Que te van a sorprender

 

Somos seres humanos, seres superiores, estamos por encima de la naturaleza, somos seres racionales.

¿A que sí?

JA

Mira, no creo que el estar sujetos a los mismos condicionantes naturales que el resto de los bichos del planeta sea un problema.

El problema es no reconocerlo y aceptarlo.

Y, sobre todo, ni siquiera saberlo y dejarte llevar como si tal cosa.

Entonces es cuando ocurren cosas como la que te voy a contar.

Resulta que existe una estructura anatómica que toca una tecla muy profunda en nuestro cerebro.

Una que activa una lucecita que dice “cuida esa cosita pequeñita y adorable, no te resistas”

Esa anatomía se corresponde con ojos redondos y grandes, orejas pequeñas, nariz chata, barbilla corta….

Movimientos torpes, textura blandita, expresión alegre…

Sí, es la descripción promedio de un cachorro.

De hecho, existen varias razas que mantienen esa misma estructura cuando son adultos.

La única finalidad es que parezcan adorables toda su vida, a costa de sufrir una barbaridad por tener una anatomía forzada.

(Piensa en un carlino, mira bien su cara, y luego me cuentas)

Así que salvo que seas XXX, ves un cachorro, y te derrites por dentro.

Te lo tienes que llevar a tu casa, meterlo en tu vida, cuidarle de día y de noche.

Como el pajarillo que ve un pico abierto más grande que él, y tiene que alimentar sin descanso al polluelo del cuco, que fue más listo

(Y se aprovechó de esta debilidad biológica).

Bueno, tampoco es un problema tan grave, ¿no?

De hecho, tiene mucho sentido.

Que esos rasgos despierten nuestra ternura más pringosa para que sacrifiquemos bienestar y horas de sueño cuidando de un pequeño que ni siquiera es de nuestra especie.

Sí.

Salvo cuando se termina la magia, y dejas que la biología siga su curso.

¿Que de qué hablo?

Pues de que existe gente que se lleva un lindo cachorrito a casa.

Lo cuida, juega con él, lo alimenta, comparten cama.

Y cuando aparece el patilargo e impulsivo adolescente, y la bombillita de la ternura se funde, se olvidan de él.

Lo abandonan. Lo regalan. Lo “llevan al pueblo”.

O lo destierran al jardín, que allí está mucho mejor (dicen).

Y ojo, que no hace falta ser ningún desequilibrado ni un desalmado para hacer esto.

Lo hace mucha gente, todos los días, a tu alrededor.

Personas perfectamente normales, aparentemente equilibradas y maduras.

Y lo peor viene ahora.

Esto no es tan habitual, pero he conocido casos.

Una vez rescindido el contrato de convivencia unilateralmente porque ya no es un cachorro mono y encantador.

Van y buscan otro cachorro, y el ciclo vuelve a empezar.

No sé qué se le pasa a esta gente por la cabeza, porque no puedo preguntar.

Si abro la boca ante alguien así, sé que no es una pregunta lo que va a salir.

En fin, que esto tiene un nombre, que ya no recuerdo.

Vas y se lo preguntas a Google.

Y ahora que te he dejado las tripas encogidas, te cuento algo más.

Mando un correo al día a quienes se suscriben.

Por ahora son unos pocos miles, así que algo interesante debo de contar.

Si quieres averiguarlo por ti misma, te apuntas en el botón de abajo.

Y si luego resulta que me he columpiado y no cuento mas que tonterías, pues con un clic te das de baja.

Piénsalo, igual te estás perdiendo algo.

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