Efectos colaterales del castigo (I)

castigo en perros

“El que estando enfadado impone un castigo no corrige, se venga” (M. de Montaigne)

 

El castigo es una herramienta habitual en la educación en nuestra sociedad.

Lo aplicamos con nuestras mascotas, con nuestros hijos, con nuestros familiares y amigos.

Un enfado, una llamada seria de atención, a veces una agresión física más o menos intensa…..

Buscamos con ello modificar una conducta que el otro realiza y nos resulta molesta o inaceptable.

Así que, si alguna vez te has preguntado cómo castigar bien a tu perro, lo que viene ahora te interesa.

 

¿Por qué castigas a tu perro?

 

El castigo está tan integrado en la sociedad que si no lo ejerces ante una acción inadecuada de tu niño o tu perro en público, poco menos que eres una mala persona.

TIENES que corregir esa conducta, no se pueden consentir ciertos comportamientos.

Y así, repetimos el ciclo que hemos vivido en nuestra infancia sin pararnos a pensar más en el asunto.

 

¿Para qué sirve un castigo?

 

El problema es que rara vez funciona.

En el castigo intervienen muchos factores que hacen que se perpetúe a pesar de su escasa eficacia, y que impiden, a menudo, que la persona que lo aplica sea consciente de sus consecuencias, que sí tiene, y son muy negativas.

Lo primero sería definir lo que la mayoría de la gente suele entender por castigo.

En general, aceptamos como tal una acción punitiva, en forma verbal o física, encaminada a evitar que el individuo que recibe el castigo repita la conducta que ha desencadenado dicho castigo.

Así para castigar a un perro puedes gritar, puedes mirarle fijamente con expresión de enfado mientras avanzas a toda velocidad hacia él con movimientos amenazadores, puedes dar tirones de la correa, puedes zarandearle, darle una colleja, un manotazo en el hocico, un “toque” en el cuello, una “patadita”, un empujón, golpearle con un objeto como una zapatilla o un periódico enrollado,  o puedes electrocutarlo.

La consecuencia inmediata es el cese de la conducta indeseada.

Esa es la finalidad hipotética de un castigo: interrumpir una conducta y desalentar su repetición en el futuro.

Y esa es la primera gran piedra en el camino.

Aparentemente, funciona.

El perro ya no hace eso que no te gusta.

Pero ese cese es solo momentáneo.

Bien por el susto, bien por el miedo y/o el dolor provocado por el castigo, la conducta cesa.

Esa conducta, y cualquier otra, en realidad.

Con el castigo se coloca al perro en una situación de conflicto emocional cuya resolución considera prioritaria, y por lo tanto detiene sus acciones para valorar qué hacer a continuación.

 

El castigo se perpetúa a sí mismo

 

Pero dado que nuestros mecanismos de aprendizaje funcionan exactamente igual que los del perro, para el castigador esa detención momentánea de la conducta inadecuada funciona como un premio.

Y como la conducta de aplicar un castigo ha funcionado, las leyes del aprendizaje empiezan a actuar.

Por lo que el castigo, como todo lo que funciona, se repetirá con más frecuencia en el futuro.

Si en el futuro deja de funcionar, la aplicación del castigo no se desvanece.

No se opta por un “plan B”.

Se opta por incrementar la intensidad del castigo para tratar de lograr el resultado de la primera vez.

El ejemplo más objetivo es el collar eléctrico: tiene grados. Si en el 3 deja de funcionar, prueba en el 4, o el 5, o el 8…..

Igual que el perro que ladra y ladra sin descanso para que le tiren la pelota, porque ladrar funcionó una vez para que le tirasen la pelota.

El humano castiga con más intensidad para intentar conseguir lo que logró la primera vez.

Y entonces se entra en una espiral en la que se castiga por todo porque momentáneamente funciona, porque no se ha pensado en otras alternativas, y porque socialmente es lo correcto.

Pero el castigo tiene otros efectos, esta vez a medio o largo plazo, y todos ellos son negativos.

 

¿Cuáles son las consecuencias del castigo?

 

Y éstas son las consecuencias más habituales derivadas de la aplicación del castigo como «herramienta» educativa:

 

El castigo genera miedo hacia quien lo inflige

 

Pase lo que pase con la conducta a corregir, tanto si ésta desaparece como si no, el castigador genera miedo en el animal.

