Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.” (A. Einstein)

 

Los seres humanos seguimos unos patrones en el proceso de aprendizaje de nuevas habilidades, debido al modo en que está organizado nuestro cerebro.

Por la misma razón, también cometemos una serie de errores de modo reiterativo, al desconocer total o parcialmente la materia en la que estamos trabajando (en este caso, la convivencia con una mascota).

 

¿Por qué mi perro no obedece?

 

Nos viene de serie.

Pero si nos empeñamos en perpetuar estos errores, no avanzaremos en el aprendizaje, y la convivencia se deteriorará.

Una de las consecuencias inmediatas es que tu perro tenderá a alejarse de ti, o a prestarte poca atención cuando le pidas algo.

Así que si deseas mejorar la obediencia de tu perro, tendrás que empezar por hacer algo de autocrítica y ver qué puedes mejorar en tu propio comportamiento.

Por lo tanto, si te reconoces en alguna de estas frases, ponle remedio y mira cómo tu perro agradece tu nueva actitud.

Usas su nombre para todo

 

Es muy frecuente que el nombre de nuestra mascota signifique algo más que una llamada de atención, según nuestro tono de voz y el contexto en el que lo empleemos.

Sin embargo, pedirle al animal que capte estos matices es ponerle el listón MUY alto.

“Toooobyyyyy” con voz melosa y “¡¡¡¡¡¡TO-BY¡¡¡¡¡”, dicho con la cara muy roja, significan exactamente lo mismo.

Nada.

Recuerda que si deseas charlar con tu perro, estupendo.

Pero si lo que esperas es una respuesta por su parte, usa su nombre como una manera de indicarle “eh, te hablo a ti, lo que venga después de tu nombre es para tus orejitas”.

Si no, ese nombre pasará a formar parte del eterno ruido de fondo que nuestras mascotas tienen que aguantar de los verborréicos humanos, en el mejor de los casos.

En el peor, será la señal para huir de nosotros (por nuestras inconstantes reacciones en relación a esa palabra).

Hablas mucho y das explicaciones para todo

 

Los seres humanos hablamos, y mucho.

Para expresar ideas, y también sentimientos o emociones.

Y a menudo no decimos nada interesante, pero da igual.

Hablamos de todos modos.

Es frecuente que los dueños se tomen su tiempo para explicarles a sus perros, con todo lujo de detalles, lo que van a hacer, lo que esperan como respuesta, lo que va a pasar o ha pasado, o el tiempo que hace en la calle.

No tendría nada de malo si no esperaran comprensión de los detalles por parte de su animal.

Y lamentablemente, mucha gente está convencida de que, en realidad, su perro sí entiende todas esas aclaraciones.

Y cuando las conductas de dicha mascota contradicen este hecho, la explicación empieza a tomar derroteros peligrosos (“lo entiende pero se está vengando”, por ejemplo).

Si hablamos (mucho) menos y somos más concretos (los perros sí pueden establecer patrones y asociarlos a determinados sonidos/palabras, con bastante facilidad), y sobre todo, si empezamos a ser conscientes de nuestra expresión corporal y de cómo nuestro animal sí la entiende y se fija en ella, nuestra relación mejorará sustancialmente.

Gritas

 

Por costumbre, porque pensamos que no nos ha oído la primera vez, por frustración, o por enfado.

Es habitual gritarle a los perros.

Independientemente de la reacción que esperemos por su parte con esta acción (a menudo emocional e inconsciente), la respuesta más habitual del perro suele ser la huida.

Nuestro amigo se aleja de nosotros, por si acaso.

Si es lo que queremos, bueno.

Pero no aprenderá las conductas correctas por ello, solo a tenernos miedo.

Le enseñas posturas como si fuera un muñeco

 

Es una manera corriente de “educar” a un perro para realizar ejercicios básicos, como tumbarse o sentarse.

Suele generar resistencia, a veces miedo y agresividad defensiva, o bien pasividad (para dejarse manipular).

Si se produce el aprendizaje de la postura deseada, éste suele ser lento e inseguro, y además se tarda bastante en lograr la asociación “orden = posición concreta”.

Es un sistema más que superado, no lo uses, tu perro no es un muñeco articulado.

