Sobreprotección en perros
¿Te suena el concepto “crianza helicóptero”?
Es un término muy popular últimamente.
Hace referencia a un tipo de manejo en el que un cuidador se transforma en una sombra de su protegido, dirigiendo constantemente su conducta, estando pendiente de todos sus movimientos y poniendo límites excesivos que le coartan todo tipo de libertad.
“No te metas por ahí que te vas a manchar”
“Cuidado con ese perro que igual te hace daño”
“No toques eso que te puede sentar mal”
“No te acerques a esa persona no vaya a ser que le molestes”.
Frases que se oyen a menudo y que en realidad no tienen significado para tu perro, pero suelen ir acompañadas de conductas de bloqueo físico (con el cuerpo, la correa, sujetando del collar) por parte del humano.
Y eso sí que es importante para él por el efecto acumulativo que tiene en el día a día.
¿Eres un humano-helicóptero?
Un humano-helicóptero es aquel que está controlando constantemente a su perro, le dice cómo, cuándo y a qué debe jugar, qué y cuándo comer, a quién puede acercarse y a quién no, cómo y con qué perros relacionarse, entre otras muchas cosas
La razón para llevar a cabo este tipo de manejo es evitar cualquier tipo de experiencia negativa, tanto a nivel físico como emocional.
Todos sabemos lo que implica el sufrimiento físico o emocional, y es lógico querer evitárselo a quienes amamos, por lo que las conductas cotidianas van dirigidas a conseguir que no sufra por nada, que no se exponga a nada que les pueda causar malestar.
Y para lograrlo se ejerce un control férreo y constante sobre la vida del protegido.
Equivocarse es una vía de aprendizaje
Ensayar conductas, fracasar e intentarlo de nuevo, las pequeñas frustraciones cotidianas, alguna que otra tristeza o decepción….. son grandes maestros para la vida.
No son amenazas para la existencia, pero permiten valorar las cosas y luchar por conseguirlas.
Al no permitir ningún tipo de ensayo y error, no se puede aprender de los fracasos ni se incentiva la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas, por lo que se genera una personalidad insegura y dependiente.
También es frecuente la influencia social, si ves a otros ejercer este tipo de cuidado, piensas que es el modo lógico y correcto, y que si no lo haces es que eres dejado o irresponsable o que no te importa nada.
El sentimiento de culpa puede llevarte a pensar que no lo haces bien si no sobreproteges.
Por cierto, estoy hablando de perros, 🙂
Y es que a nivel emocional, hay muy poca diferencia entre perros y niños de corta edad en lo que a desarrollo y crecimiento se refiere.
Y por miedo o por desconocimiento, a menudo se intenta educar a un perro como se educaría a un niño, por lo que la sobreprotección es un problema frecuente también en el mundo canino.
Y el problema aparece cuando las personas se dejan arrastrar por el miedo a “lo que podría pasar” y se toman decisiones para evitar todo potencial mal, sin valorar siquiera cómo de malo es lo que “podría” pasar.
Y sus consecuencias
El animal así manejado empieza a su vez a sentir miedo de tomar sus propias decisiones por temor a equivocarse, a no saber qué hacer, o simplemente a que se le llame de nuevo la atención o se le corrija o inhiba de nuevo.
El fracaso y los desafíos sirve para aprender a desarrollar habilidades físicas, sociales y emocionales, y les enseñan a los perros a resolver problemas y conflictos cotidianos.
Cuando un perro convive con un humano-helicóptero, su confianza y autoestima caen en picado.
El mensaje que recibe alto y claro es que no es capaz de hacer nada por sí mismo y que los humanos a los que quiere no confían en él.
Otra consecuencia importante es la falta de desarrollo de habilidades sociales, hacia otros humanos y hacia los demás perros, por lo que es la persona que le acompaña quien tiene que resolver cualquier encuentro y dirigirlo todo.
Entramos así en un círculo vicioso, en el que el perro no aprende a manejarse en situaciones corrientes porque se le dirige a cada paso, y hay que dirigirle a cada paso porque él solo no sabe hacer nada (ya que se ha bloqueado el aprendizaje)
Los perros deben exponerse desde cachorros a dificultades, pequeñas frustraciones, problemas que puedan resolver (o a veces no)….. situaciones cotidianas en las que tú debes ser su apoyo y su referente, pero no dárselo todo masticado y hecho.
