Si quieres educar como lo hacen los perros, es así

 

Mi tía tenía un perro que se llamaba Yuri, un pastor belga malinois bastante grandote.

Esto es de una época en la que lo único que yo sabía de perros era que me gustaban mucho.

Pero mi tía sabía más o menos lo mismo que yo.

Así que Yuri estaba un poco de aquella manera.

Tiraba de la correa como un buey.

Cuando le soltaba, desaparecía y no obedecía una mierda.

En casa había destrozado un par de sofás.

Por las mañanas, te saltaba encima mientras dormías a las siete de la mañana sin falta.

Tanto si era martes como si era domingo.

¿Quién quiere un despertador teniendo un perro tan encantador como ese?

Hasta aquí todo en orden.

El caso es que me contó una anécdota de un día que estaban dando un paseo.

Como ella vivía junto al parque del Retiro, en Madrid, pues iba mucho por allí a pasear.

De día o de noche.

De noche era porque en invierno oscurece pronto, no porque mi tía buscara los problemas a propósito.

El caso es que llegaba al parque, soltaba a Yuri, y patas para qué os quiero.

Una tarde de invierno, ya oscura, mientras mi tía caminaba por un sendero del parque, le salió al paso un señor.

Uno que iba bastante borracho.

Tan borracho que le costaba caminar derecho.

Y no se le entendía muy bien cuando hablaba.

Pero como lo que llevaba en la mano era una navaja, pues al farfullar algo sobre dinero, el mensaje estaba bastante claro.

Curiosamente mi tía estaba preocupado por ese señor.

Mucho.

Hasta el punto de que le pidió por favor que se fuera.

Oye, márchate, en serio, que no sé dónde está mi perro y no le controlo nada, es peligroso, es mejor que te marches”

«Pero qué me estás diciendo tía que me des la pasta joder”

«Vete, de verdad, que no sé dónde anda el perro pero seguro que está cerca y…..»

Y Yuri apareció como en las películas de perros policía, saltando por encima de un arbusto, derecho a la yugular del señor.

Con la boca abierta, los colmillos al aire, y una mirada fría y dura.

Para que lo sepas, te hayan dicho lo que te hayan dicho, no hay nada mejor que un buen chute de adrenalina para quitar una borrachera de golpe.

La amígdala del señor tomó el control, y en 0,12 segundos activó todas las alarmas, obligando a sus piernas a dar dos pasos hacia atrás.

Gracias a eso las mandíbulas de Yuri chascaron en el aire.

“Te juro que oí como chascaban los dientes, qué sudores, pensé que le enganchaba del cuello y lo mataba allí mismo”

Pero no ocurrió eso.

Mi tía logro sujetarlo del collar en cuanto Yuri puso las 4 patas en el suelo, y lo retuvo mientras el animal ladraba de ese modo que solo los malinois saben hacer

(Bueno, y algunos pastores alemanes)

Enseñando hasta las muelas carniceras con cada ladrido, y escupiendo saliva en cada “guau”

El señor, ya recuperado de su borrachera, seguía reculando, olvidada la navaja, mientras exclamaba

“¡Ese perro es muy peligroso, señora, le voy a denunciar, casi me mata el cabrón!”

Jajajajajajaja.

Bueno.

Obviamente mi tía nunca recibió una denuncia por este episodio, claro.

Pero es curioso cómo, a pesar de tener sus propios problemas de estrés y una cierta desproporción en sus respuestas, Yuri hizo lo que hizo.

Vio a su humana preocupada y asustada, gritándole en mitad de un parque a otra persona.

Y no la regaño por ser una maleducada.

Ni la ordenó que se callara.

Tampoco le dio mordisquitos para que siguiera caminando e ignorara al estímulo/señor.

Yuri vio miedo, y se interpuso entre la causa y su humana.

Vale, no estuvo muy fino, podría haber sido una catástrofe.

Pero lo hizo lo mejor que supo.

Pensó en su  humana y en el miedo que sentía, y la protegió.

Alejando aquello que la asustaba.

Si quieres educar a tu perro “como lo haría otro perro”, este es el modelo a seguir.

El de Yuri.

No el que te cuenta el Tonto Alfa.

El de Yuri.

Aunque ayuda mucho que primero resuelvas tus propios problemas y tu estrés.

Así tus respuestas serán algo más moderadas.

Si te sientes ansiosa, o frustrada, o irritable, o demasiado sola cuando paseas con tu perro, primero hay que abordar eso.

Y luego mirar a tu perro, y verte reflejada en él.

Así te será más sencillo entenderle.

Y protegerle cuando en su cabeza los demás perros o las demás personas le saquen una navaja.

Si no sabes por dónde empezar, apuntarte al blog es un buen primer paso. 

Te envío cada día una historia como la que acabas de leer, además de una guía para mejorar vuestra convivencia.

Si lo que lees por aquí te gusta, lo que te mande al buzón te gustará todavía más.

Por el botón

error: Este contenido está protegido