Ser un perro educado no es ser un perro feliz

 

Igual no te has fijado, pero existen unas cuantas corrientes en lo que a escuelas de adiestramiento y educación canina se refiere.

Ya sabes, como las corrientes filosóficas, y tal, que cada uno piensa a su manera y tiene sus teorías y sus métodos.

Lo cual no implica que los otros tengan o no razón o estén acertados o errados en sus planteamientos.

Simplemente cada uno piensa de una manera y actúa en consecuencia.

Pero después de darle unas cuantas vueltas, me he fijado que todas (hasta donde yo conozco, que lo mismo me he perdido algo) tienen un denominador común.

Todas buscan cambiar la conducta del perro.

Ese es el objetivo.

Lograr que el perro se comporte de otro modo.

Que deje de hacer aquello que molesta.

Que está mal considerado socialmente.

Que abandone esos comportamientos que nos causan estrés.

Que nos angustian.

Que nos producen ansiedad.

Que nos molestan profundamente.

Que nos incomodan.

O que simplemente no deberían producirse, según el criterio de vete tú a saber quién.

Y ya.

Algo falla en este planteamiento.

Yo lo siento así.

Y creo que lo que falla es “nos”.

El perro parece no contar.

Se da por sentado que si se le enseña a portarse “correctamente” (y lo correcto  cambiará según factores y momentos) será un perro equilibrado y feliz.

Vamos, que si tu perro se porta “bien”, por definición será un perro feliz.

¿Seguro?

La verdad enterrada detrás de todo esto es que lo que se busca conseguir, el objetivo real de las distintas escuelas y corrientes de educación canina, es el Perro Bueno.

Así, como un ideal.

Como una especie de deidad.

El Perro Bien Educado que todo humano desea tener.

El problema es que un perro bien educado, en realidad, es un perro al que no se le permite, bajo ningún concepto, expresar cómo se siente.

A lo mejor es eso lo que estás buscando.

Lo que deseas con todo tu corazón.

Nada que objetar, entonces.

Hay mucha, pero mucha gente que busca y desea (y muchos que ofrecen) lo mismo que tú quieres.

Pero hay otros que pensamos algo diferente.

Y lo que ofrezco va en esa dirección.

En la de permitir al perro que se exprese, escucharle, tratar de que se encuentre lo más a gusto posible en la vida que le ha tocado vivir (que él no eligió) y respetarle como es.

Alguien a quien se aprecia y se respeta como es tiene muchas más posibilidades de ser feliz que alguien que simplemente se comporta como se espera de él sin importar qué opina él de todo eso.

Y la esencia de ese modo de dirigirse al perro (que no de educarlo, los perros son mucho más educados de lo que puedas imaginar cuando se les tiene en cuenta) se resume en una frase:

Empieza a ofrecer, y deja de exigir.

Desde el corazón y sin esperar nada a cambio.

Sin mentalizarte que “si le doy a mi perro lo que quiere, yo obtendré en su lugar lo que me interesa”

Simplemente dar.

Por el placer y el interés de que el otro reciba y se encuentre lo mejor posible.

Eso es amor incondicional.

Es lo que tu perro te ofrece cada día.

¿Puedes ofrecérselo tú a él?

No es nada fácil, la verdad.

A mí me ha llevado muchos muchos años.

Así que si necesitas ayuda, la tienes.

Y si este artículo te ha hecho tilín, o te pica la curiosidad sobre este enfoque, pues dale al botón.

Te mandaré un artículo para pensar o para aprender sobre perros, todos los días

Uno al día.

Y una guía de bienvenida con ideas para aplicar a vuestras rutinas. No son para que tu perro se porte mejor. Son para que tú puedas ofrecerle algo mejor.

O sea, en la línea de lo que pone más arriba.

¿Te interesa? pues por el botón

error: Este contenido está protegido