Qué puedo hacer si mi perro se pelea con otro?

 

Quieres saber cómo separar a dos perros que se pelean.

Y es que cuando dos perros se pelean provocan una de las situaciones más estresantes que puede sufrir su cuidador, tanto si su perro inicia el problema como si es el blanco del ataque.

Lo ideal, como en todo, es anticiparse siempre que resulte posible.

Pero a veces, aun siendo observadores, aun siendo cuidadosos, aparece un perro de la nada, la finca que siempre estaba cerrada hoy está abierta, la cadena que sujeta a ese perro medio rabioso hoy se rompe…..

Nos puede pasar a todos, cualquier día.

Así que te propongo un ejercicio.

Lo primero, visualiza la situación: si en un paseo te ocurriese algo así ¿qué harías?

Y piensa en ello varias veces.

Si sucede, te bloquearías.

Quedarse quieto, gritar, dar patadas o tratar de sujetar un collar suele empeorar las cosas y aumenta la probabilidad de que te lleves tú un mordisco.

En cambio, si ya has visto la situación en tu cabeza unas cuantas veces, si has pensado en las posibles opciones, tal vez seas capaz de actuar con algo más de frialdad, seguridad y conocimiento.

Aquí te expongo tres situaciones que he vivido, y en cada una de ellas la resolución ha sido diferente.

Piensa en las tres y tenlas presentes en tu cabeza.

Si algún día te ves en una situación similar, quizá te ayude a minimizar daños y a recuperar el control protegiendo a tu perro.

La primera medida que debes tomar, siempre, tras valorar los riesgos, es soltar a tu perro.

Si estás junto a una carretera, el riesgo de una herida por mordisco es más asumible que el de un atropello, así que no sería una buena idea.

Pero si estás en una zona razonablemente segura, dale movilidad a tu perro.

A menudo, él solo consigue controlar la situación usando lenguaje corporal y deteniendo al otro perro.

Si está atado, no dispone de movilidad y esta opción desaparece.

En serio, funciona más veces de las que puedas imaginar.

Por no mencionar que tenemos una gran tendencia a recoger toda la correa y sujetar a nuestro propio perro lo más corto posible, mientras que el otro está suelto: eso solo sirve para impedir la comunicación que podría salvar el momento, y para exponer a nuestro perro al mayor daño posible.

Si es arriesgado soltarlo, entonces opta por ceder toda la correa que puedas, dale la posibilidad de moverse.

Quizá logre detener una potencial pelea sin tu ayuda.

Si eso no sirve y el otro perro sigue avanzando con pinta de buscar problemas, el siguiente paso es hacer de escudo físico: colócate delante de tu perro y córtale el paso al otro animal.

Pivota sobre tus pies de un lado a otro para impedirle que te rodee.

Echa el peso corporal hacia delante para invadirle el espacio y hacerle mantener las distancias.

La mayoría de los perros que te puedas encontrar en estas situaciones encajan en dos perfiles: agreden a otros perros pero son sociables con las personas (se detendrán frente a ti).

O agreden a otros perros pero las personas le dan mucho miedo (mantendrán la distancia contigo e incluso la aumentarán).

Por lo tanto con esta maniobra impedirás mayores problemas.

Lo que viene a continuación es válido si tu perro tiene cierto tamaño.

Para perros muy pequeños, cuyos dueños actúan de modo reflejo levantándolos en brazos, añadiré un matiz al final del post encaminado a protegerte a ti mismo, ya que si lo elevas hasta la altura de tu pecho, la posibilidad de que el otro perro logre morderle es bastante baja, a menos que te derribe.

Todo lo que voy a contar a continuación puede sonar un tanto dramático por escrito, pero estas situaciones se dan, sobre todo en zonas rurales (donde ni siquiera hay una persona que responda por el otro animal), y es mejor estar preparados que ignorarlas y luego lamentarse cuando ocurren y nuestra actuación empeora el resultado.

Vamos allá:

Caso número 1: pedir ayuda

 

Yo paseo  normalmente dos perros de 25 kilos, a veces tres.

Recorro muchas zonas diferentes, en su mayoría rurales.

En estos entornos, los perros tienen una socialización nula, una alta territorialidad, una escasa sujeción, y suelen ser de gran envergadura.

En una ocasión paseando a mi husky, que por aquel entonces tenía ocho meses, crucé por delante de una finca donde mantienen varios bull mastiff (molosos de unos 60 kilos de peso).

