Qué tienen en común un aviador de la 2ª GM y tu perro

Nos parecemos mucho 

 

Hay muchos estudios interesantes sobre psicología humana que se realizan en entornos bélicos.

Las guerras son lugares donde las personas se ponen al límite físico y emocional, y ocurren cosas que no suelen verse en el mundo cotidiano.

Uno de esos estudios relacionaba el estado mental de los soldados de infantería, los que van corriendo por el suelo con el arma en ristre, con el de los pilotos de avión.

Los primeros terminaban hechos polvo. En un par de meses sucumbían en masa a la ansiedad, la depresión y la desesperanza.

En cambio, los segundos, en un abrumador porcentaje, seguían manteniendo la moral alta.

Lo cual tiene gracia, porque los pilotos morían con mucha más frecuencia.

Y esta diferencia se explica por un detalle importante: los pilotos de avión mantenían cierto control de su entorno.

Podían tomar decisiones y moverse con cierta libertad.

Los de infantería entraban en el campo de batalla y se convertían en dianas ambulantes, listos para recibir disparos y bombazos desde cualquier ángulo, sin poder hacer nada por evitarlo.

Unos mantenían una sensación de control, y los otros lo habían perdido por completo.

Resulta que el control produce calma.

Y la sensación de falta de control da lugar a una gran ansiedad e incertidumbre.

Y luego hay quien va insistiendo por ahí en que hay que enseñarle autocontrol al perro.

Con ejercicios diseñados especialmente para que se controle…gracias a que tú le controlas

Si le mando sentarse antes de comer, y espera a que le dé permiso, eso es autocontrol, ¿verdad?”.

Sí, el autocontrol que estás teniendo sobre ti misma para no darte cuenta de la peazo gilipollez que es ese ejercicio.

Al final, hay dos pilares inmensos sobre los que se sustenta esto de la “educación canina”.

Uno es el control.

El otro te lo cuento otro día.

Y aquí hay que elegir bando, porque no se puede estar a nadar y guardar la ropa. Si quieres peces, hay que mojarse.

O controlas a tu perro

(Lo que come, cuándo, cómo, qué bebe, cuándo sale, cuánto, por dónde, de qué modo, a que velocidad, dónde se para, para qué y con quién, a quién saluda, con qué perros se relaciona, a qué horas sale, dónde duerme, cuánto tiempo, con qué juega…)

O te controlas a ti misma.

Las dos cosas te darán tranquilidad.

Pero solo una le dará también tranquilidad a tu perro.

Envío un correo diario a mis suscriptores. Contando anécdotas, historias y reflexiones sobre perros que puedes aplicar a tu convivencia desde el día uno.

Lo que aprendas te servirá para que tu perro esté más tranquilo, porque te dará mejor control sobre ti misma.

No sobre tu perro, sobre ti.

Y es que el conocimiento genera certidumbre, y la certidumbre da seguridad.

Y el que está seguro de algo lo tiene más fácil para sentir que tiene el control de sí mismo.

De los que le rodean, no, de uno mismo.

Y de rebote, tu perro y tú tendréis una convivencia mucho más tranquila.

Para quienes tengan curiosidad o esto les parece que tienen sentido, por el botón.

Los amantes del control, mejor sigan viendo la tele.

Dónde no comprar una correa

O una razón por la que el perro se escapa

 

Ayer di un paseo por el sitio al que voy cuando me toca llenar el congelador de comida para mis perros.

Hay una zona de senderos y mucho verde, y una parte urbana.

Willow prefiere la parte urbana porque hay contenedores.

Y si hay contenedores, siempre hay gente muy amable que deja la basura fuera para que él pueda comer.

Que parece que no se ha dado cuenta de que voy allí para comprarle comida a él.

En fin, que acabábamos de terminar la ronda de contenedores y volvíamos a la furgoneta, cuando nos cruzamos con Zar.

Zar es un magnífico braco de Weimar.

Es grande y poderoso y alegre.

Además, es un adolescente impulsivo y alocado.

Ah, y su humano es un señor de unos 80 años, lo menos.

Una pésima combinación.

Zar nos ve, y decide que tiene que saludar.

No es una opción, tiene que hacerlo.

Así que se dedica a intentar aproximarse.

Mientras tanto, su humano decide que no, y trata de arrastrarle en sentido opuesto, iniciando una pelea.

A todo esto, estamos en la acera de una calle de cuatro carriles, junto al paso de peatones.

