Pasear a tu perro en carrito puede no ser buena idea. O sí.

 

Ayer tocaba paseo urbano.

No me gustan mucho, pero Willow necesita algo más de interacción con el resto de la canidad de la que consigue en los paseos de campo.

Vamos por un par de parques amplios, con mucho espacio, poca gente y casi todos con perros.

Así que pueden ir sueltos un rato y relacionarse con colegas.

O no.

Brianna por ejemplo no suele querer.

Está bien, no hay nada malo en eso.

Tiene espacio para evitar a otros perros, y si no lo ve claro, tiene mis piernas para refugiarse detrás.

Así que paseamos, olfatean, saludan (o evitan) a otros perros, dejan marcas de olor aquí y allá, esas cosas que hacen los perros cuando salen.

Y ya de vuelta me cruzo con una pareja que trae un perrito.

Un westy, para más señas.

No tendría nada de relevante si no fuera porque el perrito va metido en un carro con ruedas.

Como los de los bebés, ya sabes, cuatro ruedas pequeñas, capota cerrada con rejillas a los lados, dos asas para empujarlo….

Yo no puedo dejar de mirarlo.

Y mi ego criticón sale a la carga con toda la artillería.

Porque la verdad es que cuando un perro sale de paseo, no lo hace para mirar el paisaje.

O no solo para eso.

Tiene que poder interaccionar con el entorno.

Incluso para alejarse de lo que le molesta o asusta.

Pero debería poder elegir.

También debería poder oler lo que otros perros han marcado.

Y dejar sus propias marcas.

Y olfatear lo que sea que huela, como un rastro de ardilla o unas huellas de paloma o un resto de bocadillo que otro perro que pasó antes ya se comió.

Es la finalidad del paseo.

Pero como me estoy moderando mucho en esto de criticar sin saber, se me ocurren otras opciones.

Tal vez el perrillo es mayor, y tiene problemas de movilidad.

Y no puede andar más de 10 minutos sin sentirse dolorido.

Entonces con ese carrito puede salir distancias más largas sin sufrimiento, viendo el mundo desde  una posición privilegiada.

Y luego tal vez, cuando lleguen a mitad del prado, le saquen un rato para que olfatee el entorno.

O para que se tumbe y ventee el aire, que también cuenta.

Y después vuelva a casa en su carrito habiendo dado un paseo bastante majo.

También puede que esté recién operado de algo chungo, como la columna o la rodilla.

Y tenga que reposar.

Pero para evitar que se aburra durante semanas mirando el papel pintado de la pared, los dueños han pensado que ésta es una buena opción.

Y seguramente sea así.

Otra posibilidad es que el perro tenga mucho miedo a ciertos estímulos de la calle.

Y en el carro se siente más seguro y a cubierto para ir viéndolos a distancia, poco a poco, sin que nadie le moleste ni le invada el espacio.

Entonces las personas que lo llevan estarían demostrando empatía, creatividad y ganas de ayudar.

Bueno.

Nunca sabré cuál es la respuesta correcta porque no pregunté.

No es asunto mío.

El carro al final no es más que una herramienta.

Y las herramientas, siempre y cuando su finalidad no sea hacer daño para conseguir algo, pueden usarse bien.

O pueden usarse mal.

(No, la opción “herramientas que hacen daño pero bien usadas no hacen daño” es falsa y no la contemplo)

Y es que hay herramientas muy neutrales, que según cómo se utilicen servirán para entretener o ayudar a tu perro.

O para perjudicarle.

Hay que hilar fino en este asunto, sí.

Si estás muy perdida con el tema de las herramientas educativas, puedo ayudarte.

Dejando claro cuáles son realmente útiles para tu perro, y cuáles solo te sirven a ti (a cambio de machacar a tu perro).

Y hablándote de herramientas que ni sabes que existen o que quizá no sabías que podías usar de determinadas maneras.

Te enseño a usarlas y a sacarles el mejor partido.

¿Y para qué?

Para que tu perro sea más tranquilo, confíe más en ti y establezca una relación cooperativa.

¿Y eso por qué?

Porque así se portará mucho mejor.

Y tú disfrutarás mucho más de su compañía.

La primera herramienta que puedes ir probando es leer mis correos.

Envío uno al día, cada día, todos los días.

Pero solo a quienes se apuntan.

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