Cómo conseguir que tu husky te haga caso

Esto me lo contaba una clienta cuando estaba estudiando su caso.

Es una chica aplicada, que se esfuerza, quiere mucho a su perro, y le gusta estudiar y entender lo que hace y aprender.

Así que me cae muy bien.

Resulta que me explicaba que su perro le hace menos caso que a un florero de madera.

Y eso dificulta algo la convivencia, claro.

Así que en lugar de quejarse por los parques caninos de lo desobediente que es su perro, se puso las pilas y acudió a una prestigiosa escuela de adiestramiento.

Para recibir unas lecciones en grupo.

Y es que su problema es muy corriente, así que es fácil juntar a una docena de personas con sus perros pasotas.

Una vez allí, se esforzó, estudió, aplicó lo que le decían a rajatabla y practicó un montón.

Como te he dicho, es una chica muy aplicada.

Pero su perro seguía sin mirarla siquiera cuando le llamaba.

Y llegó el día del examen.

Sí.

Cuando han acabado el curso, les hacen un examen, les dan un diploma, y supongo que luego celebren un baile de fin de curso o algo así.

Seguro que a los perros todo este numerito les trae al pairo, pero ellos no tienen opinión.

Pues llega el día del examen, y esta chica, que se ha esforzado mucho, y su perro (que probablemente no se ha esforzado nada, él sabrá porqué) suspenden.

Y es la única del grupo que suspende.

Todos los demás perritos han entendido que deben acudir prestos a la llamada de la persona, pero el suyo sigue comportándose como si en lugar de llamarle le estuviesen intentando vender una enciclopedia.

Así que me cuenta que se siente frustrada y enfadada.

No con el perro, sino con los adiestradores.

Pero no es una niña tímida en el colegio que trate de que no la vean.

Es una mujer adulta que quiere saber qué pasa.

Así que, me cuenta, les pregunta a los adiestradores:

He hecho todo lo que me habéis dicho, he practicado y trabajado, pero mi perro sigue sin venir, ¿qué está pasando, qué se supone que tengo que hacer?

Los adiestradores se encogen de hombros y le dicen “es que es un husky. Y los huskies eso de venir cuando les llaman, como que no va con ellos”.

Y se quedan tan panchos.

Porque claro, cualquier observador imparcial pensará que cuando el perro entró por la puerta de la escuela, no iba disfrazado de pastor alemán, ¿verdad?

Vamos, que se notaba que era un husky desde el minuto uno.

Y aun así le admitieron en clase.

Y le cobraron.

Y le hicieron tragarse todo el adiestramiento sabiendo que era inútil, pero no le dijeron nada en ningún momento.

La cara de imbécil que se te debe quedar en ese instante debe de ser épica.

En serio.

A mí al menos se me quedaría una cara para mirarme y asustarse.

Una cara entre “no me lo puedo creer” y “la matanza de Texas una excursión de Boy Scouts al lado de la que voy a liar ahora mismo”.

En fin.

Eso es lo que me cuenta.

El caso es que tras valorar su situación, empiezo a indicarle qué falla y qué debe mejorar.

Y ella se aplica rápidamente a hacer cambios.

Ya te dije que era muy aplicada.

Y en pocas semanas, su perro empieza a prestarle atención.

Y pocas semanas después, hace llamadas muy bonitas.

Viene contento y con ganas cuando se lo pides.

Y sobre todo, sonríe mucho.

Puedo verlo en las fotos y vídeos que me manda.

Eso me gusta.

Me gusta que los perros sonrían.

Te alegran el día.

Y no es un adiestramiento de llamada lo que hemos trabajado.

No era ese el problema.

El perro no es idiota.

Y su dueña, aunque los de la escuela la hayan hecho sentirse así, tampoco.

Si quieres acudir a prestigiosas escuelas donde tu perro apruebe exámenes, perfecto.

Si prefieres trabajar sobre vuestra relación y entender porqué tu perro hace lo que hace (y lo que no hace), mejor te apuntas aquí.

Te mando una guía para que vayas empezando a comprender algo, y un correo diario con historias para pensar y aprender.

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