Bueno, mis perros y yo estamos junto a los contenedores, Zar y su humano van por el paso de peatones.

Finalmente, Zar lanza un órdago a la grande, y rompe la correa.

Willow observa atentamente, yo observo atentamente, y Brianna se empieza a poner nerviosa.

No lleva bien los encuentros con perros alocados. Ni con correa.

Ni en zonas urbanas. Ni en general, del modo en que está ocurriendo todo.

Zar nos aborda saltando y brincando, mientras su humano contempla con desconcierto la correa colgando.

Yo me quedo quieta y espero.

No me voy a llevar otro perro a casa.

El hombre empieza a deshacerse en excusas.

Excusas por las que no deja relacionarse a su perro.

Excusas porque su perro nos haya abordado así.

Excusas porque no consigue recuperar el control que nunca tuvo.

La verdad es que no presto mucha atención.

Willow ha hecho su trabajo, y el adolescente alocado e impulsivo empieza a portarse como un perro prudente y receptivo.

Bien hecho.

Cuando terminan de saludarse, le toca el turno a Brianna

Va a ser que no, encanto.

La cubro mientras el hombre sigue peleando con su inservible correa, ya que el mosquetón ha reventado.

Yo me concentro en Brianna, y Willow se concentra en la bolsa de la compra que el hombre ha abandonado hace un buen rato en la acera.

El señor me alaba lo bien educados que están mis perros. Lo tranquilos que son.

Y no lo dice, pero leo entre líneas que también agradece que no le esté montando una buena bronca por el numerito que se ha liado en dos minutos.

Y porque me tenga allí “secuestrada” sin protestar mientras trata de atar a un perro con una correa inservible.

Un perro que, por cierto, no tiene ninguna intención de marcharse.

Hasta que alguien avisa de que el perro está robándole la compra al señor.

El perro que está detrás de mí, no.

El otro perro.

Willow ha sacado un paquete de un kilo de bizcochos recubiertos de azúcar, y se está poniendo las botas.

Genial.

Podríamos decir que los está robando, pero en realidad se los ha encontrado allí tirados.

Creo que es hora de marcharnos antes de que el hombre cambie de opinión sobre lo bueno que eres y lo bien educado que estás.

“Solo” le da tiempo a zamparse unos 200 gramos de bizcochos.

Bien, esta es nuestra anécdota del día.

Si nos olvidamos por un momento del asuntillo de los bizcochos, y nos fijamos en lo importante, lo que vemos es un perro que da “problemas”.

Es burro, es indisciplinado, es muy bruto, rompe las correas, arrastra a su humano, le ignora por completo, es testarudo.

A partir de ahí le lloverán los consejos sobre cómo reconducir al díscolo de su perro.

Pero resulta que la respuesta (y la solución) es mucho más sencilla.

Ese perro no tiene cubierta una necesidad esencial para él.

(Igual es más de una, pero yo solo estuve allí cinco minutos)

La de relación social con otros perros.

Estar con perros como Willow, no dos minutos, sino un buen rato cada día, paseando juntos, le enseñará mucho.

Le enseñará a no ser brusco, a no darle la espalda e ignorar al resto del grupo, a que existen unas normas sociales que conviene respetar (no por miedo, sino porque permiten que el grupo funcione).

Le enseñará a que la correa permite comunicarse con las personas (si están receptivas), y no es para arrastrarlas de un lado a otro.

Y que ser testarudo no está mal, pero que a veces es mejor ceder, que se puede negociar y llegar a acuerdos con los demás.

Todo eso puede enseñarle un perro a otro.

Todo eso y mucho más.

Tú no podrás enseñarle a un perro muchas de esas cosas.

Pero otras sí.

Y otras muchas te convendrá saberlas, aunque no sirvan para enseñarle nada a tu perro, porque sí son útiles para comprenderle y que entiendas por qué se porta como lo hace.

Pues de todo eso hablo en mis correos diarios, y puedes apuntarte en mi web.

 

Criamos huskies adaptados a la ciudad

¿Cómo te suena?

 

Cómo nos gusta que nos digan lo que queremos oír, ¿eh?

No importa si no es cierto. Incluso a veces una vocecita interior nos susurra que no puede ser cierto.

Pero, oye, no dejemos que la verdad nos estropee una buena noticia.

Así que primero me asombra, pero luego ya no, el encontrarme con esto.

Resulta que llevo conviviendo con huskies más de 25 años.

