No hacer caso a tu perro es la muerte de la comunicación

Cuando tuve a Greta de acogida pude fijarme en una cosa.

Bueno, me fijé en muchas, pero en esa en particular más.

Greta era una perra estupenda, muy lista y creativa.

A mí me gustaba, podría haberse quedado.

Pero hace tiempo que le pregunto a mis perros por todo.

Bueno, por todo lo que concierne a sus vidas.

(Una vez le pregunté a Brianna por una inversión en bolsa, y no creas, que eligió bastante bien, lo mismo debería hacerle caso).

Eso incluye qué perros entran en casa.

Y qué perros se quedan a vivir con nosotros.

Y Greta no era bienvenida.

Para nada.

No era evidente, ojo.

No le gruñían a cada paso.

Ni le bloqueaban cuando se movía por la casa.

Tampoco le ladraban.

O le intentaban quitar juguetes, comida o cama.

Nada de eso.

Simplemente se comportaban como si fuera invisible.

Como si no estuviese allí.

A cada interacción que Greta iniciaba, resonaba el más amplio eco de la indiferencia.

Si quería jugar, le daban la espalda.

Si quería saludar, miraban para otro lado y le negaban el contacto visual.

Si hacía el payaso para hacerse ver, daba igual, no la veían.

A lo mejor a alguien que no se fije mucho le puede parecer que se llevaban bien.

Simplemente porque no hay ladridos, ni gruñidos, ni peleas.

Pero no.

No se llevaban bien.

Porque lo que tampoco hay es comunicación.

Bueno, la hay, pero es unilateral: Greta comunica, y nadie escucha ni responde.

(Yo sí pero aquí no contaba)

Y eso no es una comunicación muy efectiva que digamos, la verdad.

Así que tenía claro que Greta no se quedaría en casa.

Cumpliría los plazos que marqué para su casa de acogida, y se iría a algún sitio donde no la ningunearan.

Mis perros hablan, y hablan claro.

Y el tuyo también.

Solo tienes que preguntar.

Observar.

Y escuchar.

Y por descontado, hacer caso.

Si no, la comunicación es unilateral, y no es efectiva.

Es muy frecuente que las personas que viven con perros les ignoren la mayor parte del tiempo.

Bien porque esas personas están muy estresadas, y les cuesta mantener la atención.

Bien porque no entienden nada de lo que ven, y por lo tanto pasan de mirar más.

O bien porque han leído o les han dicho en plan profesional que no deben hacer caso a su perro.

Porque entonces él manda.

O domina.

O tiraniza.

O hipnotiza.

Oh

No creo que Greta hubiese vivido feliz en mi casa.

Aunque puedo darle casi todo lo que un perro necesita para ser feliz.

Casi todo.

No puedo darle algo importante: la sensación de pertenecer a un grupo.

Un grupo que te aprecia y te apoya con tus virtudes y defectos.

Con tus días buenos y tus días malos.

Tu idiosincrasia y tu personalidad.

No puedo educar a mis otros perros para que la acepten.

No puedo obligarles a que la escuchen y la aprecien.

No puedo ordenarles que se hagan amigos.

Porque eso no función así.

Las relaciones se crean y se mantienen.

Se cuidan, se miman, se cultivan.

Y para que funcione, tiene que haber voluntad e interés por las dos partes.

¿Qué mensaje crees que recibe tu perro cuando no le escuchas, por la razón que sea?

Que no hay voluntad.

Que no quieres establecer una relación.

Que no sois un grupo aunque viváis bajo el mismo techo.

(Yo vivo bajo el mismo techo que mis margaritas, y francamente, no me hacen mucho caso)

Si no hay una relación todo lo demás sencillamente no funciona.

Es difícil que no ladre, que no tire, que no rompa, que no se encare a otros perros, que se quede tranquilo cuando vas a trabajar, que descanse, que……

Todo es difícil porque tu perro está solo y lo sabe.

Aunque tú vivas con él.

Necesitas urgentemente abrir una vía de comunicación.

Entonces, y solo entonces, todo empezará a mejorar.

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