Más miedo cuanto más a menudo castiga, y más miedo cuánto más intenso es el castigo.

Como se puede castigar a un perro por casi todo, el dueño se convierte automáticamente en un tirano junto al que no es muy agradable estar.

Esto implica que a medio plazo se produce un efecto de alejamiento del perro hacia el humano que castiga para intentar evitar los castigos.

 

Da lugar a conductas indeseadas en ausencia del castigador

 

Cuando una conducta tiene una motivación escasa, como olfatear una farola, un castigo puede eliminar dicha conducta.

Cuando una conducta está muy motivada, el castigo se convierte en un obstáculo a superar para lograr realizarla.

El perro puede alejarse de ti para hacer aquello que te molesta, o esperar a que le dejes solo. La conducta sigue presente, y el miedo, también.

 

Promueve conductas de evitación, no de cooperación

 

Cuando un perro se habitúa a que su cuidador le castigue casi siempre que se le aproxima, prefiere mantener las distancias “por si acaso”.

Dado que se le puede castigar por casi todo, y él no entiende el criterio elegido para “lo que se puede hacer y lo que no”, opta por evitar aproximarse.

En casa no tendrá muchas opciones, pero en la calle, sí.

Desde luego será poco activo cuando se le pida que obedezca alguna orden,  y puede incluso que huya de ti en cuanto perciba una expresión de enfado.

 

En conductas bien motivadas, genera «evitación de obstáculo»

 

Como dije en el segundo punto, el cuidador puede convertirse en “ese pelmazo que me amarga la existencia y no me deja hacer nada”.

Las consecuencias más visibles son que el perro realiza las conductas «inadecuadas» en solitario, o las hace muy rápido para poder terminar antes de que llegues a su lado y le interrumpas.

O empieza a presentar conductas de agresividad defensiva cuando te acercas para castigarle.

No entiende tus reacciones, pero le das miedo, y te lo dice.

 

El castigo favorece las respuestas defensivas/agresivas

 

Estas respuestas aparecen si el castigo se aplica de modo incoherente, desproporcionadamente, a destiempo, o con larga duración.

O sea, prácticamente siempre.

Un castigo, para que funcione, aunque la consecuencia “miedo” es inherente a todo castigo, debe cumplir ciertos requisitos:

  • Aparecer siempre cuando la conducta se produce.
  • Desaparecer de inmediato en cuanto la conducta cesa.
  • Aparecer en el instante justo, ni unos segundos antes ni unos segundos después.
  • Ser proporcional a la acción realizada.

Los humanos no suelen hacer nada de esto.

Llegan tarde.

Lo alargan incluso días.

No son lo bastante rápidos para encontrar el momento justo (¿quién no ha visto llamar a un perro para regañarle por haberse comido un trozo de pan del suelo? Le regañas por venir, no por tomar pan del suelo).

Y sobre todo, dejan que sus emociones dicten sus acciones, y no responden a la comunicación del perro en esos momentos.

Es razonable pensar que la naturaleza, nuestro entorno, también castiga, y, por lo tanto, es lícito educar mediante el castigo.

Pero la naturaleza no se anda con rodeos ni se deja llevar por emociones. Tampoco está educando a tu perro, simplemente le muestra las consecuencias de sus acciones.

Establece una cadena de “acción-reacción” sencilla de asimilar, el castigo es inmediato, proporcional, breve, y desaparece al detener la acción.

Y se mantiene constante en el tiempo si insistes en repetir.

Pensemos en qué ocurre si acercas un dedo a una llama, o lo metes en un enchufe, o te golpeas con un martillo al poner unos clavos.

Te quemas, te electrocutas, te puedes romper un dedo.

Rápido, inmediato, instantáneo y totalmente aséptico.

Pero el dolor y el miedo también van incluidos en el lote.

Si no estás muy motivado, no volverás a acercarte a una llama, ni a un enchufe, ni a un martillo.

Si tienes una gran motivación, lo harás con precauciones adecuadas y estando más atento, pero lo seguirás haciendo.

A las personas usar el castigo como modo de educar no se nos da bien, no es ético, y además existen alternativas mejores.

Dejemos que la llama, el enchufe o el martillo sean los malos de la película.

El cuidador nunca debería ser asociado por su perro con situaciones de elevado conflicto como las generadas al castigarle.