Normalmente están atados con largas cadenas, pero por alguna razón, ese día un macho estaba suelto.

La valla que rodea la finca no retendría ni a una oveja, menos aun a un  perro de esas características.

Así que se coló entre las tablas del vallado y se lanzó a la calzada a por mi perro.

El primer reflejo de mi perro fue salir corriendo.

En su caso, opción equivocada.

Por razones que no vienen al caso, no es muy ágil ni rápido, por lo que el otro animal le alcanzaría casi con total seguridad.

Así que retraje la correa hacia mí, y me coloqué delante.

Una vez que el perro intentó sobrepasarme y notó que yo se lo impedía activamente (pasando el peso de un pie a otro y cortándole el paso), realizó contacto visual conmigo.

En esos momentos lo indicado es empezar a emitir, de modo lento y pausado, señales de calma.

En muchos casos se puede empezar a rebajar la tensión con esa medida.

No fue así.

Aquel perro llevaba meses viendo al mío olisquear frente a su puerta, y le tenía ganas.

Ladraba y daba pequeños saltos hacia mí, manteniéndose a un metro de distancia tras desistir de sobrepasarme.

Entre tanto, durante un rato, noté tras de mí a mi perro forcejeando con la correa.

Pero de pronto paró.

Mirando de reojo pude ver que se había sentado con expresión ausente, en plan “bueno, parece que te haces cargo, ¿no?”.

Así pude concentrarme de lleno en el otro animal, que no respondía para nada a mis señales.

Normalmente llegados a este punto suelo alejarme lentamente, pero tenía claro que este perro no pensaba dejar que nos moviéramos sin cambiar él de actitud.

Peligroso.

Así que tras unos minutos de “callejón sin salida”, y notando que la situación no iba a cambiar, saqué el teléfono con la mano que me quedaba libre y llamé a la guardia civil.

En muy poco tiempo tenía una patrulla delante.

El perro era sociable con personas, por lo que pudieron sujetarle sin problemas y llevarlo de nuevo al interior de la finca, mientras buscaban a su propietario.

Pudimos salir entonces de allí sin un arañazo, y yo bastante cargada de adrenalina.

Mi perro parece que se lo tomó mejor.

En días posteriores otros vecinos me comentaron sucesos similares y persecuciones por parte del perro a corredores que transitaban por la zona.

Una vez visto el problema, en siguientes ocasiones estuve pendiente.

Encontré al perro fuera de su terreno cuatro veces más, pero en todas ellas yo le vi primero, lo que me permitió modificar mi rumbo evitando estrés innecesario.

Una de las veces apareció en la carretera general, y en ese momento su conducta fue totalmente distinta: estando lejos de su territorio, huyó al vernos, y casi le atropella un furgón.


Si te encuentras con un perro que tras proteger tú al tuyo, “forcejear” un poco por el espacio y mandarle señales de calma no cede en su actitud, trata de pedir ayuda.

Si hay alguien por la zona, avísale.

Si no hay nadie, tendrás que solicitar auxilio de alguna autoridad.

No indiques que un perro suelto podría morder al tuyo, posiblemente no te tomen en serio.

Diles que un perro de gran tamaño que crees de raza peligrosa te está cortando el paso y te ladra a corta distancia, y que tienes miedo de moverte y que te muerda (A TI).

Aunque no sea cierto.

Con eso basta para que acudan de inmediato (tienen obligación).

 

Caso número dos: aléjate dando la cara

 

Paseando con mis perros por una zona rural, el camino discurría junto a un prado donde un rebaño de ovejas pastaba tranquilamente.

Vamos por allí a menudo, pero esta vez había un mastín adulto con cara de pocos amigos “guardando” las ovejas.

Digo “guardando”, porque fue vernos y pasar por debajo del cercado (para ovejas, no para perros) y salir a por mis perros.

Como no tenía margen de maniobra, y me encontraba entre la decisión de controlar a mis perros y que no pudieran moverse, o soltarlos y que ellos entraran al recinto a cazar ovejas (son capaces de hacerlo mientras torean a un mastín sin ningún problema), opté por mantenerlos sujetos y pegados a mí.

Cuando el perro se aproximó con cierta decisión, me coloqué como escudo.

Manteniéndole la mirada, inclinando mi peso hacia delante, y pivotando levemente a un lado y a otro para indicarle que por ahí no pasaba.

