El castigo es solo un obstáculo a superar
Soy pesadita con el tema del castigo, sí.
Pero es que cuesta tanto desligarlo de nuestro modo de actuar.
Lo llevamos casi en el ADN, parece.
Pero tal y como está planteado, simplemente no funciona.
No como crees, al menos.
Verás.
A mí me encanta el limón.
Como fruta, quiero decir.
Yo me como un limón como otros se zampan una mandarina.
Es una habilidad muy útil para ganar apuestas.
Te explico cómo.
Grupo de colegas en una terraza, con tapita de calamares.
“Eh, apuesto 10 euros a que me puedo comer el limón que traen los calamares sin arrugar la cara”.
“Anda ya…. Pero comérselo, eh?, no chupetearlo”
“Le quito la piel y me lo zampo entero”
“Hecho”.
Apuesta ganada.
Pero aparte de para eso, creo que lo de comer limones no sirve para nada más.
Espera, sí que sirve.
Sirve para que el esmalte dental se desintegre y se te queden los dientes translúcidos.
Así que mi dentista, al que aprecio mucho, me prohibió comer limones.
Yo dejé de tomarlos así, enteros.
Pero a veces me tomo un zumo a pelo.
Sin azúcar ni agua ni nada.
Otras veces hago un poco de trampas y riego trozos de fruta con zumo de limón, de modo generoso.
Fresas.
Manzana.
Plátano.
Y luego me bebo lo que sobra.
Pero no cuela.
Porque estoy recibiendo mi justo castigo por desobedecer (a medias) a mi dentista.
Ayer tomé unas fresas con limón.
Y luego no pude ni cepillarme los dientes.
Me dolía un montón.
Y hoy me sigue doliendo.
Aunque menos.
¿Sabes lo peor?
Que me da igual.
Seguiré tomando limón.
Y es que cuando una conducta tiene una fuerte motivación interna, los castigos no la detienen.
Se convierten en meros obstáculos a superar para poder hacer aquello que queremos.
Que deseamos.
Aquello que necesitamos hacer.
He visto perros aguantar un buen calambrazo al traspasar una valla electrificada para poder disfrutar de libertad.
He visto perros soportar una descarga de un collar eléctrico mientras perseguían un bicho por el bosque (y seguir corriendo).
Porque cazar (o intentarlo) les entusiasma demasiado.
Veo a menudo perros literalmente asfixiándose con una cadena estranguladora porque necesitan desesperadamente desplazarse más deprisa de lo que la persona se mueve.
Y podría seguir.
El castigo no detiene las conductas bien motivadas.
Y solo inhibe temporalmente las de motivación moderada.
Para las que solo eran una prueba a ver qué pasaba, para esas seguramente sí valga.
Pero para qué.
Hay otras maneras más amables de gestionar esas situaciones.
Y la convivencia en general.
No digo que con manejo amable vayas a conseguir que tu perro haga todo lo que tú quieres.
No digo eso para nada.
Solo que hay otros modos de convivir.
Y de que ambos salgáis ganando.
A veces tu perro tendrá que ceder.
Y otras veces te tocará a ti.
Eso es una convivencia equilibrada.
Con más entendimiento y confianza.
Y menos malos rollos.
A lo mejor te gustaría disfrutar algo así.
Pues para saber cómo, puedes empezar por leerte mis correos.
¿Qué correos?
Los que envío, todos los días, uno por día, a quiene se apuntan.
Dándole a este botón, los empiezas a recibir ya.
Me encanta el artículo, muy interesante y totalmente de acuerdo, no hay que hacer sufrir a quien deberías querer. Lástima que esté tan integrado en el «saber popular» lo de tratar a los perros como si no tuviesen voluntad.
Gracias Irene!!!
Por cierto yo el zumo (de naranja) lo tomo con pajita, porque me pasa lo mismo que a tí. 😉
Gracias, Flora. Sí, es lo que hay, muchos consideran que el perro es una herramienta, un objeto o un modo de conseguir un fin. Se ha mejorado mucho, pero aun nos queda camino por recorrer.
Y lo del zumo, ¿¿te funciona?? Creo que lo probaré para la próxima a ver, que dos días me duran los dolores de boca, 🙂
Si que me ha funcionado lo de la pajita si, no es infalible al 100% pero mejora.
Me acabo de leer tu artículo del perro negro y malo. Te admiro y a tu perro más, yo soy miedica y seguramente no me habría atrevido a acercarme, también me siento falta de conocimientos. Lo cierto es que cuando llevo a los perros con correa son más miedicas que cuando no, sobre todo Tony que se mimetiza conmigo, lo cual demuestra quién debería mejorar.
En fin, el primer paso es reconocerlo.
Me encantan tus artículos.
Un abrazo fuerte!
Pues lo probare, 🙂
A menudo, no siempre, pero a menudo, el mayor lastre de nuestros perros somos nosotros. Y somos nosotros los que tenemos que mejorar. Si te has dado cuenta de que con correa van peor, es que «contagias», y sueltos se pueden mover con más naturalidad y decidir lo que conviene, cómo y cuándo. Si acercarse, si no. De qué modo, por qué lado, etc. Eso les da seguridad y mejora los encuentros (o los reduce, si no quieren encontrarse y la persona con correa les obliga a enfrentarse a todos). Así que sí, el primer paso es darse cuenta. Y el segundo empezar a ponerse pequeños retos para ir mejorando. Y entonces tus perros mejoran contigo, ¿no es genial? 😉
Ah, el conocimiento es un gran segundo paso. Los miedos a veces tienen fundamento, pero lo más habitual es que se basen simplemente en el desconocimiento. Se teme todo aquello que se desconoce, dicen. así que conocer a los perros, empezando por la comunicación, es realmente importante. Nunca lo sabrás todo, claro, pero es un aprendizaje bonito, y te hará ganar mucho en seguridad. Como anécdota, yo he visto en un par de ocasiones venir el mordisco de otro perro que Willow o no ha querido evitar, o no ha visto venir. Dudo que sea lo segundo, no puede ser que yo entienda mejor a los perros que mi perro, jajajaja. Pero el verlo venir te da cierta tranquilidad, aunque suene paradójico, porque te da un margen de tiempo para prepararte por si hay que ayudar (que a menudo no hace falta). Ya no te pilla de sorpresa y eso asusta mucho menos (o nada, cuando tienes ya suficiente experiencia, jejeje).
Un abrazo