B) Tu perro va descalzo. Cuando una persona prueba uno de estos collares, suele llevar calzado, a menudo con suela de caucho (aislante).

C) Las pruebas “sobre la marcha” suelen hacerse en la muñeca. No se pone un collar al perro en la muñeca, sino en el cuello. En el cuello hay una serie de estructuras nerviosas, respiratorias y circulatorias que no existen en la muñeca. Y está mucho más cerca del cerebro.

Así que si tienes un collar de esos a mano, haz la prueba: te descalzas, te lo colocas alrededor del cuello (los pinchos van a los lados de la tráquea, ahí es donde está todo concentrado), y te mojas las plantas de los pies (por lo de los electrolitos). Y si te atreves, aprieta el mando con el nivel 1, a ver si sigue pareciendo un cosquilleo.

Supongo que no te atreves, wink.

O simplemente no tienes uno a mano.

No importa, dejemos que otros lo hagan por nosotras.

Teclea en un buscador “shock collar in persons”, y elige de la sección de vídeos el que quieras de la enorme lista que aparece.

Sí, salen personas probando el collar eléctrico, generalmente en sus propios cuellos.

Algunos hasta lloran.

Otros se caen literalmente al suelo de golpe.

La mayoría chillan.

Casi todos se lo arrancan del cuello.

Por otra parte, seamos serios.

Si solo produjese un simple cosquilleo, una molestia, ¿por qué iba a funcionar? ¿de verdad tu perro va a dejar al instante cualquier conducta que llevas meses o años intentando corregir por un simple cosquilleo, y con solo una o dos aplicaciones?

Luego nos queda el factor subjetivo.

El dolor es algo subjetivo.

Y la sensibilidad a la electricidad es muy variable entre individuos.

Lo que a ti te supone una pequeña molestia fácil de ignorar, para mí puede ser un gran aversivo.

Y es que quien decide cómo de intenso es un castigo no es quien lo imparte, sino quien lo recibe.

Cuando mi coche me suelta una descarga estática al cerrar la puerta me enfado tanto que si no fuera de metal, le soltaría un puñetazo.

Mis amigos se ríen de mí, “no es para tanto, solo es un cosquilleo”.

Ya.

Parece que soy muy sensible a la electricidad, y a mí con eso me llega para sentir dolor.

“Pero no dejas de cerrar la puerta del coche, ¿a que no?”

No.

Porque es una conducta bien motivada (no quiero que me lo roben), así que empiezo a hacer cosas raras, como cerrarla con el pie, o enrollándome la mano en una manga (aislamiento), o mejor, le pido a mis amigos que la cierren por mí.

Total, si solo es un cosquilleo, que les haga cosquillas a ellos.

En perros ocurre lo mismo.

Incluso poniendo el collar a una intensidad mínima, hay muchos individuos que ya consideran ese grado de estímulo como altamente perjudicial.

Y a diferencia de mí, no pueden  pedirle a sus amigos que hagan las cosas por ellos.

Finalmente tenemos el aspecto visceral.

Igual que con los collares mecánicos, la electricidad activa los mecanismos de PELEA o HUYE.

Pero las descargas de adrenalina aquí son mucho más intensas.

Por distintas razones, entre ellas que el estímulo punitivo no se centra en un punto concreto (el cuello) sino que se extiende rápidamente por todo el cuerpo: la electricidad va desde el collar hasta las patas, provocando un dolor generalizado.

La percepción inconsciente de amenaza es muy elevada.

Y los estímulos neutros que estén delante del perro cada vez que reciba una descarga se van a convertir en los detonantes de esa sensación de dolor.

Niños, perros, coches, estatuas de bronce o buzones de correos.

Lo que sea.

Y cada vez que tu perro vea algo de eso, sentirá físicamente dolor aunque no lleve un collar eléctrico (o lo lleve pero no lo uses).

No se lo deseo a nadie.

Y termino con un detalle importantísimo sobre el problema real de fondo en toda esta cuestión.