 

El castigo es reforzador en quien lo aplica

 

Aplicar un castigo da una momentánea sensación de control y salida a la frustración, por lo que aumenta la probabilidad de que se aplique en el futuro, con más frecuencia y a más conductas.

Como indicaba al principio, durante un instante parece que funciona, y eso premia al castigador.

Además, a menudo se castiga aquello que no sabemos manejar de otro modo, es decir, nos frustra que nuestro perro haga ciertas cosas y no seamos capaces de evitarlo.

Manifestamos nuestro enfado dirigiendo una conducta punitiva hacia el animal, y nos autojustificamos pensando “tiene que aprender a comportarse”.

Si pensamos en frío en todo lo que sale mal cuando se aplica un castigo, en lo endeble que es lo que sale “bien”, y le sumamos las expresiones faciales de nuestro perro cuando le castigamos, que no indican arrepentimiento sino miedo e intentos de apaciguar tu enfado, más la sensación de malestar o culpa por parte de la persona poco después (porque en el fondo no nos gustan los enfrentamientos con aquellos a los que queremos), debería quedar claro que todo cuidador tiene que erradicar cualquier tipo de castigo como modo de educar a su amigo.

Hay otras maneras de conseguir modificar la conducta de un perro, que no solo funcionan, sino que son amables y gratificantes para quien las emplea, y generan respeto y afecto en quien las recibe.

Y ésta es la base desde la que parto en mi trabajo.

¿Te encanta el concepto pero no tienes ni la más remota idea de por dónde empezar?

En ese caso estos correos te servirán. Uno al día, empezando con un regalo de bienvenida que sí que te va a ser más útil que cualquier castigo. Deja tu email y lo recibes de inmediato:

 

Esa mirada

Gente que te juzga en silencio

 

Cuando tienes un perro reactivo o que ladra en exceso en casa, no se trata solo de que hace ruido. 

Hay muchas emociones exaltadas que se contagian. 

Un perro reactivo parece histérico y ansioso. 

Y la persona que lo acompaña suele sentirse así también. 

La gente te mira de manera fija y penetrante, juzgándote cada vez que tu perro se lanza o ladra. 

Es una mirada familiar. 

La misma que aplasta a los padres en la cola de caja del supermercado cuando sus hijos se pillan una rabieta y chillan y lanzan objetos por el aire. 

Esas miradas no demuestran compasión ni empatía. 

Te mandan a un lugar oscuro y solitario, avergonzándote por lo que pasa y por lo que haces o lo que no haces. 

A veces esas miradas pueden hacerte reaccionar de un modo totalmente inapropiado, fuera de lugar y del que también te avergüenzas. 

Cuando tu perro ladra enloquecido de repente sientes que todos los que te rodean te miran. 

Aunque no sea cierto. 

Y que debes reaccionar para detener a esa bestia de cuatro patas que salta, tira, gruñe y ladra. 

Que debes controlarla y “enderezarla”. 

Y cuando eso ocurre, cuando sientes así las miradas, puedes terminar actuando con desesperación y frustración. 

Aunque nadie te mire. 

Con el tiempo aparece un reflejo condicionado en ti.

Te vuelves reactivo igualmente. 

En cuanto ves un posible detonante, tensas la correa y corriges a tu perro, sin importar su reacción o falta de ella. 

Y entras entonces en un círculo vicioso en el que tus correcciones se convierten en el detonante para que tu perro salte y se active. 

Y tienes que intensificar esas correcciones cada vez más, porque sientes que lo que antes parecía funcionar, ahora no sirve para nada. 

Hasta que vuestra convivencia se transforma en un callejón sin salida en el que tu perro se resigna a recibir correcciones constantes. 

Y tú a escuchar ladridos cada paseo, a notar dolor de hombros día sí y día también, y a sentir el peso de unas miradas que te culpan de lo que ocurre. 

Aunque nadie esté mirando. 

Y aunque no es en absoluto culpa tuya. 

¿Vas a permanecer con tu perro en ese callejón los próximos diez años? 

¿O prefieres plantearte alternativas a unas correcciones que no ayudan a nadie?

Puedes empezar por suscribirte a los correos. Mando uno al día, con ideas, reflexiones y anécdotas que son más útiles que los consejos de la tele.

