O dejar de examinarlo todo, que es mejor

 

A veces me vienen flashes de situaciones que viví en el pasado.

En un pasado muy lejano.

Creo que eso te ocurre cuando empiezas a ser vieja mayor.

Que tu cerebro se fija poco en el día a día y se dedica a desenterrar polvorientos recuerdos.

Muchos de ellos irrelevantes, pero están ahí, ocupando un espacio en el disco duro.

Pues ayer tuve uno de esos flashes.

Estaba en el instituto, apiñada con otro montón de adolescentes intentando leer una lista escrita en un folio y colgada en un tablón de anuncios.

Las notas de algún examen.

Uno de tantos exámenes de los que nos pasamos la vida intentando superar.

Yo de cría no he sido especialmente guapa.

Tampoco fea.

Ni gorda ni flaca.

Ni con gafas o aparato en los dientes.

Nada original ni llamativo ni diferente.

Del montón, vaya.

Bueno, no del todo.

Estudiar se me daba bien.

Y sacaba muy buenas notas.

Pero me esforzaba y me lo curraba.

El caso es que siendo inteligente, creo que no era muy lista.

(En esto he mejorado pero a menudo siento que sigo sin ser muy lista)

No es lo mismo, ser inteligente que ser listo.

Igual no habías pensado nunca en ello.

Pues en el instituto me daba cuenta de que a mi alrededor había algunos alumnos que eran listos.

Y les iba muy bien.

Porque eran listos y sabían usar esa ¿listura?

Y así, empujándonos para alcanzar el folio con las notas de un examen, Laura, una chica lista donde las haya, localiza su nombre y sonríe abiertamente.

He sacado un notable

Me la quedo mirando con una mezcla de odio y admiración.

Sé que no es muy de estudiar.

De hecho tampoco es muy de prestar atención en clase.

A veces ni se molesta en aparecer por el aula.

Entonces va y remata la frase.

Y eso que no me he presentado al examen, que si llego a ir….”

Definitivamente, es una tía muy lista.

Y admiro a la gente así, no sé si ser listo se trae de serie o es una habilidad que se puede aprender.

Pero me gustaría serlo, desde luego.

También he visto a mucha gente que admira la relación que tengo con mis perros.

O mejor dicho, que admira cómo se portan mis perros sin que yo aparentemente me esfuerce por estar encima de ellos.

Por controlarlos y darles órdenes para todo.

En realidad no es apariencia, es así como sucede.

No les controlo, no les doy órdenes para todo y no me esfuerzo por estar encima de ellos.

Y aun así, se portan de maravilla a ojos de muchos de los que les conocen.

También habrá quien opine otra cosa, pero entonces la culpa recae siempre en mí porque “no hago nada para impedir que se porten así”.

Me parece justo.

Es un tipo de relación que no se prodiga mucho en el mundo del perro.

Te permite conocer y entender mucho mejor a tu perro mientras te libera de la carga de tener que controlarlo todo y dar constantemente órdenes cual sargento chusquero.

A lo mejor tú prefieres lo de las órdenes y el control.

No lo sé.

Si es el caso, pues nada que añadir.

Pero si te gustaría algo más del estilo de lo que hago con mis perros, puedes apuntarte a la web.

Te mando un correo cada día, con historias como ésta, reflexiones y anécdotas que te darán en qué pensar.

Desde luego, ya aprenderás algo más útil que viendo «Sálvame».

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