Cómo superar la ansiedad por separación

 

Ay, la ansiedad por separación.

Ese problema que tienen muchos dueños y que sufren muchos perros.

Quedarse solo en casa se convierte en una pesadilla para todos, y ante la frustración de dueños y vecinos y el padecimiento del perro, todo son emociones desbocadas.

Y tú quieres saber qué tienes que hacer para corregir y tratar la ansiedad por separación de tu perro.

En este artículo te explicaré algunas medidas importantes que debes tomar ANTES de aplicar un protocolo de corrección específico para este problema.

Y es que la APS es una alteración tan común que puedes encontrar fácilmente en Internet medidas estándar para aplicar a tu situación e intentar solucionar el problema.

Pero a menudo el hacer solo esto suele fracasar.

Y los dueños no comprenden la razón.

“He hecho lo que me decían, le dejo las luces y la tele puesta, me pongo los zapatos en la calle, y no le digo nada ni cuando me voy ni cuando llego a casa, se ponga como se ponga. Pero no mejora”.

Y la razón es que al hacer esto (y solo esto) estás tratando de simplificar un problema que no es nada sencillo.

Comprender qué pasa, porqué pasa, y qué efectos tienen sobre tu perro las medidas que se pueden adoptar son los primeros pasos a dar para conseguir el éxito en este duro trabajo.

Así que en este post te explico muy brevemente contra qué lucháis (tu perro y tú), y qué medidas debes adoptar antes de plantear siquiera un protocolo estándar.

Que por otra parte deberás adaptar a tus circunstancias y las de tu perro, y comprender bien porqué se hace así y no de otra manera.

Si quieres que el protocolo funcione y no tirar la toalla ante un planteamiento que te obligará a hacer muchos cambios incómodos durante semanas o meses, debes tenerlo todo claro antes de empezar.

Sin una buena motivación y un objetivo claro, junto con un entendimiento profundo de porqué se hace así y para qué se hace así, seguramente abandones al poco de empezar o en cuanto mejore.

Y entonces tu perro volverá a empeorar.

Y lo que es peor, te llenarás de rencor hacia él porque no logras entender porqué se pone así por algo tan tonto como quedarse solo en casa un rato.

Vamos al grano.

¿Qué es la Ansiedad por Separación?

 

Lo primero es entender qué es realmente la APS:

Que un perro ladre cuando te vas no es necesariamente APS.

Que cuando llegues a casa te encuentres un par de objetos hechos pedazos no es forzosamente APS.

Y si hay un pis por aquí y otro por allá, puede que no sea APS.

Así que antes de trabajar en balde, graba un vídeo con lo que ocurre cuando te vas a la calle y confirma que ese es el problema que tiene tu perro, y no otro.

Luego debes entender lo que significa realmente la APS.

Simplificando al máximo, quiere decir “miedo a quedarse solo, aislado”.

Ese miedo puede ir desde cierta incomodidad y nerviosismo, que se manifestaría como deambulación por la casa, algo de babeo, algún que otro ladrido, algún rascado en la puerta o ventana, hasta ataques de pánico descontrolado.

En un ataque de pánico el pobre animal ladra hasta la afonía, pierde el control de los esfínteres, rasca hasta que le sangran las uñas, y seguramente destroce el mobiliario de un modo que ni en tus peores pesadillas creíste que pudiera destrozar.

Hay razas que tienen una mayor representación: están genéticamente predispuestas a este problema.

Y hay otros factores que parecen facilitar su aparición, como la separación temprana de la madre y hermanos (sobre el mes de vida), el abandono (y posterior adopción), o el tipo de manejo cotidiano por parte del propietario.

Tener todo esto en cuenta es importante, ya que juega en tu contra. La genética, las experiencias previas, o el destete precoz son cuestiones que marcan y no podrás cambiar.

Eso no quiere decir que el problema no tenga solución.

Solo lo remarco para que tengas presente que cuantas más cosas puedas cambiar, más sencillo será recuperar a tu perro.

Y si tu amigo tiene muchos antecedentes no modificables, pues tendrás que armarte de paciencia y ser consciente de que te costará más.

También empeora el pronóstico el tiempo que lleve instaurado el problema.