O eso me dicen quienes las leen a diario desde hace años.

Te apuntas, y lo compruebas tú misma.

Siéntete orgullosa de tu perro

Pasa algo curioso

 

 

A veces me pasan cosas muy tontas. 

Suele ser por no estar pendiente del entorno, al ir pensando en mis historias y desconectada de lo que ocurre a mi alrededor. 

Y eso pasa a menudo cerca de mi casa. 

El camino de acceso a mi finca es muy bonito, está arbolado, cruza un arroyo y tiene unos 300 metros de largo. 

Así que aparco casi siempre al principio del sendero, y continúo andando hasta casa. 

A los perros también les gusta, la verdad. 

Y ahí es donde ya desconecto. 

En los paseos voy más atenta y más pendiente, pero en ese tramo, pues ya no. 

Bueno, pues un día llego a casa, abro la portilla de la finca, entro, cierro la portilla, y no paso lista de perros. 

Así que Willow se queda fuera. 

Y ni me entero. 

Voy a casa, entramos las chicas y yo, y Willow, pues no, claro. 

Pero yo pienso que se habrá quedado en el tramo entre la portilla y la puerta de casa. 

O se ha ido finca abajo a revisar toperas. 

Así que entramos en casa, me pongo el pijama, y me dedico a mis cosas. 

Y las galgas, a roncar, que es lo que suelen hacer cuando están en casa. 

Pasado un rato bien largo, aparece Willow por la puerta. 

(Suelo dejarla abierta)

Viene con la lengua muy colgante y jadeando. 

De cazar topos, imagino. 

Hola, chico ¿dónde estabas? En nada es hora de comer” 

Bebe agua, y se tumba en las baldosas. 

Bueno, sería más correcto decir que se desploma sobre las baldosas. 

A veces en lugar de un perro parece un saco de patatas. 

A la mañana siguiente salimos temprano a dar un paseo, y es cuando me percato de que el día anterior tuve el despiste tonto. 

A la portilla le faltan dos tablas, que están hechas pedazos en el suelo. 

Y en el agujero resultante hay pelusas enganchadas. 

Jajajajajaja. 

Willow se quedó encerrado fuera de la finca. 

Mira, dicen que esta raza es escapista. 

Que no hacen caso. 

Que no obedecen. 

También he oído hablar mucho del escapismo de los galgos, la verdad. 

Y creo que quienes opinan eso no se han parado a pensar ¿y de qué se escapan exactamente? 

Willow tenía la opción de “escapar” o de irse a vivir su vida por ahí, aunque solo sea porque se aburría de esperar a que le abriese la puerta. 

Pero no lo hizo. 

Seguramente estuvo un buen rato esperando a que le abriera. 

Y como eso no pasaba 

(Y se acercaba la hora de comer, recuerda) 

Pues usó su capacidad de iniciativa para resolver el problema. 

Para largarse por ahí no. 

Para ir a buscar liebres o conejos, tampoco. 

Para entrar en casa. 

Y reunirse con su grupo. 

Y le debió de costar un rato porque el estropicio que organizó para que su corpachón cupiera por la portilla fue importante. 

Pero pudiendo elegir, elige reunirse con el grupo. 

Elige estar conmigo. 

Elige cooperar. 

¿Y sabes qué? 

Te lo vendan como te lo vendan, eso no se consigue adiestrando. 

Eso no se educa. 

Eso te lo ganas, a pulso y día a día. 

Dando ejemplo. 

Demostrando a tu perro que estás ahí, a su lado, que le ayudas cuando se siente mal, y le acompañas cuando está inseguro. 

Que eres predecible y confiable. 

Los perros como Willow se portan bien incluso cuando rompen cosas. 

Y da gusto vivir con ellos y pasear con ellos. 

Tú puedes conseguir lo mismo, si es lo que quieres.

Y también puedes apuntarte a los correos que mando a diario, donde cuento anécdotas como ésta y hago reflexiones que te ayudarán a mejorar la convivencia con tu perro.

Seguro que sacas alguna idea útil.

3 opciones que (no) valen para establecer un buen vínculo con tu perro

Y una que sí

 

Se va filtrando eso de que el perro no es un objeto que esté ahí para satisfacer nuestros caprichos, ni un soldado que solo es bueno si obedece todas nuestras órdenes.