Los humanos sobreprotectores y ultracontroladores tienen un efecto muy negativo sobre el desarrollo emocional y conductual de sus perros.
Este exceso de protección y control termina por reducir la capacidad del perro para establecer relaciones tranquilas con otros perros, para saludar o jugar con calma con otras personas, o simplemente para comportarse con naturalidad y autocontrol en situaciones cotidianas.
Se anula además capacidad de desarrollar mecanismos de resolución efectivos para enfrentar conflictos y tratar con los estresores de la vida cotidiana
La respuesta que genera en el perro este tipo de manejo es variable en función de distintos factores
Algunos presentan un alto grado de frustración (que no saben manejar) por todo lo que quieren pero no pueden hacer
Otros se vuelven apáticos ante su entorno y no tienen iniciativa ninguna
Y los hay que se “rebelan” mostrando conductas de agresión hacia sus cuidadores.
La ecuación entonces es “humano sobreprotector = perro que no sabe manejar sus emociones”.
Y esto deriva en conductas excesivas y desproporcionadas que todos conocemos, como hiperactividad, destructividad, ladridos descontrolados, ataques a otros perros, a niños, a desconocidos….. entre otros muchos problemas.
¿Y qué puedes hacer entonces?
Así que una de las opciones para no terminar ahogando a tu perro es ser solo su guía, no su colchón ante el mundo.
Permitirle que se enfrente a los problemas sin interferir ni solucionárselo todo para que pueda conseguir los objetivos por sí mismo.
Otra opción es ser un buen ejemplo, aplicando en ti misma estrategias de resolución positiva a la hora de manejar las emociones y comportamientos propios cuando estás enfadada o asustada.
Es un trabajo duro.
Lograr el equilibrio adecuado entre «no le dejo hacer nada por si acaso» y «ni le miro que haga lo que le dé la gana y él verá» es complicado.
Acompañar y guiar sin interferir, ayudando solo cuando realmente necesario, es todo un arte que puede aprenderse.
Y es una de las ideas que se aplican en la educación canina amable
Si quieres más ideas en esa línea, envío cada día un correo a mis suscriptores.
Y para suscribirse, solo hay que darle a este botón:
Un artículo muy interesante que me ha hecho reflexionar. Hasta cierto punto sí que puedo verme reflejada, aunque intento superar mis miedos y no ser demasiado controladora. Mi perro, Rufus, es en realidad muy sociable con la mayoría de los perros, y con todos los humanos que estén dispuestos a prestarle atención. Sin embargo, hay algunos perros concretos ante los que parece otro, y les ladra de manera descontrolada (en muchos casos sin tan siquiera conocerlos, ni haberlos tenido cerca), y en alguna ocasión se ha tirado a algunos perros a los que estaba saludando aparentemente de forma normal, sin que yo haya visto ninguna señal de que iba a hacerlo (seguro que la hubo pero yo no la identifiqué). He de decir que en ninguna de estas ocasiones les hizo a los otros perros daño, fue más el ruido que las nueces. La cuestión es que esto ha hecho que ahora, cuando veo acercarse un perro con el que vamos a cruzarnos, quizá yo no esté tan relajada como debería.
En todo caso, muy buen artículo que me ha hecho pensar!