Este perro era de los que tiene mucho miedo a las personas.

En consecuencia, detuvo su avance a varios metros de distancia, donde se quedó ladrándome enérgicamente, pero dejó de seguirnos.

A continuación seguí caminando por mi ruta, manteniendo el contacto visual con el mastín: hay que caminar de espaldas para poder hacer esto.

Este detalle es muy importante.

He atendido a dos víctimas de este animal por mordiscos en la clínica.

Una tercera me comentaron que parece que murió tras el ataque (era un perro muy pequeño).

Me crucé con el cuidador poco después, y al verme hacer maniobras extrañas me dijo que estuviese tranquila, que su perro no hacía nada.

Y cuando le contesté que cómo podía saber eso si el animal vagabundeaba a su antojo por los caminos y él no estaba allí para vigilarle tuvo que darme la razón.

Pocas semanas después el perro desapareció.


Con este tipo de perros la maniobra más eficaz suele ser el alejarse lentamente tratando de cubrir a tu propio perro, pero caminando de espaldas.

Es decir, mantienes el contacto visual y el cuerpo vuelto hacia el otro perro y vas poniendo espacio entre él y vosotros, pero caminando marcha atrás.

Este truco lo he usado en muchas ocasiones con éxito.

El perro tenderá a seguirte pero manteniendo las distancias (que acortará bruscamente si le das la espalda), hasta cierto punto.

Cuando empieces a salir de su zona segura, simplemente se quedará allí ladrando.

Entonces ya puedes seguir con tu paseo con normalidad.

 

Caso número 3: separa a los perros

 

En una ocasión iba con una amiga y varios perros por una zona residencial.

En una de las calles (desiertas), un mastín nos localizó y enfiló claramente a por mi husky.

Paso enérgico, cabeza algo baja, mirada dura y concentrada en mi perro, rabo tieso, pelos un poco erizados.

No venía a hacer amigos.

Por alguna razón (seguramente porque le ven más vulnerable) los perros que intentan atacarnos en los paseos van siempre a por el perro de mi amiga, pero esta vez el objetivo estaba muy claro.

Mi perro ya estaba suelto.

Lanzó algunas señales de buen rollo que no sirvieron.

Así que me interpuse físicamente delante de él.

Pivoté a un lado y a otro, pero tras varios intentos, el mastín se negó a establecer contacto visual conmigo, para él era como una farola molestando, por lo que logró sobrepasarme, y se lanzó a por mi perro.

Así que tuve que separarles.

Más adelante te detallo la técnica, para que pienses en ella y la memorices.

Espero que nunca te haga falta.

Tras sujetar al mastín, mi perro decidió que me unía a la revancha y se lanzó a por el otro perro.

Tuve que pedirle a mi amiga que lo sujetara a su vez.

Mientras tanto su propio perro jaleaba la pelea ladrando a todo pulmón a una distancia prudencial.

Dimos todo un espectáculo, y ni un alma salió de las viviendas para responder por aquel animal.

Así que en estos casos, una vez separados los perros, tendrás que controlar al tuyo.

Si no posiblemente se reiniciará la pelea.

El consejo clave: lleva siempre encima un cordel de unos dos metros.

Algo fino fácil de guardar.

Con ese cordel atado al collar del perro (si no tiene, se puede improvisar un lazo. Que no ahorque, por favor), lo amarré a una señal de tráfico.

Y continuamos con nuestro paseo.

Tres cuartos de hora después el pobre animal seguía allí, sentado junto a la señal, esperando.

Nos dio lástima, así que nos decidimos a localizar a su cuidador, que sería algún vecino de los chalets de la zona.

Y así fue.


Cuando dos perros se enzarzan en una pelea, casi siempre hay más ruido que nueces, y las lesiones suelen ser superficiales o inexistentes, a menos que la diferencia de tamaño sea muy grande.

El riesgo de daños es menor si además tienen un manto espeso.

Si es el caso, dales unos segundos.

A veces, tras una ligera refriega, la pelea se detiene sola.

Si no es así, ocúpate siempre del otro perro: tu misión es proteger al tuyo a toda costa.

Nunca intentes sujetarle del collar, las probabilidades de que te lleves un mordisco, de tu animal o del contrario son muy altas.

En lugar de eso, focaliza tus esfuerzos en el rabo.

En el del perro contrario, claro.

Cuesta un poco porque se suelen mover bastante, pero céntrate en intentar sujetar el rabo por la base.