Puesto que es mi elección, y son muchos años, se supone que me gusta compartir mi vida con estos perros necios y chiflados encantadores y aventureros.

El que un perro sea de una raza u otra, más allá de su aspecto físico, viene a decirnos que tiene una seria predisposición a mostrar muchas conductas que no aparecerían de ser de otra raza.

Y el husky no es la excepción. Hay conductas que le vienen de serie, no aparecerán en todos, pero si en la mayoría, de modo más o menos constante.

Y mira, eso es justo lo que espero cuando convivo con un husky. Que además de ser un perro, sea eso, un husky.

Pero no todo el mundo piensa como yo.

De hecho, me consta que muy poca gente lo aprecia así.

Una importante mayoría estaría encantada de tener un perro con el aspecto de un husky.

Pero con otras conductas “raciales”. Digamos, las de un labrador, por ejemplo.

Y claro, va a ser que no.

¿O quizás sí?

Pues sí.

Me he encontrado con el anuncio de un criadero de husky siberiano que afirma que ha seleccionado “una variedad de husky especialmente adaptada a vivir en la ciudad”.

Como suena.

Que no precisa de salir mucho o de hacer ejercicio. Que no caza ni se mueve más allá de lo imprescindible. Que no tira de nada (¿).

Supongo que todo esto será porque están disecados. Si no, no lo entiendo.

No existe el gen “adaptación a vivir en entornos urbanos”.

En serio, no existe, no se puede seleccionar eso.

Si lo piensas, las personas llevamos varios cientos de años viviendo en ciudades (cada vez más) masificadas, y no nos acostumbramos.

Nos pasa factura a nivel salud, a nivel emocional, y a nivel social.

Y hay más estudios de los que puedo contar en los que demuestran que hasta algo tan tonto como que se vean árboles y verde por la ventana de una habitación de hospital mejora la salud de los pacientes y acelera su recuperación.

La ciudad nos enferma, es un entorno hostil y disfuncional, que jamás fue creado ni diseñado para el bienestar de sus habitantes.

Ni siquiera de los huskies urbanitas.

Pero qué bien suena, ¿verdad?

Un husky parado y letárgico, super decorativo, del que podrás presumir en tus paseos de asfalto y hormigón sin tener que soportar ninguna de sus neuras de “perro salvaje”

Me sé de muchos que lo compran sin mirar.

Bueno, puedes comprar esa idea, aunque dudo que te atraiga tanto como a ciertos “admiradores” del siberiano.

O puedes comprar la idea de que tu perro es, eso, un perro, con sus necesidades de perro, su personalidad, sus gustos y su manera de comunicarse y expresarse.

Y que te guste tal y como es. Pero que no terminas de entenderle, y te gustaría horrores para poder disfrutar más de su compañía y de una buena relación.

Pues mira, eso tiene una solución mucho más sencilla que seleccionar genes que no existen.

Apuntarse a esta web.

Recibes un correo cada día, sobre muchos temas, y todos puedes aplicarlos desde el día uno, a tu perro y a tu entorno.

¿Que para qué?

Pues para mejorar su calidad de vida, y de rebote, su comportamiento.

Siempre y cuando tu perro no esté disecado, en ese caso, mejor un taxidermista.

 