Piensas que «lo sabe» porque lo ha hecho cuatro veces

 

Cuando un animal debe aprender una asociación que inicialmente no le supone ninguna ventaja especial para su supervivencia, tiene que realizar un gran esfuerzo.

Para un perro, las palabras “sienta” o “ven aquí” no tienen un significado especialmente importante, aunque se las hayamos repetido 20 veces.

Si mediante buenas maneras hemos iniciado la asociación, debemos trabajar mucho más para mantenerla en el tiempo y el espacio (y generalizarla).

El burro puede soplar la flauta una vez, y nadie piensa que sepa tocar.

Y si lo consigue 3 veces seguidas, nadie pensará que haya aprendido.

Simplemente, sigue siendo casualidad y oportunidad.

Hay que trabajar mucho y bien para consolidar una buena obediencia, no le eches la culpa al animal por haber iniciado el trabajo y luego haberle dejado solo.

Lo ves todo en términos de dominancia

 

Un clásico vuelto a poner de moda.

Cuando algo, lo que sea, en nuestro perro nos contraría, se recurre a este manido argumento.

Que ni explica nada, ni resuelve ningún problema.

Olvídate de este asunto.

Para siempre.

Y empieza a trabajar punto por punto todo aquello que no va bien entre tu mascota y tú con conceptos más realistas y prácticos.

Castigas, regañas, corriges

 

Por todo, a todas horas.

Probablemente es una cuestión cultural: así es cómo nos educamos unos a otros, por lo que tiene sentido usarlo en nuestras mascotas.

A menudo también es por desconocimiento de otras opciones.

O por frustración.

O por todo a la vez.

Es hora de dejarlo.

Funciona mal o no funciona en absoluto en la mayor parte de las situaciones.

Deteriora la relación con nuestro amigo.

Nos agota y nos hace sentir mal.

Y genera miedo y agresividad.

No hay nada positivo que decir sobre este tema, así que destiérralo de tu vida (y de la de tu perro), todos saldréis ganando.

Impides un paseo satisfactorio

 

Mucha gente saca a su perro a la calle para “que haga sus necesidades”.

Algunos lo sacan para que haga ejercicio (militar).

Idealmente, el perro debería salir a la calle para poder relacionarse con su entorno.

Para quemar energías.

Para satisfacer ciertas necesidades (que son algo más que hacer pis y caca).

Para jugar, con su dueño, otras personas y otros perros.

Para cavar hoyos.

Para oler el mundo.

Para dejar marcas de olor para otros.

Para perseguir mariposas y mordisquear palos.

Para chapotear en los charcos o revolcarse en la hierba…..

Para disfrutar del mundo, en resumen.

Si la salida es muy breve (“pis y a casa”), o la correa muy corta (tirones constantes), o se usan collares negativos (constantemente estrangulado), o no se le permite pararse, cambiar de ritmo, ni oler nada o hacer ninguna otra cosa que no sea caminar a gran velocidad, estamos impidiendo el desarrollo de muchas conductas NECESARIAS para el equilibrio mental y físico de nuestro perro.

Debemos tomarnos el paseo como un placer, pero también como un deber para con nuestro amigo, y planificarlo con tiempo, de modo que podamos jugar y dejarle jugar.

Pararnos y caminar deprisa

Tomarnos un rato en oler una farola o en mirar fijamente un árbol.

Saludar a los que se cruzan en nuestro camino.

Y entre medias, un ratito para hacer pis (sin tener que caminar a tres patas mientras tanto).

Si no lo hacemos así, el paseo se vuelve en nuestra contra, hasta el punto que hay perros que “no quieren salir a la calle”.

Ellos saben por qué.

Y ahora tú también: soluciónalo.

Un paseo bien hecho, con correa larga (mínimo 2 metros), collar cómodo (fijo y ancho) o mejor arnés, y tiempo y calma mejora o soluciona por sí solo muchos problemas de comportamiento. 

¿Qué tal?

¿Te sientes más cómoda con estas ideas que con lo que has estado haciendo hasta ahora?

Si todo esto tiene sentido para ti, puedo enseñarte más cosas enviándote un correo diario, y un regalo de bienvenida.

Cosas útiles, que te ayuden a comprender a tu perro. 

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