Hola, Marta. Muchísimas gracias por tu comentario, es muy interesante y aporta mucho. Pones de tu parte y eres consciente de que tu actitud es importante, y eso es un gran paso. Las reacciones de Rufus pueden deberse a algo que percibe en el otro perro (comunicación corporal). Puedes dedicar esfuerzo en fijarte en qué hace el otro perro (o incluso el otro dueño) antes, y tratar de establecer un patrón para determinar qué tipo de perros no le caen bien. Seguramente sean perros que emiten señales de miedo intenso o de amenaza, y eso a su vez intimida a Rufus. Otra opción, si las reacciones son aleatorias, es que el problema esté en Rufus. Cuando hay un problema de salud o algún punto de dolor, una manera muy común de manifestarlo no es quejándose, sino mostrándose hostil con algunos perros. Y finalmente, aunque no nos guste, un perro sociable no tiene porqué llevarse bien con todos los perros, y si alguno no le cae bien o no le gusta, simplemente se lo dicen. A los humanos nos molesta, porque la sinceridad en el fondo no es muy apreciada (la hipocresía es corriente, y mentir lo hacemos todos constantemente), pero los perros le dicen a los demás cómo se sienten y cómo les hace sentir el que tienen delante, tanto si el otro les gusta como si les molesta. Son transparentes, 🙂 Tú misma has visto que físicamente no hay daños, solo se «insultan» en voz alta. Espero hacerte pensar (y observar, observar mucho) un poco más con este comentario, 😉
Gracias Irene, en eso estamos, en aprender a observar y entender las señales de mi perro, que poco a poco voy aprendiendo a descifrar. Me parece muy interesante lo que dices de que esos perros a los que les ladra Rufus pueden emitir señales de miedo intenso o de amenaza (señales que yo, como humana, no llego a percibir). Lo digo porque hay un caso concreto, de un Border Collie, que es muy curioso. Este perro suele ir con un señor que es muy autoritario, lo tiene super controlado y le grita (antes incluso llevaba un palo… no se si le pegaría con él). El caso es que a Rufus le provoca una reacción exagerada, le ladra en plan «psico-killer» cuando nos cruzamos con él. Lo que me llama muchísimo la atención es que, a veces, ese mismo perro, va con una chica (creo que es la hija del señor), y cuando va con ella, Rufus, o no le ladra en absoluto, o le ladra muchísimo menos. Mi conclusión ante esto es que la culpa la tiene el señor, puesto que cuando es él el que pasea al perro, éste debe ir muy en tensión y eso se lo transmite a Rufus. Puede que con otros perros suceda lo mismo.
Otro punto interesante es lo que dices sobre que un perro puede mostrarse hostil hacia otros perros por culpa del dolor. Rufus vino a mi casa con casi dos meses, y tenía las patitas mal, las de atrás no le sostenían y se arrastraba. Nació en una camada muy grande y se ve que él era el que menos comía, así que tuve que darle Cosequin durante varios meses, para que las articulaciones se le desarrollaran bien. Ahora, de vez en cuando le doy condroprotectores, pero a veces noto que le duele y le tengo que dar algún anti inflamatorio. Es posible que en ocasiones esté más fastidioso porque le duela.
Para acabar, creo que mi estado de ánimo también puede influirle mucho, porque los días que yo estoy cansada, estresada o deprimida, siempre suele portarse peor, y no puede ser casualidad. Imagino que le transmito yo «malas ondas». Esto lo noté muchísimo hace tres años, cuando murió mi padre… supongo que, además, también le echaría él de menos, ya que vivía con nosotros. Un saludo!
Pues lo has clavado, Marta. Muchísimas gracias por contar tu caso, seguro que ayuda a otros. Rufus tiene mucha suerte, eso lo tengo claro. El detalle que has explicado del border collie deja muy claro lo importante que es la persona que acompaña al perro (el palo suele ser para el propio, por si ladra o gruñe, pero a veces es para el perro de los demás). El border estará mucho más a gusto con la chica, y eso lo comunica, cuando va con el señor va mal, amedrentado, y también lo comunica. Rufus es sincero, no tiene nada contra ese perro, simplemente unos días le dice «hoy voy bien», y otros le dice «ni te me arrimes que la tenemos», y Rufus actúa en consecuencia.
Luego añades que efectivamente hay malestar articular. Eso influye, y mucho. No tiene porqué quejarse, porque será un dolor sordo, crónico una molestia que unos días apenas se note, y otros le haga sentir mal, y no quiere que otros perros se acerquen, solo que le dejen en paz.
Finalmente, por supuesto que tu estado de ánimo es decisivo. Un perro acaba siendo un reflejo de nosotros mismos, de cómo somos, de nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestro estrés, nuestros enfados. Y también de nuestra alegría, nuestra calma, nuestro saber estar…. si queremos que refleje esto último, nos toca esforzarnos, y si refleja lo primero, más que recriminárselo o preguntarnos «¿qué hago para que deje de portarse así?», debemos centrarnos en modificar nuestro estado de ánimo y nuestras propias emociones. Así ´nuestro perro podrá mostrarle eso al mundo, 🙂
Pues sí, eso me digo yo a mí misma, que tengo que modificar mi propio estado de ánimo, pero claro, eso a veces no es sencillo. Si es que al final, un perro te hace reflexionar mucho sobre ti misma, e incluso crecer como persona: eso es algo que tengo que agradecerle a mi Rufus, que al final me está haciendo aprender mucho sin él saberlo.