La mayoría de las conductas que te has planteado corregir en tu perro entran dentro de uno de estos dos grupos:

1 –Conducta normal: te parece antihigiénica, socialmente inaceptable, peligrosa o te da asco. Pero forma parte del patrón de conductas normales de cualquier perro.  Igual deberías repensar tus prioridades al respecto: humanizar a un perro no es darle muchos mimos, hablarle como a un bebé o dejarle dormir en tu cama. Humanizar a un perro es bloquear el desarrollo de sus conductas normales para obligarle a cumplir nuestras arbitrarias normas de conducta (humanas).

2 –Conductas motivadas por emociones intensas: aquí entran muchos de los comportamientos problemáticos en la convivencia. Ladridos excesivos, rechazo a otros perros, destructividad, nerviosismo….. Y a menudo estos comportamientos tienen una base clara de miedo. ¿Crees que electrocutar a un perro le servirá para tener menos miedo y así corregir esas conductas? En realidad el efecto suele ser el contrario: la conducta se agrava, o se oculta para reaparecer de un modo aun más grave (el miedo se incrementa pero sigue ahí, lo que cambia es el modo de manifestarlo).

En el caso de que tu perro presente conductas de tipo emocional, comprenderle y tratar de ayudarle a gestionar esas emociones (sin intervenir directamente sobre las manifestaciones visibles) será mucho más eficaz y productivo.

Y desde luego, no será doloroso.

Y si necesitas ayuda para aprender mejorar la gestión de las emociones de tu perro, sin dolos ni «herramientas mágicas», puedes empezar por aquí:

 

6 Comentarios

  1. Un artículo excelente y muy completo. Deja muy claro lo perjudiciales que son este tipo de herramientas. Cuando Rufus todavía era un cachorro alguien me recomendó comprarle una correa de esas de ahorque. La compré, pero debí utilizarla un par de veces. La teoría es que cuando Rufus tirase, yo debía darle un tirón seco, pero la verdad es que yo me ponía muy nerviosa pensando que podía hacerse daño y pronto me di cuenta que eso no era para mi. De hecho, yo siempre he preferido los arneses a los collares, a pesar de que me han dicho cientos de veces eso de que con arnés los perros tiran más. En fin, que no, que yo no quiero causarle daño ni molestia a mi perro de ninguna manera. Y ya de collares de pinchos o eléctricos ni hablamos, siempre me han parecido una atrocidad

  2. Hola, Marta:
    Muchas gracias por tu aportación.
    Si vamos a entablar una relación duradera con un perro, lo primero es entender qué estamos haciendo exactamente.
    Puedes ahorcar a tu perro y conseguir que no tire. Pero, ¿qué tal sentará eso a vuestro vínculo?. Habrá quien no le importe, y entonces adelante, da tirones.
    Pero a la mayoría nos importa cómo se siente nuestro perro, y más aun, cómo se siente con nuestras interacciones.
    Además, personalmente creo que la ecuación «perro tira = dale un estrujón al cuello = deja de tirar» es simplista. Muchos perros tiran por miedo al exterior. ¿Les ayuda a tener menos miedo un collar así?.
    Otros tiran porque sin querer el dueño les ha enseñado a tirar, ¿y ahora le castigas por hacer l que le has enseñado?, no parece muy justo. Yo he conducido trineos de perros durante 20 años (a nivel recreativo), y he enseñado a tirar a muchos perros, sé cómo se hace, lleva un proceso, y se le puede enseñar a cualquier perro. Importante: se le puede enseñar a distinguir momentos y materiales para que el mismo perro tire o no tire, según, y eso hacía yo. Si se puede hacer eso por las buenas, ¿por qué estrangularle para conseguirlo?. Sé la respuesta, por comodidad (es tan simplón: si tira, tira tú de modo brusco en sentido contrario y que aprenda, y ya).
    También hay perros que tiran por impaciencia (enséñale paciencia en lugar de ahorcarlo). O porque están cargados de adrenalina por el tipo de paseo que dan y el manejo que reciben (y no pueden evitar ir a toda pastilla por la vida). No lo mejoras dando tirones.
    En resumen: mejor averigua las razones de tu perro para tirar, y «ataca» por ahí.
    PD- He conocido perros que dejaron de tirar al quitarles el estrangulador por razones médicas (se lo mandé yo ante un proceso respiratorio) y con arnés NO tiraban, 😉

