Si le das suficientes premios, hará lo que tú quieras. O no

 

Hay una teoría económica que dice que existe un interés financiero como causa primera de todo comportamiento humano.

Dicho así suena un poco radical, pero oye, yo de economía no sé nada.

La idea es que hacemos las cosas por dinero.

Y cuanto más dinero hay de por medio, más nos interesa hacer lo que sea.

Partiendo de esta premisa, el economista Félix Oberolzer-Gee (de la Escuela de Negocios de Harvard) quiso hacer un sencillo experimento para comprobar su veracidad.

Se fue a sitios donde la gente hace cola para acceder a un sitio o para pagar algo, y les ofreció dinero para poder colarse.

Tras repetir esta acción unas cuantas veces, iba aumentando la cantidad de dinero que ofrecía, y anotaba los resultados.

Cuando ofreció un dólar, la mitad de los abordados le cedían su espacio.

Cuando dio 3 dólares, el número de personas interesadas subió al 65%.

Y llegó al 75 % quienes le dejaban pasar cuando ofrecía cantidades entre 5 y 10 dólares.

Bien.

Teoría comprobada, ¿no?

Pues no.

Aparentemente ha funcionado, según sube el incentivo económico más gente estaba dispuesta a dejarle pasar.

Pero el dato que no encaja es este: casi nadie tomó el dinero que Félix les daba.

Le dejaban pasar.

Pero no aceptaban el dinero.

Qué curioso.

A más de uno se le fundirían los plomos ante esta situación, especialmente si piensa que la razón última de todos nuestros comportamientos es la obtención de dinero.

Porque el hecho de que el número de personas que le dejaba colarse aumentara al subir la compensación no supuso que el número de personas que aceptaban el dinero también aumentase.

Así que lo mismo hay que buscar otra motivación intrínseca en el tema de las conductas humanas.

No sé si en todas, pero sí en este caso.

Resulta que se pongan como se pongan los creadores de las teorías económicas, llevamos cientos de miles de años evolucionando.

Y eso del dinero es un invento bastante reciente.

Así que nuestra programación cerebral por defecto no lo incluye entre sus parámetros a considerar.

¿Sabes qué sí incluye, y traemos de serie?

El deseo de ayudar y cooperar con otros.

Cuando alguien nos pide ayuda, y está en nuestra mano ayudarle, tendemos a hacerlo.

Sin esperar nada a cambio.

Al menos no dinero.

Nos sentimos bien cuando ayudamos a otros que nos necesitan.

Cooperar sí tiene sentido desde el punto de vista evolutivo.

Hacerlo todo por dinero, pues no mucho.

Así que resulta que lo de ayudar y cooperar nos sale solo.

Bueno, igual estás pensando en esa persona que no ayudaría a otros ahí se les esté quemando la casa.

De todo tiene que haber.

Pero en principio, como especie, funcionamos así.

Y otra curiosidad: los perros funcionan igual.

Tienden a cooperar y ayudar cuando está en su pata hacerlo.

Les gusta.

Lo buscan.

Habrá individuos que pasen de todo, claro.

Pero como especie, así son.

Esto no es solo muy útil para el día a día de actividades junto a un perro.

Es tremendamente importante para la convivencia con cualquier perro.

Saber esto y aplicarlo.

Tu perro quiere cooperar.

Quiere llevar una vida agradable y cómoda y segura a tu lado.

Solo hay que sacarse de la cabeza la idea antropomórfica de que en realidad somos seres de luz que existen para dominar y mangonear a los perros.

(Y que los perros fueron creados para que los domináramos y los mangoneáramos)

Y pensar y actuar en términos de convivencia cooperativa.

Cuesta, ojo, porque socialmente nos llevan condicionando en otro sentido toda la vida.

Pero se puede.

Y cuando lo consigues, todos esos problemas de conducta que en realidad pueden no ser tales, mejoran mucho.

O desaparecen.

Pero lo mejor es que entonces tu perro es feliz, autónomo y confiado.

Y tú, pues cómo vas a estar, si ves a tu perro feliz a tu lado.

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