Lo que a mi me encantaría es poder estar en su cabeza durante un día, para poder entender cómo se siente, y por qué tiene ciertas reacciones. Ay, si los perros hablaran…. jajaja.
Otra cosa, es cómo hay que actuar cuando tu perro se pone a ladrar descontroladamente a otro: ¿debes corregirle, o es mejor intentar mantener la calma y dejarlo hacer, aunque el resto de la gente te mire mal? el otro día un señor se puso a darle rodillazos a su perro porque le ladró a otro que pasaba… el perro dejó de ladrar, pero me da la sensación de que esa manera de actuar lo único que hará, a la larga, es empeorar el problema.
Marta, es un placer leerte, en serio. Tienes las ideas claras y eres muy observadora, eso te ayudará mucho con Rufus. Y no, modificar nuestro estado de ánimo no es que a veces sea difícil, es que es difícil muy a menudo. Pero si no somos capaces de calmar nuestros enfados, aparcar nuestro estrés o controlar nuestro miedo, ¿cómo vamos a pedirle a nuestro perro que lo haga?. Es subir mucho el listón. Y totalmente de acuerdo, esforzarte por ayudar a tu perro nos hace mejores personas.
Los perros hablan, constantemente. Te recomiendo que profundices en la comunicación corporal canina, porque si bien no te dirán claramente el porqué, si te dirá a cada momento cómo se siente. Solo tienes que seguir observando….
Tu duda es muy acertada. La política general es la de corregir, bloquear, regañar….. pero eso se hace por un lado por no saber qué está pasando realmente, por otro por interpretar la situación desde un punto de vista humano, y como mencionas,, para evitar que la gente te mire mal «porque no haces nada». Cuando tu perro ladra a lo loco, está expresando emociones. ¿Tiene sentido corregir o regañar una emoción?. No. De hecho, como suele expresar emociones negativas, al bloquear o corregir aumentamos estas emociones. Durante un momento parece funcionar (el perro deja de ladrar), pero en seguida vuelve a empezar, y cada vez empeora más (sus emociones son aun más negativas porque encima no recibe apoyo ni comprensión, solo enfados). Además, en el caso que comentas, el perro deja de ladrar, pero sus emociones no han mejorado. Lo mejor que puede pasar es que ladre más la siguiente vez. Lo peor, que se quede callado. Porque su dueño acaba de interrumpir una comunicación, por mucho que no nos guste. Ese perro pide espacio al resto del mundo. Y con suerte, el resto del mundo se lo da. Si deja de ladrar, pero sigue encontrándose a disgusto, otros le invadirán el espacio PORQUE ÉL NO AVISA DE SU INCOMODIDAD. Lo siguiente que ocurre es que alguien se llevará un mordisco, ante la sorpresa de todos porque «no avisó». Bloquear a un perro que ladra (o gruñe) para que se calle, sin incidir en las razones por las que lo hace, es como tapar la válvula de una olla a presión porque nos molesta el pitido, sin prestar atención a porqué pita.
Si te ves en la situación de tener que hacer algo (a menudo no hacer suele ser la mejor opción, estas situaciones suelen resolverse solas en poco tiempo), mejor que corregir es darle una alternativa a Rufus: opción para salir de la situación, para alejarse del contexto. Si está atado, puedes animarle a que te siga y continuar andando….quizá ni te oiga, no importa, camina lenta y firmemente y te lo llevas contigo, ojo, sin dar tirones. Si está suelto, alejarte un poco en una dirección que él pueda tomar (que no implique pasar por encima o muy cerca del otro perro) y llamarle con voz suave y una sonrisa, para quitarle hierro ala situación. Es posible que no te escuche si está muy subido de tono, pero posiblemente si vea que te alejas, y eso le permite a él elegir otra opción (alejarse contigo) en lugar de quedarse ahí ladrando.
