Gracias a una alfombra

 

Hoy me he comprado una alfombra.

Una no muy bonita, es azul oscuro, y tiene un extraño brillo sintético.

Aunque con poca luz parece que le he puesto al suelo un vestido de noche, y eso mola, jajajaja.

Es una alfombra enorme, mide más de 4 metros cuadrados, así que me ha costado lo mío encontrarla a buen precio.

Sobre todo, teniendo en cuenta para qué la quiero.

La alfombra es para Brianna.

Llevaba un tiempo comportándose de un modo extraño.

Ponía mala cara al moverse por el comedor y el salón.

Y a menudo parecía uno de esos concursantes de Humor Amarillo, dando saltos de una baldosa a otra, como si hubiese baldosas que no se pueden pisar.

Y luego se quedaba haciendo “casa” en el felpudo, esperando a poder salir.

Me he estado haciendo un poco la loca con el tema, pero en realidad sabía de sobra lo que pasaba.

Así que he comprado la alfombra.

Y todas esas conductas raras, esas caras de incomodidad, ese Humor Amarillo, han desaparecido.

Ahora vuelve a moverse con normalidad por la casa, sonríe, y pasa del felpudo.

Contentas las dos, entonces.

¿Y a qué viene esta tontada?

Pues a que parece que tenemos nuevo programa sobre perros en la caja boba.

Yo me he enterado por redes sociales, porque a la tele hace tiempo que le quité el cable de antena, así que no puede comunicarse con el mundo exterior.

El programa se llama “Perros que se portan (muy) mal”.

Como comienzo, me ha sonado horrible.

Ya sé que ni siquiera tengo interés en verlo.

Y mira tú, que otros lo han visto por mí, y lo han comentado.

Al parecer toca trabajar con una perra, tipo Golden, que se niega a caminar por la casa si no hay alfombras para ella.

Y por la calle, pues como que no anda, y se tumba cada poco.

Oh.

Ah.

Es terrible, qué perra tan malvada, ¿cómo se puede ser tan díscola?

Así que unas personas que habían descubierto de algún modo que su perra caminaba mejor sobre alfombras, por alguna razón, han decidido que eso está mal.

Y que hay que cambiar al perro.

Por descontado, el conductor del programa les da la razón, y explica que la perra quiere llamar la atención, ser el centro de todo, y se comporta “como una diva, con alfombra roja y todo”.

Y por descontado, le quita la tontería rápido.

Nada de alfombras, y nada de pararse a tomar la fresca.

Vamos, hombre, ya, con la tonta de la perra.

Solo veo un fotograma del asunto, uno donde la perra es obligada a pasear como se debe pasear.

Es suficiente, su cara lo dice todo, y hay que estar muy ciego o estar mirándose el ombligo para no verlo.

Tengo claro que el conductor del programa se está mirando el ombligo.

Así que mientras unos compramos alfombras para nuestras divas.

Otros deciden que el perro debe hacer lo que ellos quieran, siempre, y sin importar cómo se siente ni las razones por las que el perro se porta como se porta.

Creo que eso resume a la perfección el modo de entender la educación canina.

Solo hay esas dos opciones.

Luego, dentro de cada opción, habrá distintas maneras de enfocarlo.

Pero son esas dos.

En una ganas tú, y el perro pierde.

En la otra, ganáis los dos, aunque te toca hacer algunas concesiones.

Tú decides qué tipo de persona quieres ser.

El tipo de persona que subyuga a las bestias, que las domina y las somete a su voluntad.

(Donde “bestias” es cualquier cosa que no sea humana)

O el tipo de persona que entiende al otro, que se esfuerza por cuidarle y ayudarle, y que quiere que sea un miembro más de su familia.

(Donde “otro”, en este caso, es el perro)

Yo solo puedo ayudarte con la segunda.

Para la primera, los de la tele.

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Irene
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