Los perros son unos cabrones

El tuyo también

En 1942, la pequeña Valerie Jane recibió como regalo de sus padres un chimpancé de peluche. En su entorno pensaban que era un regalo horrible, que le daría pesadillas a la pobre niña. Pero no. El peluche fue el comienzo de un gran destino para la pequeña Valerie, que consagró su vida al estudio de los chimpancés. Se mudó a Tanzania, y estudió a esos animales en su entorno natural, la selva del parque Gombe Stream. Luego hizo una tesis doctoral sobre la conducta de los chimpancés, tuvo mucha vida personal de por medio, dio a conocer sus descubrimientos por todo el planeta, y hasta le hicieron una película. Pero de todo este proyecto vital hubo un suceso que destacó, y que cambió la perspectiva que Valerie Jane tenía del mundo para siempre. Ella estaba convencida de la gran bondad intrínseca de los chimpancés. Veía cómo las madres cuidaban de las crías, propias y ajenas. Veía cómo los monos jóvenes jugaban alegres entre sí, mientras los adultos soportaban pacientemente sus travesuras. Los observaba buscar y comer fruta e insectos, descansar juntos, trepar a los árboles. Todo en un entorno paradisíaco. Y pensaba que aquellos animales tan humanos tenían todo lo bueno de una persona, sin nada de malvado o cruel. Hasta que un día, todo cambió. El chimpancé Goliath (les puso nombre a todos) hizo una llamada al resto del grupo, y marcharon al territorio de una manada vecina. Atacaron a todo mono que se cruzó en su camino, matando a los machos y a todas las crías. Los chimpancés atacados se defendieron con todas sus fuerzas, por lo que pronto se organizó una batalla campal salpicada de gritos, aullidos, chillidos y mordiscos. Había sangre y chimpancés muertos o agonizantes por todas partes. Finalmente, el grupo del chimpancé atacante ganó la batalla, y se apoderó de las hembras y del territorio conquistado. Ese día algo se rompió dentro de Valerie Jane. Ese día murió la niña que tenía un adorable chimpancé de peluche en su cuarto infantil. Ella pensaba que los chimpancés eran seres de luz que estaban por encima de los humanos. Y resultó que no. Que eran tan cabrones como el que más. Pues mira, igual te fastidio el día, pero esto aplica también en perros. A mí me gusta describirlos como seres cooperadores, amables, enfocados en evitar el conflicto y en llevarse bien. Pero si miras de cerca, perro por perro, resulta que también son unos cabrones. A pequeña escala y a otro nivel, no van a montar una guerra canina por el territorio Y es que si miras ciertas conductas desde la perspectiva “mi perro es la bondad personificada y jamás haría daño a otro”, pues te encuentras con que hay comportamientos que no tienen explicación. Ahora bien, si asumes que tu perro a ratos está siendo un cabrón, la cosa cambia bastante. Ojo, que no todos lo son al mismo nivel ni en igual grado. Depende de su personalidad, de sus experiencias, y, sobre todo, de la oportunidad. Ahora es cuando digo que los míos son la excepción, jajajajaja. Pues no. Willow es bastante cabrón. Pero es guapo, y lo sabe. También sabe (esto es experiencia) que en este mundo a los guapos se les consiente, y mucho. Y se atreve, porque es un perro seguro de sí mismo, a pasarse 3 pueblos en muchas ocasiones (esto es personalidad) Así que cuando ve oportunidades, las aprovecha. Y en cuanto alguien le para los pies, saca su mejor sonrisa, pone cara de top model agraviada, y se retira con mucha dignidad. Así, no tiene reparos en quitarle la comida a sus compañeras de vida (habiendo comido ya). Tampoco en gruñir y echar a sus mejores amigos cuando intentan entrar en la furgoneta o en su casa. A veces provoca a otros perros siendo encantador y pidiendo caricias a los cuidadores. Y disfruta viendo cómo le halagan lo guapo que es y el pelazo que tiene mientras empujan y alejan a su propio perro. Brianna, siendo como es la perra más adorable del mundo, tiene sus momentos. Pocos, porque su personalidad no da para mucho, y sus experiencias tampoco. Pero cuando encuentra una oportunidad, también se esmera. Por ejemplo, cuando puede le roba algún hueso putrefacto a Willow, sale corriendo con él en la boca, lo entierra en algún lugar ignoto, y nunca volvemos a saber de él. Ella no puede conservarlo ni defenderlo, así que prefiere robarlo y que nadie, ni siquiera ella, pueda disfrutarlo. Ya me dirás cómo le llamamos a eso. Pero oye, que no pasa nada, yo los quiero mucho igual. Seguro que me falta autocrítica para verlo, pero yo también tendré mis momentos, fijo. Así que los perros pueden ser unos cabrones y emplear chantajes emocionales, o manipulaciones físicas, o directamente abusar de su fuerza para fastidiar a otros y conseguir algo que desean. O solo para fastidiar a otros. Así que, si tu perro presenta algunas conductas que parecen fuera de lugar, que te hacen pensar que es muy bruto, o poco educado, o brusco o grosero con otros, fíjate bien. Si lo que hace le perjudica a él y a los demás, entonces necesita ayuda. Pero si lo que hace perjudica a otros y le beneficia a él, se está pasando. Entonces es hora de poner un límite Que a ver, si tu perro te manipula emocionalmente, eres consciente y te da igual (a mí a veces sí), pues nada, todos contentos. De lo contrario, marca una frontera. Y ese límite, para que permita mantener la paz social dentro del grupo y no se convierta en una fuente de conflictos, se instaura a través de la comunicación asertiva, no mediante castigos y correcciones. Así que, si crees de verdad que tu perro es un ser de luz, entonces todo esto, aparte de escandalizarte (y quizá ofenderte), no te sirve para nada. Pero si te estoy confirmando algo que tu instinto sospechaba, pero tu parte consciente no quería reconocer (porque ya sabemos que el amor nos ciega), pues lo mismo te interesa aprender a convivir con ello. No a convertir a tu perro en un ser con alitas y un aro luminoso en la cabeza. A ponerle coto a su lado oscuro para que no bombardee la convivencia, contigo y con aquellos que os rodean. Y si quieres leer más ideas y reflexiones como ésta, envío a mis suscriptores un correo diario, contándoles cosas que solo cuento por esa vía. Así que si no quieres perderte nada, tendrás que apuntarte.

