He convivido con unos cuantos perros en los últimos 25 años.

La mayoría huskies siberianos.

Son perros, digamos…. peculiares.

A mí me encantan.

Y eso que la tasa de problemas que dan es superior a la media si pensamos en otro tipo de perros.

Pero está bien poder elegir tus problemas en lugar de que ellos te elijan a ti.

Bueno.

El caso es que el que me acompaña ahora se llama Willow.

Tiene ya una edad, pero alguna vez fue joven, e hizo las cosas alocadas propias de los jóvenes.

En una ocasión estábamos paseando por una pista que va junto a unas marismas.

Es como un spa para pájaros.

Hay un montón.

Acuáticos, claro.

Ya casi habíamos terminado el paseo, cuando un cisne enorme y muy elegante se nos cruza en el camino.

Y mira a mi perro de reojo.

Yo estoy convencida de que muchos animales tienen sentido del humor, aunque no sabía que los cisnes eran de esos animales.

Pero lo vi en esa mirada: anda, mira, un perro tonto, voy a reírme un rato de él.

El perro tonto lo vio y se le iluminó la cara.

Haalaaaa, mira qué gallina más gorda, a esa la pillo fijo

Y se lanzó a por el cisne.

El cisne ni se inmutó, lo tenía todo calculado.

Siguió con su andar cimbreante en dirección al agua, y cuando llegó a la orilla, dio un saltito y empezó a nadar.

Con elegancia y como sin darse importancia.

Mientras, giraba levemente la cabeza para asegurarse de que el perro tonto lo estaba viendo todo.

El perro tonto lo veía, claro.

Y saltó al agua tras el cisne, convencido de que podría atraparlo.

El cisne empujaba lentamente con sus patas y se desplazaba grácil sobre el agua.

Y el perro tonto daba pataditas con sus manos sobre el agua mientras se esforzaba por mantener su cabeza a flote y trataba de darle alcance a la “gallina gorda”.

Sin éxito.

El cisne de vez en cuando establecía contacto visual.

Y creo que entonces se reía.

Mucho.

El muy cabrón.

Y así se llevó a mi perro aguas adentro, mientras yo presenciaba la escena con una cara que oscilaba entre la incredulidad y la pena (por cómo estaban engañando al pardillo de mi perro).

Cuando el cisne le hubo mareado un buen rato (nadaba haciendo eses por el agua) le llamé.

A Willow, no al cisne.

Me preocupaba que se ahogara.

Y me preocupaba también tener que meterme en aquellas aguas cenagosas y turbias a tener que rescatarle.

Willow se hizo el loco un rato más, pero finalmente desistió, dio la vuelta, y empezó a nadar hacia la orilla.

Menos mal.

Pero entonces otro cisne salió de no sé dónde, y se cruzó en su camino.

¡¡Y el muy tonto se fue tras él!!

Ahora sí que aquello me estaba sobrepasando.

Le llamé de nuevo

Siguió al nuevo cisne un rato, y luego dio la vuelta hacia la orilla.

Otra vez.

Y un tercer cisne se unió a la fiesta.

Ojo que a todo esto los dos primeros seguían chapoteando por ahí,  a poca distancia y sin perderse detalle.

Y Willow se dedicó a ir de uno a otro convencido de que los iba a atrapar, mientras ellos se cruzaban en su camino una y otra vez, como si estuviesen jugando al ping pong, pero con un perro.

Y te juro que se estaban partiendo las alas de la risa.

Tras media hora viendo cómo vacilaban a mi perro, me plantee seriamente entrar a buscarlo, porque se le veía francamente cansado.

Pero por fortuna no es tan tonto como parece, y él también se dio cuenta, por lo que se rindió, volvió a la orilla, y esta vez sí, ignoró a los cisnes de que nuevo se cruzaban en su trayectoria para tentarle.

Así que pudo salir sano y salvo.

Menos mal.

Y esto es lo que veo que ocurre constantemente en el ámbito de la educación canina.

Que aparecen cisnes que te tientan con promesas de soluciones fáciles e inmediatas donde solo tendrás que apretar un botón o tensar un estrangulador y te garantizan resultados en tiempo récord.

Y si no te convence del todo, miras un poco más y aparecen más cisnes.

Hasta que al final te ahogas con tanta promesa de color de rosa.

O peor, ahogan a tu perro.

Y ahora es cuando te digo “compra mi servicio que no soy un cisne, soy la orilla”.

Pues sería lo suyo, sí.

Pero prefiero que mires y valores varios profesionales en primer lugar.

Si ya lo has hecho y estás segura de tu elección, genial, aquí tienes el botón de rigor.

Le das y recibes una guía con ideas que puedes aplicar ya, y que seguramente no se te habían ocurrido.

Desde luego casi ningún profesional te las va a sugerir, porque no va de resultados inmediatos ni de apretar botones o tirar de cuerdas.

También recibes un correo diario con anécdotas como ésta.

Que si te ha gustado, pues te apetecerá leer.

Si no te ha gustado, te vas a aburrir una barbaridad, así que mejor no te molestes.

Por el botón

Pero si soy lo primero que has consultado, tu primera opción así, a lo loco, porque me crucé en tu camino, prefiero que mires más.

La mayoría de la gente contrata al primer profesional que se cruza en su camino, dando por sentado que todos lo harán bien y que todos ofrecen lo mismo.

Y no es así.

Echa un vistazo, mira lo que ofrece cada cual, valora lo que realmente necesitas y esperas.

Haz preguntas y comprueba que lo que te venden es lo que realmente dan.

Hay mucho cisne suelto.

Y si después lo tienes claro y sigues interesada, me elijes.

Pero cuando lo tengas claro.

Antes no.

Y si encuentras a otro que te gusta y tienes claro que no es un cisne, entonces le contratas a él.

Pero cuando lo tengas claro.
 

No antes.
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