Herir tus sentimientos

 

Mira, hoy te cuento un enfoque algo distinto sobre una pregunta popular en foros y debates de comportamiento: la protección de recursos

Cómo la evitamos y tal.

Cómo hacemos para que el perro no defienda la comida, el sofá, la pelota.

Que resulta que voy a tocarle las pelotas a mi perro mientras come, y me gruñe o intenta morder.

Que quiero tirarle la pelota, y cuando se la voy quitar, me muerde.

Que se ha subido al sofá, y al tirarle del collar para bajarle, me gruñe.

Ya sabes, esas cositas que pasan cuando tienes perro y quieres imponerle las normas de la casa.

El caso es que el veredicto suele ser unánime (no aceptamos dominancia como animal de compañía):

Tu perro está protegiendo sus recursos.

Y tu trabajo es hacerle ver que esos recursos no son suyos, sino tuyos, y se los das porque quieres

Pero se los puedes quitar cuando te dé la gana, por la misma razón.

Y a partir de esta respuesta, cada cual suelta lo que se le ocurre para resolver el problema, y que el perro deje de comportarse como un pandillero.

Que al fin y al cabo no está en su casa.

(Oh, wait…)

Hasta aquí, lo normal.

Ahora bien.

¿Y si cambiamos el enfoque?

¿Y si planteamos que el perro no está defendiendo un recurso, sino que se defiende a sí mismo?

Mientras come, mientras duerme, mientras juega, se siente amenazado por la situación, y debido a ciertas cuestiones (genética, antecedentes, estado de ánimo, experiencias previas…) opta por defenderse.

Habrá quien piense que esto no tiene sentido, “yo no estoy amenazando a mi perro”

(Y yo creo que “demostrar quién manda” lleva una amenaza implícita, pero igual soy algo lerda y no me entero)

Pero piénsalo, cuando se le quita la comida al perro.

Se le echa del sofá.

O se le quita un juguete (o lo que sea) de la boca.

¿Se le suele pedir por las buenas y por favor?

“Va, Firulais, no seas así, baja del sofá, por favor, que me lo vas a poner perdido de pelos y luego la suegra me da la tarde con el tema, sé majo, anda, baja ya”

“Hooola, Toby, te voy a meter la mano en la comida un momentito, pero sin malos rollos, ¿eh?, solo será un segundo y luego puedes seguir con lo tuyo, sin acritud”

“¿A ver, Laika, me dejas un segundo ver qué es eso que te has metido en la boca, por favor? Es un momentito y luego te lo devuelvo, ¿sí?”

Seguro que las conversaciones son igualitas a estas.

JA.

Lo normal es que la persona que quiere quitarle algo al perro (el “recurso”) se enfrente a él.

Tanto verbal como corporalmente.

A veces con muy mala leche.

Y la respuesta, simplemente, es de evitación del conflicto social que se acaba de crear.

Puede ser evasiva (el perro se aleja)

Puede ser apaciguante (el perro hace el payaso o se tira panza arriba y cosas por el estilo)

O puede ser defensiva (gruñidos, ladridos, muerdo que va)

El recurso da un poco igual.

Es el conflicto social por el enfrentamiento persona-perro lo que produce la respuesta negativa.

Y ahora, el enfoque opuesto:

Es la persona la que está protegiendo recursos.

MI sofá.

MI pelota.

MI comida (para perros, pero es mía, que la he pagado yo)

Y no sé, no he oído nunca a nadie consultar sobre cómo resolver eso.

Termino.

También es posible que, en más de una ocasión, la respuesta del perro no sea de protección de recursos, ni de sí mismo.

Es solo una manera clara de decir “eres una pelmaza y me estás cabreando porque me ahogas y no me dejas vivir, plasta, más que plasta, déjame en paz”.

O sea, el perro se enfada, y como perro que es, lo dice, sin tapujos, y sin importarle si hiere o no sentimientos.

Y entonces soltamos lo de la protección de recursos.

El recurso da igual.

Lo que no da igual es nuestra actitud.

Y lo invasivos y pesados que pueden llegar a ser algunos.

Míralo así, a ver si te cuadra.

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