PD. El chimpancé de peluche aún existe. Y Valerie Jane es Jane Goodall, por si no lo habías deducido.

PD2- Me he tomado bastantes licencias para describir lo que se conoce como la guerra chimpancé de Gombe, que al parecer duró 4 años.

Inventan una pastilla para aprender a controlarse

Disfruta del bufé libre

 

Atenta a la noticia bomba que he escuchado recientemente.

Están a punto de sacar al mercado unas pastillas que van a revolucionar nuestro mundo.

Te las tomas, y podrás comer todo lo que te dé la gana, sin engordar.

¿Que, cómo te quedas?

Si funcionan, y no tienen efectos secundarios relevantes, el laboratorio que las ha producido se va a forrar.

Este tipo de pastillas quizá sean imprescindibles en determinadas patologías o para determinadas personas.

Pero, para la mayoría, son solo una alfombra roja para el bufé libre a diario.

Partiendo de la total falta de voluntad y autocontrol de una mayoría de la población, ofrecen justo lo que mucha gente pide y desea.

Y es que, en general, para muchas facetas de la vida, nos falta mucha voluntad y mucho autocontrol.

Con la comida, por ejemplo.

Nos ponen delante algo bien azucarado, y ya nos cuesta parar.

Tenemos a mano algo bien salado, y rebañamos el plato.

Las empresas de comida procesada lo saben, y le añaden azúcar y sal a casi todo.

Aunque no haga falta para nada, tu cerebro detecta esos componentes, y quiere más.

Más.

Y más.

Incluso es habitual que cuando te sientes anímicamente floja, te entre un gran antojo de dulce.

El cerebro te hace sentir bien cuando te atracas de ciertos alimentos.

Luego la sociedad te hará sentir mal por las consecuencias de esos atracones, y aquí llega el conflicto.

Bueno, pues pastilla y se acabó.

Pero es lo que hay, no merece la pena enfadarse o pelear contra ello, venimos cableados de serie para no tener voluntad ni control en lo que a comida se refiere.

¿Para qué?

En la naturaleza de verdad, la que una vez mandaba, no había comida en exceso, así que no era un problema.

Sin embargo, para vivir en grandes colectividades, parece que hay que tenerlo todo controlado.

Todo.

En especial, al perro.

Y así, mientras nuestras vidas son un caos constante, se le exige a los perros un autocontrol impecable.

Y para los humanos, pastillas para que no tengan que controlarse ni en algo tan elemental como cuánto comer cada día.

Así que atenta al concepto: le pedimos a los perros que se controlen cuando nosotros no somos capaces.

Les pedimos que estén calmados cuando nos supera el estrés y el nerviosismo.

Les pedimos que no ladren cuando hacemos tanto ruido hablando que ostentamos el dudoso honor de ser el segundo país más ruidoso del mundo.

Les pedimos tanto, y ofrecemos tan poco.

Sobre todo, ofrecemos un pésimo ejemplo.

Pero casi nadie parece ver la incoherencia.

Si la ves, y entiendes que exigir lo que no se puede dar no tiene sentido, y te gustaría replanteártelo todo en la convivencia con tu perro, puedes apuntarte a los correos diarios.

Y recibir reflexiones, anécdotas e historias que te ayuden a comprender mejor lo de la convivencia canina.

Con una buena noticia: lo del control podemos aparcarlo desde el minuto uno.

Resulta que podrías convivir con un perro que ladre mucho menos, que tenga mucho menos miedo, que no tire como loco de la correa, que no persiga cosas o te destroce la casa sin tener que ponerlo bajo control constante.

Y no hace falta ninguna pastilla para conseguirlo.

Pues por el botón

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