Hay perros que han vivido en chalets y padecen APS desde hace años, pero no era molesto.

Hasta que los dueños se mudan a un piso, y los vecinos se quejan. Los dueños ni sabían que había un problema, y éste lleva mucho tiempo arraigado.

El estado de agitación y miedo demostrado también es importante.

No es igual corregir una APS de un perro que deambula, ladra un poco y rasca otro poco, que la de un perro con verdaderos ataques de pánico.

Valora todo esto antes de ponerte manos a la obra, para tener una idea realista de a qué te enfrentas.

Y ahora, a ayudar a tu amigo.

 

Primer paso: disminuye el miedo en la vida de tu perro

 

A grandes rasgos, lo primero en lo que te tienes que centrar es en reducir el miedo en la vida de tu perro.

Aun no he conocido ningún perro con APS que no fuera además “un perro miedoso”.

Que no presentara otros miedos claros a los que el propietario no ha dado importancia; que si a los cohetes y tormentas, que si a otros perros, que si al camión de la basura, que si a los hombres, que si a los extraños, o a los niños… o a todo a la vez.

Así que si mejoramos su gestión de miedos (en plural) en su día a día, avanzamos en la buena dirección a la hora de pedirle que gestione mejor ese otro miedo, el miedo a quedarse solo. Que es uno más de tantos que tiene.

Por lo tanto, tienes que empezar a trabajar en todas las facetas que se te ocurran y que estén a tu alcance.

Que suelen ser más de las que crees. Para ello tienes que tomarte un tiempo para observar situaciones cotidianas y valorar cómo se siente tu perro al enfrentarse a ellas.

Eso nos incluye a nosotros y nuestros manejos.

Sé que a mucha gente le escuece ver que su mejor amigo le dice que le está asustando, pero es frecuente que nuestros perros nos tengan miedo.

Y eso no puede ser.

Un ejemplo.

Hace un par de meses he adoptado una galguita (la rescataron de la perrera municipal de Valladolid por sacrificio inminente).

Una de las cosas que le asustan es que te muevas hacia ella rápidamente.

Los movimientos bruscos en general.

Le ocurre a muchos perros.

Así que si por lo que sea me aproximo a ella rápido, la acojono.

¿Duele?, pues sí.

Pero ella no me dice “largo, no te quiero que me das miedo”.

Solo me dice “eso que acabas de hacer me asusta”.

Dando pie a un “¿podrías hacerlo de otra manera?”.

Sí, si que puedo.

Puedo moverme despacio a tu alrededor.

Pues perfecto, ¡prueba superada!.

Con esto quiero decir que te fijes al detalle cómo se siente tu perro en cada instante.

Podrás saberlo por su expresión corporal.

Si no sabes nada de comunicación corporal canina, más allá de “si mueve el rabo está contento y si gruñe está enfadado”, tendrás que empezar un escalón más abajo y aprender sobre el tema.

Y es que convives con otra especie.

Debes esforzarte por entender lo que dice cuando se comunica, o la convivencia será imposible.

Por cierto, no es verdad, el perro que mueve el rabo puede estar muy enfadado, y el que gruñe puede estar jugando, 😉

Luego, mejora o modifica o haz desaparecer de la vida de tu perro todo lo que puedas para reducir sus miedos, incluso si es miedo hacia ti.

O especialmente si es miedo hacia ti.

Este primer paso es imprescindible.

 

Segundo paso: aumenta la independencia

 

El segundo paso es aumentar la independencia, la autoestima y la seguridad en sí mismo.

Muchos perros urbanos no van muy sobrados de nada de esto.

Y es que los dueños tendemos a bloquear todo lo que nos molesta o no nos gusta o no consideramos socialmente apropiado por un lado.

Lo cual limita la independencia e iniciativa y reduce la seguridad en sí mismo del perro.

Y por otro tendemos al “pobrecito, no puede hacer esto, ya se lo hago yo”, para cualquier pequeño obstáculo cotidiano, lo cual genera mucha dependencia y baja mucho la autoestima: si te lo tienen que hacer todo, es que eres un inútil que necesita a terceros para que te ayuden y te resuelvan la vida.