No por el centro o la punta porque le harías daño, lo que puede agravar la pelea.

Y si es un perro muy pesado a lo peor te quedas con un trozo de cola en la mano porque se rompe.

Una vez tengas la base del rabo sujeto, tira de él hacia arriba.

Nunca hacia atrás, ya que si tiene a tu perro sujeto, ese arrastre hacia atrás convertirá las lesiones punzantes de los colmillos en cortes de gran envergadura.

Hacia arriba.

Con eso lo que logras es que pierda apoyo de las patas traseras (que se separarán del suelo), se desequilibre, y se sorprenda.

Casi todos los perros sueltan al otro cuando realizas esta maniobra.

Entonces solo tienes que mantener esa posición (sujeto del rabo y patas traseras elevadas) mientras se calman los ánimos y decides qué hacer después.

Si hay otra persona, que venga a atar a su perro.

Si no lo hay, aun tienes una mano libre para sacar el cordel del que hablaba antes y atar tú mismo al otro perro, para rápidamente sujetar el mencionado cordel a un sitio firme, como un árbol o una farola (por si te intenta arrastrar y retomar la pelea).

Yo peso 50 kilos y puedo sujetar mastines de 60 por el rabo, así que cualquiera puede hacerlo.

Algunos perros intentan volverse para morderte y que les sueltes.

Atento entonces.

Lo que hay que hacer, si eso ocurre, es elevar todavía más el rabo, hasta que el cuerpo del perro casi esté vertical.

Con esto lo que consigues es que su centro de gravedad baje hacia el pecho, y su cabeza tenga que bajar forzosamente hacia el suelo: si la gira o intenta volverse, se cae de las patas delanteras.

Dará prioridad a mantener el equilibrio antes que a seguir intentando volverse.

Evitas así que te haga daño a ti.

Si el perro no tiene rabo, aun te quedan las patas traseras.

Trata de sujetarle a la altura de las rodillas y lo elevas igualmente.

Cuesta un poco más, y tendrás las dos manos ocupadas en lugar de una, pero también funciona.

Si tu perro es muy pequeño, y has optado por tomarle en brazos, realiza la siguiente maniobra: sujétale lo mejor que puedas (con collar te costará y puedes hacerle daño, con arnés será sencillo) y colócalo detrás de ti, a tu espalda, como si le escondieras.

Es decir, haz de escudo como si fuera un perro más grande, pero en lugar de que siga en el suelo, puede quedar en tus manos.

No será fácil, repito, pero puede hacerse.

Una vez tu perro esté a tu espalda, puedes dedicar tu atención a bloquear al otro perro como he indicado antes.

Si lo mantienes en brazos a la altura del pecho, el otro perro saltará sobre ti, con lo cual es posible que te derribe, y todos saldréis heridos y posiblemente bastante traumatizados psicológicamente.

Si “haces desaparecer” de la vista a tu perro, tienes más posibilidades de controlar al otro y evitar que llegue a atacar, y seguramente deje de saltar.

Si el otro perro ya ha atacado al tuyo, y el tuyo es muy pequeño, es posible que  no le suelte al sujetarle el rabo, ya que le supone muy poco esfuerzo mantener la boca cerrada (a diferencia de cuando muerden a un perro grande, que la boca en realidad permanece abierta aunque presionando).

Espero que no te pase nunca algo así, pero en tal situación, tendrás que pelear por tu amigo.

No he tenido que enfrentarme a esa situación jamás, así que tengo que hablar de oídas.

La recomendación es provocar un dolor intenso y agudo al otro perro, para que se queje, y así abra la boca.

Lo más sencillo para ello en esa posición (estás en la parte trasera) es presionar o retorcer los testículos (la mayoría de estos perros suelen ser machos).

Si no funcionase, céntrate en los ojos, o al menos en uno, puede ayudar.

Ahí ya corres riesgo de recibir un mordisco.

La presión intensa sobre los globos oculares produce un gran dolor, y en ciertas ocasiones, puede provocar la pérdida de consciencia,  pero no por el dolor, sino por un reflejo nervioso  que hace bajar de golpe las pulsaciones cardíacas.

Creo que esa es la opción que te queda, confío en que jamás tengas que utilizarla, pero si tu perro pesa cuatro kilos y está dentro de la boca de uno de cuarenta, tendrás que usar cualquier recurso en lugar de quedarte mirando sin saber qué hacer.

 

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