Qué hacer con un perro miedoso

Willow es un perro con algunos miedos.

Por si no le conoces, es el husky con el que comparto mi vida ahora.

Según los he ido detectando, le he ayudado a gestionarlos mejor.

A que desaparezcan, no.

A gestionarlos.

Los miedos a menudo están siempre ahí.

Sirven para sobrevivir.

Pero cuando toman el control, sirven para amargarte la vida.

Y eso no es plan.

El caso es que los grandes miedos los tiene bajo control.

Pero de vez en cuando aparece alguno pequeño.

Un día fue hacia un calefactor de aire.

Estaba conectado.

Es un chisme de 3000 vatios con un ventilador.

No es muy grande ni hace mucho ruido, pero le intimidaba un poco.

Lo resolvía rodeándolo cuando estaba encendido.

Apagado no le preocupaba.

Un día estaba yo comiendo, y le di un currusco de pan.

Le gusta el pan, pero como buen husky, no le sienta muy bien, así que solo puede comer un poco de vez en cuando.

Pues resulta que le lanzo el currusco, y mira tú que cae debajo del calefactor.

Que estaba encendido.

Vaya.

No lo hice a propósito.

Es que tengo bastante mala puntería.

Willow fue a por el currusco, y al verlo bajo el calefactor, frenó en seco.

Me miró.

Miró el currusco.

Me volvió a mirar.

Sus ojos lo decían todo.

Ayúdame”.

Va a ser que no.

Los grandes miedos, los que te superan, requieren de ayuda y apoyo para poder dominarlos.

Con los miedos pequeños, puedes tu solo.

En serio.

Yo te acompaño.

Pero tú solo.

Todo eso se lo transmití con ondas telepáticas.

Es lo que hay.

No soy de darle conversación a los perros, prefiero hablarles por telepatía.

Juajuajuajuajua.

No, en serio.

No le dije casi nada, pero si me concentré en esa idea.

Porque así mi cara transmite esa idea.

Solo le dije “puedes tu solo. En serio, prueba. Puedes con ello”.

En voz bajita y con cara de amor.

Eso ayuda.

Y le miré mientras sonreía y me concentraba en esa idea, “puedes hacerlo”.

Él hizo varios intentos.

Fue bastante cómico.

Se acercaba por un lado.

Por el otro.

Daba con la pata en el suelo, pero a 50 cm de distancia, como si así el currusco fuera a salir de debajo del calentador.

Se tumbaba y lo miraba fijamente.

Supongo que intentaba lo de la telepatía.

Pero tampoco funcionó.

Aulló un poco.

Me miró unas cuantas veces.

En una creo que me dijo (telepáticamente) que era una cabrona con pintas.

No estoy segura.

Tengo que mejorar esto de la telepatía.

Finalmente, tras 20 minutos de lucha interior, se acercó despacito al calefactor y “cazó“ el trozo de pan.

Pero lo mejor vino después.

¡¡¡Fieeeeestaaaa!!

Empezó a lanzarlo por los aires, a dar gemiditos de emoción, y a mover mucho el rabo y dar saltitos.

También sonreía mucho.

Igual que yo.

Lo de sonreír, todo lo demás no, que estaba con el postre.

Ahora mis ondas telepáticas decían “estoy muy pero que muy orgullosa de ti”.

No sé si las oyó.

Se comió su currusco de pan.

Y él y su aumentada autoestima se fueron a dormir.

Solo era un trozo de pan.

No se pone tan contento por un trozo de pan.

Fue por otra cosa.

Lo entiendes, ¿verdad?

Estos pequeños detalles cotidianos marca la diferencia.

Yo podría haber sacado ese trozo de pan y habérselo puesto en la boca.

Lanzando un claro mensaje: eres un tonto inútil, tú no puedes hacerlo, ya lo hago yo.

Y todo esto no habría ocurrido.

Y tampoco habrían ocurrido un montón de cosas en su día a día.

No habría mejorado la gestión de sus miedos.

Ni aumentado su seguridad en sí mismo

Ni su autoconfianza.

Ni su iniciativa.

El calefactor seguiría siendo un monstruo extraño e inmóvil.

Pero un monstruo al fin y al cabo.

Y el mundo seguiría girando.

Pero al dejarle hacer, darle tiempo y estar a su lado, ocurrió la magia.

Parece poca cosa, pero no lo es.

Y eso se refleja en su personalidad y en su comportamiento cotidiano en otros ámbitos.

Así funciona la gestión de emociones.

Y así te lo puedo explicar si decides contratarme.

Aunque si lo tuyo es hacer de “apisonadora” para que tu perro no tenga que resolver nada y tampoco tenga autoestima, entonces igual no.

Solo si deseas ver crecer a tu perro.

Y quieres sentirte orgullosa de sus pequeños grandes logros.

Y si has llegado hasta aquí, igual te ha gustado lo que lees.

Pues puedes seguir leyendo, y mucho, si te suscribes al blog.

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