O al menos, eso es lo que parece de un primer vistazo.

En consecuencia, muchas personas quieren saber qué tienen que hacer para conseguir un buen vínculo con su perro.

Pues esto es lo que promueven muchos profesionales para crear la relación “correcta” con tu perro.

Dale al Play:

 

1- Ignórale. Para todo. Si te pide jugar, ni caso. Si quiere ir a algún sitio distinto en el paseo, para nada. Si te salta encima, dale la espalda. Si te ladra, ponte a hacer algo que te aleje de él. Si quiere caricias, eleva la barbilla, fija la mirada hacia lo alto, y pon cara de Reina de Suecia. Solo tú puedes iniciar las interacciones, y solo tú decides cuándo terminan. Tú, y tú, y nadie más que tú. Eres el Centro del Universo conocido, y hay que pedirte audiencia para hablar contigo porque tienes una agenda muy apretada. Que tu perro lo tenga claro.

La idea es transmitir un “liderazgo calmado y firme”, donde tú cortas, pinchas y repartes, y tu perro, pues a esperar a que te dignes a reconocer su existencia.

No funciona así. El efecto que consigues es muy diferente, y no te va a gustar. A nadie le gusta.

2- Contrólale. En todo momento. Te pegas a su cola, le miras por encima del hombro, y le vigilas hasta mientras duerme. Si hace algo que no te gusta, se lo comunicas de un modo claro y efusivo. Puedes darle collejas, tirones de correa, arrastrarle del collar, o informarle “de que no” con voz cantarina. Si no llega con esto, subes el arsenal y le rocías la cara con agua en espray, le lanzas algún objeto contundente, le cortas el paso y le invades el espacio con mirada dura y brazos en jarras, o, si es muy necio y duro de mollera, le electrocutas le informas de su transgresión apretando el mano a distancia de tu moderno y sofisticado collar de impulsos. Después de haberlo positivizado, naturalmente.

Aquí el concepto es enseñar al perro cuáles son los límites y que debe respetarlos, y debe respetarte a ti también. Debes controlarle bien para que sea un perro bien educado y para que no moleste a nadie.

Oooohh, cuánto lo siento, esto tampoco funciona como dicen. Ni de lejos. Es un manejo perfecto para convertir vuestra vida en un campo de batalla, pero supongo que no es ese el tipo de relación que buscas con tu perro. Espero.

3-  Prémiale si hace bien, ignórale si hace mal. Aquí entrenas de modo premeditado cada posible situación real guiando a tu perro hacia la conducta que tú consideres adecuada mediante la comida. O el juego. Pero sobre todo la comida. Y si hace mal, simplemente no hay premio. Que nadie te lo ha dicho, pero eso se llama castigo negativo. Sí, quitarle la atención a tu perro es un castigo. Pero estás educando en positivo, así que no pasa nada. Y aunque nadie te lo ha indicado, como hay mil maneras de hacer algo mal y solo una de hacerlo bien, en casa y en los paseos te toca corregirle y regañarle en muchas ocasiones. Ah, y si tu perro es de los que prefiere vivir su vida a dejarse sobornar con comida, pues además tiene que ayunar tres días, ganarse cada atención, y tatuarse en una oreja “Nada en esta vida es gratis”.

Aquí se trata de que tu perro te vea como la única fuente posible de acceso a todo aquello que quiere, desea o necesita. Para cubrir cualquier necesidad, desde comer hasta rascarse donde no llega, tiene que pasar por ti. Y tú cobras peaje por todo, así que a cambio de aquello que te comprometiste a darle gratis cuando lo metiste en tu vida, ahora tiene que ofrecer conductas deseables. Recuerda, nada es gratis en esta vida. Sobre todo, si eres un perro.

Esta manera ya parece funcionar algo mejor. Con cierto tipo de perros. Los que ven comida y pierden toda dignidad, o tienen un déficit en el centro de saciedad del cerebro, y solo piensan en comer. El resto, como que no encaja. Pero en realidad no estás creando una relación sana y equilibrada como te cuentan, estás siendo un tirano que exige pleitesía para conceder dádivas a su (único) súbdito.

 

Bien.

Ahora para los que hace muchos años que dejaron párvulos.

Hay distintas maneras de establecer una relación con otro ser vivo, de vincularse con él.