  3. Muy buen articulo, la verdad es que la gente utiliza los collares de castigo mas de lo que pensaba porque antes solo los veía con perros de los llamados peligrosos, ahora los veo con toda clase de perros, incluso con los mas buenos solo por el hecho de que tiran mucho de la correa y no pueden con ellos. yo suelo recomendar a la gente con los perros que tiran los arneses con la anilla en el pecho pero aun así la gente prefiere los de pinchos, como una amiga de mi Sisko, es una perra de caza pero tiene cruce con otro perro y es verdad que es muy grande pero como no la controlan con arnés, directamente le ponen collar de pinchos y aun así la perra tira como una bestia, así que ellos piensan que no le hace daño. Les recomendé el arnés de pecho y no me hicieron ni caso. Es una pena, porque incluso los adiestradores lo recomiendan si ellos tampoco pueden «dominarlos», a mi me lo sugirieron, tu lo sabes, menos mal que hay personas como tu para aconsejarnos y que realmente si entiende a los perros. Gracias por tus consejos y tu ayuda.

  4. Hola, María Jesús:
    Muchas gracias por tu aporte. Es tristemente cierto, ves este tipo de collares en todo tipo de perros, y la respuesta más común suele ser «porque tira». Y se elige el camino fácil. Que a menudo acaba siendo el más complicado, y además, como dices, muchas veces ni siquiera permite avanzar. Lo más lamentable es que si ni siquiera te hacen caso cuando les ofreces otra opción, dejan entrever que su perro no les importa. Cuando un perro sigue tirando con un montón de pinchos estrujándole el cuello suele ser por una de estas dos razones: tira por miedo, y el collar aumenta el miedo, así que tira más, en su ingenuidad cree que así podrá huir del dolor (y con razón cree que si tira llegará antes a casa y se librará antes del tormento). O tira para tratar de huir de los pinchos sin darse cuenta de que eso no servirá (pero no se le ocurre otra opción). Mucha gente cuando usa este tipo de dispositivos no está pensando en el perro, sino en sí mismos y en su comodidad. Evaluar porqué tira, qué consigue con ello, y cómo podemos darle acceso a lo que necesita sin que para ello tenga que remolcarnos da mucho mejor resultado, pero también exige más compromiso y dotes de observación, además de cierto sacrificio por su parte. Un abrazo.

  5. Hola Irene,
    Seguí tu consejo del arnés de pecho y ha hecho maravillas de diferencia. Mi perrita es mezcla de lo que parece ser heeler y beagle. La adopté de dos años aproximadamente a principios de este año y es bastante reactiva con correa.
    Al vivir en una ciudad grande, es difícil traerla suelta (aunque hay quien lo hace, pero me parece complicado, otros perros, mucha gente, avenidas por todos lados). Ya no aguantaba la espalda por los jalones de usar arnés y pasó por tres entrenadores, que sugerían o collar de castigo o inundarla de premios.
    Con el cambio al arnés de pecho vi la diferencia desde el primer día. Ahora paseamos muy contentas y se ha vuelto más calmada. Todavía le cuesta trabajo pasar cerca de otros perros, pero ha bajado la distancia que tolera.

  6. Hola, Patricia:

    Me alegro mucho de que te haya resultado útil el consejo. Ahora que has reducido esa tensión entre vosotras, sería interesante plantearte como objetivo el poder retirar ese arnés, que es más o menos una «muleta» para que ambas os calméis. Centrándote en hacer sentir segura a tu perrita y a manejar con amabilidad y escuchando lo que ella necesita en cada momento con respecto a su relación con otros perros. Te lo comento porque el arnés, si bien es mucho mejor que las otras opciones que te han dado, no deja de ser algo molesto o incómodo, ya que cuando el perro tira, le hace perder el equilibrio (y por eso no puede tirar). Así que una vez calmados los ánimos por la frustración que genera los tirones (más las posibles lesiones físicas), sería aconsejable trabajar la razón «por qué tira» para poder sujetar la correa a la anilla dorsal del arnés y que amas podáis seguir disfrutando juntas de los paseos.
    Un abrazo
    Irene

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