Así que de nuevo tienes que hacer autocrítica y valorar cómo reforzar estos puntos.

Hay muchos modos y son pequeños detalles cotidianos que hacen mucho por el perro.

Una anécdota.

Tengo una galga que adopté hace unos 8 años, recogida en un pueblo de Huelva cuando tenía sobre 2 años. Venía con indefensión aprendida: autoestima cero, iniciativa cero, dependencia emocional 100.

De hecho la casa de acogida presumía (sin darse cuenta del error) de que «me sigue por la casa a todas partes”.

Eso es un indicador de ansiedad por separación.

Tomé buena nota.

Me llevó mi tiempo y trabajo desbloquearla para que fuese más autónoma e independiente.

Ahora tiene iniciativas, no muchas, pero tiene. ¡A veces hasta tiene ideas!, 🙂

A menudo sus iniciativas no me gustan una mierda.

Pero me tengo que morder la lengua, pues la perra no podría entender que incentive el tener autonomía, pero luego ponga un filtro y solo permita las iniciativas que me gustan a mí.

Así que he desarrollado una gran práctica en el maravilloso arte de “mirar para otro lado”.

Y la dejo hacer.

Aunque no me guste lo que haya decidido hacer.

Nunca me ha dado un problema por quedarse sola.

Te toca hacer lo mismo.

Si lo que tu perro ha decidido hacer no es realmente peligroso para su integridad física o la de terceros, déjale hacer.

Aunque no te guste lo que hace.

Y si ya no hace nada por sí mismo, tendrás que animarle a que pruebe cosas y que vea las consecuencias (idealmente positivas).

 

Tercer paso: destierra el castigo y el regaño como sistema educativo

 

El tercer paso debería estar incluido en el primero, pero por su importancia lo recalco por separado: hay que dejar de castigar y regañar como medio de educar o de dirigir la conducta del perro.

El castigo funciona poco y mal y a menudo no como los humanos esperamos.

Es popular el perro que hace tal cosa solo cuando su dueño no está delante: se le ha regañado por ello

Pues espera a que no le vean y asunto resuelto

Además el castigo suele tener efectos colaterales muy serios, y lo que es peor, añade mucho miedo y desconfianza hacia quien regaña en la vida del animal.

Eso genera dependencia emocional, a menudo muy intensa: en perros muy sensibles cuanto más se les regaña más dependientes y apegados se vuelven.

¿Problema?, ya no pueden vivir sin ti.

Literalmente.

Y esa dependencia emocional excesiva da pie a la APS.

Si te estás preguntando “¿y entonces cómo corrijo tal o cual cosa en mi perrito?”.

Pues existen otras maneras, pero eso da para un libro, jeje.

 

Cuarto paso: aplica el protocolo de APS

 

Y el cuarto paso, ahora ya sí, es aplicar el protocolo estándar de corrección de la APS, que es un rollo y es aburrido y te complica mucho la vida.

Pero ya lo haces sobre unos buenos pilares emocionales, lo que aumenta notablemente la probabilidad de éxito y acorta los plazos.

Y de hecho, en muchos perros no es necesario tras haber aplicado los pasos anteriores.

Si aplicas lo de salidas falsas y lo de no hacerle caso 15 minutos antes de irte o al llegar a casa y te quedas ahí, me atrevo a decir que el fracaso está garantizado.

Y el planteamiento que has leído es mi modo habitual de trabajar.

No es lanzarse sobre el problema y arrancarlo como si fuera una mala hierba.

No es eso.

Es valorar y entender al perro como un todo, y asimilar la importancia de todo aquello que no parece tener importancia.

Y llevar a cabo acciones pequeñas y cotidianas que van sumando y acercándonos al objetivo.

Sin fuerza.

Sin encierro en jaula.

Sin electrocutar al perro.

Sin regañar, castigar, corregir o inhibir.

Es sencillo.

Aunque no fácil.

Si te interesa y lo necesitas, empieza por apuntarte al correo diario.

Recibes un regalo de bienvenida para mejorar la convivencia con tu perro.

Y un email cada día, con historias que te van a hacer pensar, seguro.

 

error: Este contenido está protegido