Muchas gracias por tus consejos, Irene. Quiero ir aprendiendo a descifrar la comunicación corporal de los perros, pero supongo que eso es cuestión de observar mucho y de tiempo. Rufus es el primer perro que he tenido, llevamos juntos cinco años y, aunque reconozco que ahora sé mucho más que al principio, aún me queda mucho que aprender 🙂
Hola Irene, llegué a tu blog casi por casualidad y, la verdad, me siento reflejadisima en este artículo.
Adopté a Max hace ya 8 años y, sin querer, (supongo q porque soy un tanto «helicóptero» y porque me faltaba muchísima información), conseguí convertirle en el «chungo» del barrio.
Al darme cuenta de q algo no iba bien, empecé a leer, ver y escuchar todo lo q caía en mis manos relacionado con la educación y el lenguaje canino. Asistí a charlas, hice cursos y un largo etcétera.
He hecho muchos progresos con él y estoy relativamente contenta, porque al menos, hemos conseguido convivir en paz con un alto porcentaje del mundo canino (hubo un tiempo en q no hubiese apostado x ello), pero, como tú dices, echo de menos q mi perro sea más perro, pero no sé cómo solucionarlo xq es como si me pidiera permiso para casi todo.
En resumen, tras 8 años, sigo aprendiendo cada día y solo espero no cometer los mismos errores con mis próximos perros. Ha sido un placer leer tu blog. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto leyendo artículo de este tema. Saludos. Lourdes
Hola, Lourdes:
Muchísimas gracias por tu aportación, seguro que ayuda a más gente que está pasando lo mismo que tú.
Tu evolución es muy positiva, y eso es genial. Vale, le causaste problemas a Max, pero en lugar de culpabilizarle o de «someterle» como hace mucha gente, te pusiste en marcha para aprender, comprender y cambiar vuestra relación.
Y como dices, has mejorado mucho. Y lo mejor, ese aprendizaje te lo llevas para otros perros. Que tendrán sus particularidades, pero tu experiencia te será muy útil, cometerás otros errores, no los mismos, 🙂 Todos estamos aprendiendo todos los días de cada perro que se cruza en nuestra vida. Eso es lo bonito, siempre aprendes cosas.
En cuanto a lo de pedirte permiso y ser menos perro. No sé si puedo aconsejarte sin conocer más detalles sobre su manejo actual, pero en general un perro que pide permiso para todo suele ser por inseguridad propia (o por miedo de que se le vaya a regañar por hacer cosas por cuenta propia). En esos casos ayuda mucho plantearse un rato al día de juegos-reto.
En un juego-reto le proponemos al perro un juego, que debe ajustarse a sus posibilidades (si no puede con él, su autoestima baja en lugar de subir y lo estropeamos más). Normalmente consiste en resolver un pequeño problema para conseguir una golosina. Por ejemplo, un juego sencillo sería colocar un trapo en el suelo, y en el centro del trapo (pero debajo) un trocito de queso, jamón, chorizo o similar. Algo rico y que huela mucho.
Para que sea totalmente eficaz, se hace el juego en un momento en que Max esté tranquilo, y en entorno conocido (en casa para empezar). Luego tú simplemente te quitas de en medio, te sientas y le sonríes, sin decir ni hacer nada. Él debe ocuparse a su manera, sin reglas ni pistas ni ayudas. Tiene todo el tiempo del mundo. Si se bloquea o ni lo intenta, el listón está muy alto. Colocar entonces la golosina cerca del borde del trapo (pero debajo) para que sea mucho más fácil.
Suena tonto pero hay perros que tienen problemas para resolver esto, por miedo a hacer nada por su cuenta. Se puede repetir el juego en distintos días hasta que le salga solo, y entonces practicar otros juegos que sean cada vez un poco más complejos.
En todos ellos tú solo presentas el juego, sin decir nada, te quitas de en medio, y le dejas hacer. Si no no funciona bien.
El clicker es también una buena herramienta en estos contextos. Se puede jugar a «haz algo». Y premiar CUALQUIER cosa que haga. Y por cualquiera se incluye mover una oreja, girar la cabeza o agitar el rabo. Lo que sea. La idea es animarle a tener iniciativas, las que sean por simples que resulten. Que se atrevan a hacer cosas y comprueben que las consecuencias son positivas. Y que no vas a interrumpirle ni a impedirle que tenga ideas propias. Lleva su tiempo, pero es una gran ayuda.
Un abrazo