Y muchas de ellas son tóxicas. Para el perro, sobre todo, pero también para ti, la verdad.

Ya verás, acércate. Más, un poco más, mira mejor:

Si una relación es asimétrica, no puede ser equilibrada, ni sana, ni adecuada para ambas partes.

¿Ves simetría por algún lado en los modos que he explicado al principio?

Si la ves, o tienes que mirar más de cerca, o necesitas urgentemente un oculista.

Y ese es todo el secreto.

Una relación equilibrada y sana con tu perro es aquella que es simétrica.

Tengo una membresía donde se tocan muchos temas.

Y este no podía faltar, claro. Hay varios módulos donde se explica el asunto del vínculo, el apego perro-humano, qué pintas tú en todo esto y cómo dar lo mejor de ti misma para que tu perro sea la mejor versión de sí mismo.

Para mí que te interesa (mucho) saberlo.

Pues puedes apuntarte a mis correos diarios para recibir más reflexiones como esta. También puedes seguir algunos de los programas de la tele, pero para mí que esos no te hacen pensar (ni te ayudan, realmente)

Tú decides.

PD-  Este asunto es tan importante, que cuando lo integras y aplicas ves claro que lo de educar al perro es una pérdida de tiempo y un tema innecesario en vuestras vidas. Solo por eso ya merece la pena estudiárselo a fondo.

Por qué deberías hacer caso a Google

Porque te da las claves de la educación amable

 

Hoy me ha pasado algo extraño.

No sé si te has fijado pero cuando visitas alguna tienda on line, luego la publicidad de los productos que miraste te persigue por todas las webs por las que vas.

Publicidad personalizada, lo llaman.

Bueno.

El caso es que la publicidad que me persigue a mí ahora es de mecanismos de cisterna de váter.

Y tú puedes pensar “pues habrás estado mirando eso”.

Pues no.

Sera publicidad aleatoria

Podría ser.

Aunque esa es la que recibo normalmente (no dejo que las webs me cuelen publicidad personalizada) y me salen vestidos de tirantes, cómodas cuquis y coches.

Pero ¿cisternas de váter?

El caso es que durante el paseo le estuve dando vueltas, y de repente recordé algo.

Hace unos días en casa de una amiga la cisterna de su váter perdía mucha agua.

Y hablé de repararla.

Desmontamos el mecanismo, y la junta estaba podrida.

Bueno, pues igual te toca comprar otro mecanismo de cisterna.

Le dije.

Seguro que el móvil lo llevaba encima.

¿Google está escuchando nuestras conversaciones privadas?

La rumorología dice que sí.

Hasta aquí tendría todo cierto sentido si no fuera por un detalle:

La publicidad no me sale en el teléfono, sino en el Pc.

¿¿¿Mi teléfono le cuenta mis conversaciones privadas a mi Pc para que luego Google sepa qué publicidad mostrarme???

Preocupante.

Vale.

A ver, Google, si estás ahí, escucha una cosita.

(O mejor, lee este correo, que seguro que eso también lo haces)

Resulta que mi amiga tenía una junta para el mecanismo de la cisterna, y la arreglamos ese mismo día.

Ahora funciona de maravilla.

Ya no necesito que me enseñes más mecanismos de cisterna que NO voy a comprar.

Vuelve a los vestitidos de tirantes y las cómodas cuquis, anda.

Aclarado este tema, hay que destacar algo de este comportamiento de Google.

Que escucha y observa.

Lo hace constantemente.

Y en función de lo que ve, actúa.

A veces acierta, y otras ni de  lejos.

Pero sigue observando y escuchando.

Esto es fundamental cuando quieres solucionar problemas.

Si tu perro ladra a todos por la calle.

Si se queda solo  y las lía pardas.

Si se lanza a por los desconocidos.

Lo que sea.

Puedes ahorrarte la angustia y la ansiedad por lo que pueda pasar empezando a observar  escuchar.

Y luego actuando en función de lo que veas.

A veces igual la fastidias, pero otras veces acertarás de lleno.

Y tú y tu perro os sentiréis mucho mejor.

Puedo ayudarte a entender lo que veas para ir algo más rápido.

Y para eso, el primer paso es apuntarte en el botón, y leerte algunos correos de los que mando a diario a mis suscriptores.

Después ya iremos viendo

error: Este contenido está protegido